El erranticismo está muerto. Pero mal vivir en esta res pública no deja tiempo para leer a los clásicos ni siquiera a los contemporáneos. Entre los happening en la zona que malsanamente imitan las labores de obras públicas para reconstruir lo que colonialmente no se construyó y el toque de queda de la tiranía bien sostenida por la delincuencia uniformada no queda tiempo para ir a EDANCO.

Aun así el arte persiste más allá de los límites de las construcciones sociales, la poesía no necesita al artista y preexiste en cada carro público de la ovando con Gómez. A Cacón lo mataron de siete tiros en un intercambio de disparos, esposado y eso dijeron los periódicos reafirmando el surrealismo y/o la masonería en el trópico. Cómo se escribe a partir de ahí, solo haciendo novelas baratas sobre el cabaret.

Los periódicos se roban toda la literatura y por eso este pueblo está tan aventajado que depura la poesía dominicana de los poetas banqueros, que se ajustan su mejor corbata por si tienen que obtener los favores del ministro (gracias a dios que con el cambio de ministro esos favores ya no son sexuales).  Sin embargo esta isla es estrecha y nuestra esquina es un triángulo con bermudas de gringo en la Duarte. Uno confluye por error con entes divinos que se suicidan con veintisiete píldoras azucaradas; “soy Dios, tengo los ojos negros y mi voz es gruesa” y sin quererlo bien uno asiste a la creación de Dios.

Los poetas se cansan su señoría, se cansan de condescender a la humanidad que nosotros cargamos forzosamente. A ellos no les compete alimentarse día a día, trabajar de 8 a 5 ni casarse en Guababerry Club; ellos lo hacen por capricho, por conocer a los mortales y desear su existencia. A nosotros, los demás, nos queda leer entre el almuerzo o sacrificar horas de sueño.

Pero hay que leerlos amigos míos, hay que leerlos en el tiempo que no se tenga libre. Hay que leer a esos que no habitan las recepciones, que exigen corbata y pantys negros. Hay que leer lo que se guarda fuera de la zona de confort, lo que incomoda, lo que desconcierta el tapón de la veintisiete a las seis de la tarde. Hay que leer a los clásicos que todavía no son nuestros clásicos.

Luego les cuento cómo prologar poesía con Orlando Muñoz o de la novela corta de Isis Aquino. Mientras los dejo buscando entre el polvo que es la Zona Colonial, todo la literatura que no sale en los periódicos, esa ficción que es pacto para no ensuciar el arte en las páginas de sociales.