Recientemente se celebró un encuentro tipo seminario sobre gestión y política cultural en la Biblioteca Nacional organizado y gestado por la Fundación Cofradía que dirige el sociólogo, artista y gestor cultural, Roldán Mármol y reunió múltiples agentes: gestores, representantes del sector privado y la sociedad civil, como artistas, portadores, funcionarios, legisladores, escritores del tema y periodistas e investigadores.

La iniciativa me pareció interesante en el orden de agrupar para dialogar los distintos agentes y sectores que intervienen en el trabajo, organización, consolidación y promoción de nuestros valores culturales desde la gestión que, es como sabemos, un aspecto particular de todo el trabajo cultural, así como quienes bajo sus hombros la gestión, también de instituciones públicas y privadas, como la parte legislativa sobre nuestros bienes culturales, que debe normalizar con un marco legal sólido y claro, todo nuestro patrimonio.

En su primera fase que estuve presente, se generaron discusiones entorno a cómo ha de orientarse la política cultural de un país y cuáles sus funciones y límites, así como su perfil y procedimientos, de manera que sea participativa y democrática en sus alcances. También estuvo integrada por una explicita intervención del Senador de San Francisco de Macorís, Sr. Franklin Romero Morillo, que, junto a otros legisladores impulsaron la ley de mecenazgo, y allí encontró un fórum para explicarla, aun con sus propias limitantes hacia el por ciento reconocido por la ley, a la inversión privada y otros aspectos por discutir de esta iniciativa legislativa ya aprobada.

Todo a mi modo de ver estaba bien logrado en el encuentro, comenzando por la abierta convocatoria y la masiva participación, que denota el interés de estos espacios para el debate y evitar que todo lo que se relacione con la gestión se centralice desde un órgano de poder condicionando el flujo de doble vía e integrando a actores fundamentales en la gestión y participación de la ciudadanía en estas políticas culturales. muchas veces estas se trazan desde el poder central y las instancias que en este tienen responsabilidad de ejecución de estas políticas públicas, respecto a la conducción del tema cultural desde el estado y su necesaria articulación con la sociedad, sus comunidades y portadores, hacedores del hecho cultural en su instancia embrionaria.

En tal sentido, quedé satisfecho con la motivación y público masivo y representativo de la gestión cultural nacional. Pero, la política cultural es una definición de intereses y prioridades que ha de trazarse desde el Ministerio de Cultura y, sobre todo, está bajo el amparo legal del Consejo Nacional de Cultura, órgano constitutivo del organigrama del Ministerio y que tiene dentro de sus responsabilidades definir la política cultural nacional, obviamente bien entendida, con participación de la diversidad de agentes y sectores que en ella confluyen.

Esta mirada de lo cultural y de su gestión institucional gubernamental y desde una visión estratégica, democrática, participativa, incluyente y abierta, la convierte en ángulo desde el cual se pueden implementar programas y acciones dirigidos hacia la aplicación de una política cultural con amplitud de mira, clara definición del acervo cultural de nuestro país y de su diversidad y riqueza, así como de reposicionar a la cultura en el marco de un desarrollo sostenible, que se agregue al PIB como ente contributivo, que eleve el orgullo de pertenencia y profesionalice el trabajo cultural y sus resultados para convertirlo en verdaderas industrias creativas y motor como otros, del desarrollo y el bienestar de la gente.

Todo está bien si partimos de una definición clara y precisa de nuestras identidades como pueblo, de los aportes que cada grupo ha hecho a la identidad dominicana y de la aceptación de las diferencias, como parte de los proceso sociohistóricos y culturales que han normado nuestras instituciones, nuestra criollidad y por supuesto, nuestras identidades forjadas al fragor de estos proceso y acontecimientos sociohistóricos y antropológicos.

Esta visión y este entramado social y cultural, de esta manera de concebido lo cultural como una madeja entrecruzada, donde lo popular y lo rural han sido protagonistas de los hitos más importantes de nuestros valores culturales en lo musical, lo sagrado, lo culinario, lo danzario, lo lingüístico, lo lúdico y el divertimento, hacen que pensemos una política cultural diversa, incluyente, democrática y participativa al momento de concebirla como guía, conductora o simplemente como acompañamiento de lo cultural bajo el principio que, quien hace la cultura son los pueblos.

De su lado, el Ministerio de Cultura y las otras instancias estatales, la gestan, dan seguimiento a su cumplimiento. La promueven, acompañan y contribuyen con sus ejecutorias y actividades para fortalecerla, jamás sobre el falso principio de que son estas representaciones estales las que hacen la cultura, pues de seguir con ese prisma, no solo fracasaremos ante la elaboración de una política cultural incluyente y democrática, sino que fracasará en su obligatorio matrimonio entre pueblo y estado.