LA AVALANCHA de casos de corrupción que está envolviendo ahora a la familia Netanyahu,  sus ayudantes y servidores no parece disminuir su popularidad entre aquellos que se autodenominan “el Pueblo”.

Por el contrario, según las encuestas de opinión, los votantes de los otros partidos nacionalistas se apresuran a rescatar a “Bibi”.

Ellos creen que él es un gran estadista, el salvador de Israel, y por lo tanto están listos para perdonar y olvidar todo lo demás. Grandes sobornos, regalos generosos, todo.

Es extraño. Porque mi actitud es exactamente lo opuesto. No estoy dispuesto a perdonar a “Bibi” nada por ser un gran estadista, porque creo que es un estadista muy menor. De hecho, no es un estadista en absoluto.

EL JUICIO final sobre las capacidades de Bibi fue aprobado por su padre al principio de su carrera.

Benzion Netayahu, un profesor de historia que era un experto en la inquisición española, no tenía una opinión muy elevada de su segundo hijo. Prefería mucho más al hijo mayor, Jonathan, que murió en la operación de Entebbe. Esto, por cierto, puede ser la fuente de los complejos profundos de Bibi.

Políticamente, Benzion era la derecha más extrema que hubo alguna vez. Despreciaba a Vladimir Jabotinsky, el brillante líder de los sionistas de derecha, así como a su alumno, Menachem Begin. Para él, ambos eran liberales débiles.

Benzion, que sentía que sus talentos no eran apreciados en Israel y fue a enseñar en Estados Unidos, donde crió a sus hijos, dijo lo siguiente sobre Benjamín: “Podría ser un buen ministro de Asuntos Exteriores, pero no un primer ministro”. Nunca se hizo un juicio más preciso sobre Bibi.

Benjamín Netanyahu es de hecho un excelente material para ministro de relaciones exteriores. Habla un inglés perfecto (americano), aunque sin la profundidad literaria de su predecesor, Abba Eban. Sobre Eban, David Ben-Gurion hizo el famoso comentario: “Él puede hacer hermosos discursos, pero uno debe decirle lo que tiene qué decir”.

Bibi es un representante perfecto. Él sabe cómo comportarse con los grandes de esta tierra. Él exhibe una buena figura en conferencias internacionales. Hace discursos bien elaborados en ocasiones importantes, aunque tiende a utilizar trucos primitivos que Churchill no tocaría.

Hoy en día, un ministro de relaciones exteriores funciona como un vendedor ambulante de su país. Sin duda. Bibi fue una vez vendedor ambulante de una empresa de muebles. Dado que viajar se ha vuelto tan fácil, los ministros de Relaciones Exteriores cumplen la mayoría de las funciones que en los siglos pasados estaban reservadas para los embajadores.

Como su padre tan astutamente observó, hay una gran diferencia entre los deberes de un ministro de relaciones exteriores y los de un primer ministro. El ministro de exteriores implementa la política. El primer ministro determina la política.

El primer ministro ideal es un hombre (o una mujer) de visión. Sabe lo que su país necesita, no solo hoy, sino también para las generaciones venideras. Su visión abarca todas las necesidades de su país, de las cuales las relaciones exteriores son solo un aspecto, y no necesariamente el más importante. Él ve los aspectos sociales, económicos, culturales y militares desde su propia visión.

Benzion Netanyahu sabía que su hijo no poseía estas capacidades. Una buena apariencia sencillamente no es suficiente, en especial para un líder de un país con problemas tan complicados, tanto internos como externos, como Israel.

CUANDO uno piensa en Franklin Delano Roosevelt, uno recuerda que dijo: “No tenemos nada que temer, sino al temer mismo”. Pensando en Winston Churchill, uno recuerda: "Nunca tantos deben tantos a tan pocos".

Cuando se piensa en Bibi, ¿qué frase profunda recuerda uno? Nada más que su comentario sobre los muchos casos de corrupción en los que está involucrado: “No habrá nada porque no hay nada”.

LA PRINCIPAL ocupación de Benjamín Netanyahu, entre interrogatorios criminales, es viajar al extranjero y reunirse con los líderes mundiales. Una semana en París, encuentro con el presidente Macron; el próximo encuentro en Moscú con el presidente Putin. Entre ambos viajes, un país africano o dos.

¿Qué se logra en estas reuniones múltiples? Bueno, nada de qué hablar.

Es muy astuto. Toca un nervio sensible en la conciencia judía.

