El Centro Cultural Eduardo León Jimenes y la Embajada de Francia en el país, en fase final del convenio de arqueología preventiva firmado entre ambas instituciones, dentro del programa general de cooperación apoyado por el Ministerio de Asuntos Extranjeros de ese país, cierra con un gran encuentro de especialistas nacionales e internacionales procedentes de Francia y Martinica, académicos, funcionarios del sector público encabezado por el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, el Ministerio de Cultura representado por varios funcionarios e instancias relacionadas con la convocatoria (los directores del Museo el Hombre Dominicano, de Historia y Geografía, Director General de Museos, Director Nacional de Patrimonio Subacuático y Director de Patrimonio Nacional).

También representantes de UNIBE, UASD, UNPHU, INTEC y otras universidades excusadas previamente, más el personal y funcionarios del Centro León, la Embajada de Francia y personalidades como Bernardo Vega, Manuel García Arévalo y las palabras de apoyo y bienvenida de la Doctora María Amalia León, leídas por su Gerente Cultural adjunto Luis Felipe Rodríguez, dieron a este magno evento un carácter histórico como bien expresaba el historiador y arqueólogo José Guerrero.

El motivo convocante podría parecer no prioritario según el prisma con el que se defina la importancia de una disciplina que contribuye a construir y fortalecer memoria social, patrimonio y orgullo de pertenencia e identidad, como es la arqueología, solo este año perdimos a Marcio Veloz Maggiolo, símbolo de nuestra arqueología, no solo nacional sino internacional y sobre todo, teórico que abrió nuevos paradigmas interpretativos de las sociedades originarias del Caribe y quien fuera en un momento, el curador de las colecciones de arqueología y etnografía del Centro León, y Ángel Caba, recientemente fallecido, su Asistente de investigación en dicha institución.

Otros forjadores de ese período de esplendor de la arqueología dominicana fueron las figuras estelares de nuestra arqueología como Fernando Luna Calderón, Plinio Pina, Fernando Morbán Laucer, el ingeniero Elpidio Ortega, el profesor Dato Pagán y otros que se han alejado del oficio entre muchas razones, porque es poco motivante el reconocimiento profesional de esta importante ciencia: Manuel García Arévalo, José Guerrero, Renato Rímoli, continúan trillando camino.

No obstante, bueno es aclarar que, por la importancia de nuestra arqueología internacionalmente reconocida, la Universidad de Leiden, Holanda, inició un grandioso programa de investigación en la línea noroeste, NEXUS 1492 con trascendentes resultados, y que otras instituciones hacen excavaciones reguladas, como la Fundación Guahayona Institute, presidida por el investigador Daniel Shelley, y por tanto, no está muerta la arqueología, es un paciente que puede recuperarse, de ahí la importancia del encuentro en el Centro León.

Además de un despertar de comunidades e instituciones por auspiciar museos históricos, comunitarios y arqueológicos como el Museo Maguá, que recientemente fue inaugurado en la Provincia Hermanas Mirabal, en la comunidad de Ojo de Agua, que entra en la categoría de los grandes temas de la museografía mundial de hoy bajo el concepto, museo y territorio.

Este cuadro preocupante obliga a repensar estrategias de relanzamiento de esta profesión en un país con un asiento determinante de los grupos originarios que marcó un predominio cultural en la región de estos grupos en la isla de Santo Domingo, previo a la llegada de los españoles al Caribe. Esta preocupación se convirtió en el eje de la convocatoria, pues el programa de arqueología preventiva tiene como uno de sus propósitos, hacer que los países tocados, con dicho intercambio, puedan producir luego sus propias iniciativas para profundizar, no solo en la protección y conservación de su patrimonio, sino también, en su estudio e investigación.

No obstante, el programa de arqueología preventiva persigue que se profundice en los recursos humanos y profesionales que habrían dar continuidad al esfuerzo, crear marcos jurídicos con ese fin y hacer que las nuevas generaciones continúen el esfuerzo de los pioneros (Narciso Alberti Bosch y Emile de Boyrie de Moya) y de los demás forjadores, de este espíritu investigativo y de los resultados de sus investigaciones para que sean publicadas y conocidas por todos y todas, de menara que su divulgación genere un interés de conocer, para proteger y proteger para salvaguardar el patrimonio y la reserva histórica del país.

Esta fase de la reflexión dio razón más que suficiente para esta convocatoria de la pasada semana en el Centro León quien acogió a los invitados, con la finalidad de hablar sobre el estado actual de los estudios y la ciencia de la arqueología en nuestro país hoy, sus perspectivas y en función de las orientaciones del programa de arqueología preventiva mencionado, definir acciones que permitan su proyección en el tiempo y las instituciones que podrían dar apoyo a esa continuidad.

