Al pueblo dominicano, si una cosa se le reconoce públicamente es su excesiva inclinación al gozo, al disfrute de las menudencias más sencillas, de todo hacemos un chiste y de todo nos reímos.
Esta facultad no es negativa del todo pues contribuye a que un pueblo no se encierre en el arduo rumiar de sus problemas pues de seguro las cosas serían peores.
El dominicano todo lo resuelve ahogando sus penas en cualquier colmadón o puticlub de mala muerte y buena vida. Por grande que sea el asunto un par de cervezas y unas cuantas prostitutas lo resuelven, en el caso de los hombres y en el caso de algunas mujeres la solución se encuentra en un buen cuerpo, aunque sea fabricado, y un pendejo decidido a dejarse sacar hasta el último centavo.
Evidentemente no quiero ser absolutista en todo esto, de manera que debo decir “con algunas o muchas excepciones” porque no todos los hombres son bebedores ni buscadores de prostitutas, ni todas las mujeres son chapeadoras aunque a muchos no les guste el término.
La cuestión es que ese sentido banal de todo no nos permite a veces separar entre lo bueno y lo malo, entre lo que debe causarnos risa o indignación. Por más seria que sea la situación algún chiste se desprende, pero difícilmente por más chistosa que sea la situación alguna reflexión seria saquemos y esto dice mucho de la falta de crítica de la población.
Esta actitud facilita que la banalidad se haya enquistado en los medios de comunicación y las informaciones giren en torno a hechos inverosímiles y anodinos como por ejemplo que a un artista se le haya roto el pantalón en medio de alguna presentación o si alguna megadiva de la televisión dejó ver algún pezón de sus voluminosos y fabricados senos.
Una información de esa naturaleza tendrá más likes en Facebook, o más reproducciones en YouTube que el caso de un niño necesitado de recursos para una operación.
Es lo que he llamado la Sociedad de la Nada, un modelo social donde impera el gusto por lo irrelevante de la vida. Solo en esta sociedad un personaje que es capaz de manifestar públicamente su infidelidad y decir que no le importa que no lo tengan en un puesto en el gobierno porque su esposa y sus hijos están nombrados haciendo alarde del nepotismo como práctica de Estado, puede convertirse en un fenómeno mediático que eleve el rating de cualquier medio donde existen papanatas que le celebren sus chistes convirtiendo en noticia lo que posteriormente criticamos como sociedad.
Ahí está el principal problema: nos reímos de lo que socialmente está mal, aplaudimos lo que es a todas luces reprochable, seguimos líderes de reputación dudosa porque si fuese por su background ninguno debería estar en la posición en que se encuentra.
Por eso ya no creo en quienes se la pasan criticando que la vaina está mala y que odian a los políticos, pues basta con que llegue la campaña para ir a votar por quien más recursos invierta en música, pica pollo y nos dé quinientos pesos. Al final todo seguirá igual nosotros quejándonos, criticando y ellos robando.
¿Cómo podemos hacer chiste de algo que socialmente es reprochable? Y luego criticamos que la sociedad anda mal y es cierto. La sociedad anda tan mal que quienes promueven la desfachatez y quienes se ríen de eso ni siquiera reparan en que ellos han protagonizado algún hecho para después criticarlo públicamente.
Definitivamente que porque somos como somos es que estamos como estamos.