Durante muchas generaciones, los judíos fueron una minoría indefensa en muchos países, occidentales y orientales. Dependen completamente de las gracias del señor local, conde o sultán. Para mantenerse en su favor, un miembro de la comunidad judía, generalmente el más rico, se encargaba de complacer al gobernante, adularlo y sobornarlo. Esa persona se convirtió en el rey del gueto, admirado por su comunidad.

Como fenómeno, Bibi es un sucesor de esta tradición.

A NADIE le encantó Abba Eban. Incluso aquellos que admiraban sus extraordinarios talentos no admiraban al hombre. Se lo consideraba un no israelí, no un héroe, como debería ser un hombre israelí típico.

La posición pública de Bibi es bastante diferente. Como antiguo luchador comando, es tan “macho” como los desean israelíes. Se ve como debe verse un israelí. En eso no hay problema.

Pero pregúntele a uno de sus admiradores qué es lo que Bibi realmente ha logrado en sus 12 años como primer ministro, y no podrá contestar. David Ben-Gurion fundó el estado, Menachem Begin hizo las paces con Egipto, Yitzhak Rabin hizo el acuerdo de Oslo. Pero, ¿y Bibi?

Sin embargo, al menos la mitad de Israel siente admiración por Bibi, sin límites. Están dispuestos a perdonarle los innumerables asuntos de corrupción, desde recibir cigarros cubanos más caros como obsequios de multimillonarios hasta sobornos directos que pueden ascender a muchos millones de dólares. ¿Y qué?

La composición social de su campamento es aún más extraña. Son las masas de judíos orientales, que se sienten despreciados, oprimidos y discriminados en todos los aspectos. ¿Por quién? Por las clases altas askenazíes, los “blancos”, la izquierda. Sin embargo, nadie podría ser más clase alta askenazí que Bibi.

Nadie ha encontrado aún la clave de este misterio.

¿CUÁL ES la “visión” de Netanyahu para el futuro? ¿Cómo sobrevivirá Israel en las próximas décadas como una potencia colonial, rodeada de estados árabes y musulmanes que algún día se unirán en su contra? ¿Cómo puede Israel seguir siendo el amo de Cisjordania y la Franja de Gaza, poblado por el pueblo palestino, sin mencionar Jerusalén Oriental y los santuarios sagrados para mil millones y medio de musulmanes en todo el mundo?

Parece que la respuesta de Bibi es: “¡No mires, sigue adelante!”. En su forma de pensar, su solución es: no hay solución. Solo continúe con lo que Israel está haciendo: niegue a los palestinos los derechos nacionales e incluso humanos, implante asentamientos israelíes en Cisjordania a un ritmo constante pero cauteloso y mantenga el statu quo.

Él es una persona precavida, lejos de ser un aventurero. A la mayoría de sus admiradores les gustaría que anexara la Cisjordania de una vez o al menos grandes porciones de ella. Pero Bibi los detiene: ¿qué urgencia hay?

Pero no hacer nada no es una respuesta real. Al final, Israel tendrá que decidir: hacer las paces con el pueblo palestino (y todo el mundo árabe y musulmán), o anexarse todos los territorios ocupados sin conferir la ciudadanía a la población árabe. Ergo: un estado de apartheid oficial, que puede convertirse en el transcurso de generaciones en un estado binacional de mayoría árabe, la pesadilla de casi todos los judíos israelíes.

Existe, por supuesto, otra visión que nadie menciona: esperar la oportunidad de implementar otra Naqba, expulsar a todo el pueblo palestino de Palestina. Sin embargo, parece improbable que esa oportunidad que se presente por segunda vez.

Bibi parece estar indiferente. Él es un hombre del statu quo. Pero no tener visión propia significa que, consciente o inconscientemente, tenga en su corazón la visión de su padre: expulsar a los árabes. Tomar posesión de toda la tierra entre el mar Mediterráneo y el río Jordán (al menos), como lo hicieron los israelitas bíblicos.

¿QUÉ HARÁ Bibi frente a las acusaciones de corrupción que se le avecinan?

Aguantar. Pase lo que pase. Acusación, juicio, condena, solo aguantar. Si todo se desmorona, la democracia, los tribunales y las agencias encargadas de hacer cumplir la ley, solo aguantar.

No es el curso que cabría esperar de un gran estadista. Pero es que él no es un estadista en absoluto, ni grande ni pequeño.

Repito la sugerencia que hice la semana pasada: a su debido tiempo hagan que confiese, concédanle un perdón inmediato. Dejen que guarde el botín, y… ¡adiós, Bibi!