Naturalmente que las universidades son eje primordial de estas nuevas iniciativas, dado que son, junto con lo MESCyT, las corresponsables de definir necesidades profesionales, pensum y carreras prioritarias para impulsar el desarrollo nacional. En este nuevo desafío este tipo de disciplina que no tienen mucha matriculación corren el riesgo de quedar fuera de la atención de la demanda y urgencias universitarias, por lo que, urge repensar el concepto de necesidad, que no necesariamente sea por la cantidad de matriculados, sino de del enfoque estratégico del estado, que así lo entienda como obligatoria en su búsqueda de opciones para impulsar el desarrollo evitando la desmemoria social.

Metodológicamente bien pensado, el encuentro se organizó alrededor de dos espacios reflexivos, el primero dio paso a entender el motivo y título de la convocatoria: Encuentro de arqueología dominicana y del Caribe. Retos y desafíos por una generación de relevo, en cuyo conversatorio de apertura los ponentes dieron el marco desde diferentes enfoques, Bernardo Vega, Manuel García Arévalo, Carlos Andújar (quien suscribe este artículo) y Benoit Berard, motivaron y presentaron el paso y los aportes de esta disciplina y su discurrir en la sociedad dominicana y luego se crearon dos mesas de trabajo distribuidas en números iguales y diversos sus miembros, para trabajar los temas de generación de relevo y necesidad de retomar los estudios de la arqueología en el país.

Al final, una relatoría que recogió estos debates hizo un resumen con los puntos acordados y se dieron en plenaria a conocer y algunos de los participantes tuvieron turnos libres para cerrar exitosamente con este histórico espacio de dialogo, reflexión y proposiciones en búsqueda de encontrar nuevos caminos para motivar y relanzar estos estudios hoy deprimidos y ausentes en las universidades dominicanas.

Benoit Berard, profesor de arqueología precolombina de la Universidad de las Antillas en Martinica, como el arqueólogo especializado en arqueología subacuática Jean Sebastien Guibert de la misma universidad, y el especialista e investigador del Departamento de Investigaciones Arqueológicas subacuáticas y submarinas (DRASSM) del Ministerio de Cultura de Francia, Frederic Leroy, además de la Agregada de Cooperación Universitaria y lingüística, Marie-José le Duc y las excusas de la responsable del seguimiento del programa, Marie Pierre DELBOSC, Consejera de Cooperación y de Acción Cultural de la Embajada de Francia, fueron la delegación internacional del evento.

La jornada cumplió su cometido y puso el balón del lado de las universidades, las instituciones estatales responsables del apoyo a esta preocupación y de la planificación de la educación superior en el país, así como de los académicos e investigadores allí presentes, como las instituciones auspiciadoras del encuentro, y la propia Embajada de Francia que sabemos no nos dejara solos en este desafío de presente y de futuro.

No obstante, es evidente que todo quedó atado a la posibilidad de aprobación de una propuesta de curso Especializado acreditable, con dimensión y reconocimiento internacional, pero acordado entre un consorcio de universidades nacionales e internacionales, esta vez centrado con la Universidad de las Antillas en Martinica, que puede incluir universidades de Francia, Cuba, Puerto Rico, y las academias interesadas en el país.

Un plan ambicioso, necesario y comprometido con las nuevas generaciones y el país, en procura de garantizar la continuidad en el tiempo, sobre el conocimiento de nuestro pasado y su función en la cohesión social, en el fortalecimiento de nuestra memoria social y la defensa de nuestro patrimonio cultural.

Finalmente, dos los temas abordados y preocupantes con justa razón fueron lo relativo a la garantía de un mercado laboral para estos nuevos profesionales y la mejora salarial que dignifique el ejercicio de la profesión si queremos impulsar con franqueza esta iniciativa, y por otro lado, se abordó la necesidad de un código o ley de patrimonio que dé compactación, marco jurídico y garantía constitucional a este ejercicio.

Estas regulaciones y obligatoriedades a toda inversión que impacte sobre el subsuelo, produciría las autorizaciones y permisos bajo el principio de que, la arqueología preventiva registra y recupera el patrimonio y dando paso luego al desarrollo económico tan necesario para alcanzar metas de bienestar y progreso, pero regulado y regido por normativas institucionales y legales, que permita  a la vez la contratación de un corpus de especialistas, que hagan estos estudios de impacto arqueológico a toda obra que intervenga el suelo y nos permita registrar su valor patrimonial para las actuales y futuras generaciones.