Carlos Gardel se perdió “Por una cabeza”. Al amante inmaduro y torpe lo perdió una palabra. Sin embargo, al Tribunal Constitucional, mas terrenal, lo perdió una jeepeta, o más bien trece jeepetas.

Aunque pensándolo bien, más que las jeepetas, -más que el hecho en sí-, a los magistrados amigos les perdió el momento y su detalle.  Y es que los miembros del alto tribunal no son marcianos, y como parte de esta sociedad de apariencias y escaparates, no tienen por que quedarse fuera del fantasma que recorre a Dominicana desde hace años: la jeepetocracia.

Una vez preguntó Tagore: “Qué es un hombre sin un sueño”.

Actualizada la frase a lo que es hoy la burocracia nacional, preguntaríamos sin Tagore: ¿”Qué es un funcionario sin una jeepeta de lujo y de las grandes”?

Los miembros de la alta corte, al solicitar a la Presidencia la compra de sus 13 jeepetas de lujo adquiridas “en ganga de 65 mil dólares” cada una, no han hecho otra cosa que seguir lo que ya es tradición en el Estado, y que ahora Danilo Medina tratara de cambiar o moderar: La cultura de la jeepetocracia en la sociedad, en especial en un gobierno que administra un Estado de un país donde cuatro de cada diez ciudadanos son pobres, y el presupuesto mensual de la Fiscalía de Santo Domingo es de 1.4 millones de pesos dominicanos.

El problema es de conducta social.

En ironía full digo aquí, que un funcionario que “se respete” y quiera ser respetado no puede darse el lujo de llegar a un acto oficial en una Ford Escape, porque comenzando por la seguridad del Presidente ni le dejarían entrar.

Occidente esta enfermo. A esto hemos llegado. A una sociedad de escaparate, maquillaje y decorao,  donde es mas importante aparentar que ser. Aquí hay gente que con el tiempo que han invertido en fingir una cultura que no tiene, podría haberse construido una propia.

Uno, que por deformación sociológica se pasa los fines de semana en su “uniforme de jean con camisa blanca” (perdón, amor) pero que durante la semana debe salir formalmente vestido en sus programas de televisión lo sabe, y hasta podría dar un taller sobre la diferencia en el trato recibido según la vestimenta, y en lo que nos concierne ahora, según el tipo de vehículo.

Por suerte, todo parece indicar que el Presidente Medina está dispuesto a dar los primeros pasos correctivos en ese sentido, pero hay que ir mas allá… hasta la educación en los hogares y las escuelas.

A nuestros jueces constitucionalistas los perdió el momento, como se perdió Gardel por una cabeza "todas las locuras. Su boca que besa, borra la tristeza, calma la amargura”).