• 1. Existen dos biografías fundamentales sobre Eduardo Brito. La primera debida a la pluma de Wilson Roberts Hernández: Eduardo Brito. 1905-1946 (Santo Domingo: Taller, 1986) y la segunda al difunto Arístides Incháutegui: El álbum de Eduardo Brito (Santo Domingo: Secretaría de Estado de Educación, 1994), así como una cantidad incontable de artículos sobre el famoso cantante dominicano.
  • 2. Lo que no ha sido escrito todavía es una biografía de Rosa Elena Brito (Santiago de los Caballeros 22/1/1912- Caracas, 26/6/1994), diva, vedete, rumbera, cantante, manager o gerente de la empresa de su propio esposo Eduardo Brito y que, conjuntamente, debe incluir la suya una biografía de sus hermanos Edelmira Bobadilla (Kuki), vedete, hermana menor de Rosa Elena, que acompañó, artísticamente con su arte popular, a la empresa familiar tanto en Santo Domingo como en el extranjero, así como del otro hermano de ambas, Ernesto Bobadilla (Chispita), quien inició en Santo Domingo su carrera de mimo y negrito cubano al estilo del Negrito Chevalier. Este Chispita se consubstanció tanto con la personalidad de Eduardo Brito que terminó adoptando, para su nombre artístico, el de Néstor Brito.
  • 3. La tarea de escribir una biografía de los hermanos Bobadilla se vuelve más difícil dado el hecho de que desde su salida hacia Nueva York en 1928 y su posterior traslado y residencia en Barcelona desde 1932 a 1937, su estancia en Francia y su actuación en otros países del Este europeo y finalmente su vuelta a Nueva York son un obstáculo a la penetración en la historia y el mundo íntimo de estos tres artistas y el biógrafo no puede atenerse únicamente a las crónicas de las actuaciones en los escenarios internacionales o criollos tanto de Brito como de su familia política, compuesta por estos tres hermanos que le son inseparables.
Eduardo brito y su esposa
  • 4. A esta dificultad de obtener datos biográficos de la intrahistoria de estos cuatro artistas, y sobre todo de los tres hermanos, se suma el hecho de que luego de la muerte de Brito en 1946, su esposa Rosa Elena se marchó a Caracas, Venezuela, y allí se casó con el famoso compositor Ernesto Magliano (op. cit., 137), a quien ya había conocido desde su primera actuación en la patria de Bolívar. Y los hijos del matrimonio de Rosa Elena y Eduardo Brito, Eduardo y Francisco Eleuterio, el primero nacido en Colombia el 20 de septiembre de 1940 (según Roberts Hernández, op. cit., p. 139) y el segundo en Santo Domingo en la clínica Záiter de la avenida Mella, el 14 de noviembre de 1942, debieron partir junto a su madre a Venezuela por aquellas fechas. Cuando Rosa Elena se traslada a Caracas, luego de su breve actuación en La Voz del Yuna, donde la llevó Petán Trujillo con un contrato para los Brito, y que Eduardo no cumplió debido a su estado de salud o habría que investigar si influyeron en esa imposibilidad sus críticas al dictador Trujillo o las malas relaciones que, según Roberts Hernández, traían de cabeza al matrimonio: “Al día siguiente de la declaración de la Segunda Guerra Mundial, 12 de noviembre de 1941, los artistas viajan nuevamente a Puerto Rico, aunque ahora no todo anda bien con la pareja. Tienen problemas maritales, sufren separación física: los dos adolecían de buena comunicación, pero se toleraban. A mediados de 1942 continúan actuando en Puerto Rico, su inicial escenario, queriendo reconquistar los antiguos lauros y seguir la recuperación económica.” (Op. cit., 145). Con respecto a estos problemas maritales, la confesión de Rosa Elena es demoledora y es una revelación de lo que una mujer nunca está dispuesta a soportar, aunque debido a variadas circunstancias, como una dependencia sicológica o económica, esta deje pasar tales abusos, pero siempre, en la intimidad de su subjetividad, se rebelará en contra de esos maltratos o, en ciertos casos, tomará venganza: “Aparte de todo [Rosa Elena se refiere a la sífilis que contrajo Brito, DC], a él le gustaban mucho las mujeres. Las mujeres lo buscaban, lo buscaban enormemente, porque era guapo, era simpático; con la fama que tenía, el dinero… pues aparte de eso, lo buscaban. Y él prácticamente no sabía decir que no. A la larga eso le fue afectando.” (Op. cit., 150-151). Y Roberts Hernández documenta que al final de su vida, Brito le pegaba a su mujer: “Según Piro [Valerio], el Brito perturbado también ‘le daba golpes a Rosa Elena y ésta lo rechazaba.» (Op. cit., 160).
  • 5. Postulo que debido a estas circunstancias de haber vivido tanto tiempo en el extranjero, es ardua tarea para un historiador del arte popular acometer la empresa de biografiar a estos hermanos Bobadilla, pero nada es imposible para un ser humano. Quizá Roberts Hernández sea un candidato a emprender esta tarea. Como dato anecdótico señalo que, en 2007, con ocasión de habérseme otorgado el Premio Nacional de Literatura, el entonces embajador dominicano en Caracas Manuel Morales Lama me invitó a ofrecer dos conferencias en la Universidad Central de Venezuela y en otro espacio que no recuerdo si fue el Centro Cultural Rómulo Gallegos. En mi primera conferencia en la UCV, estuvieron presentes Eduardo Brito, hijo, con quien departí, junto al director de orquesta Porfi Jiménez, quienes amablemente asistieron al evento. Con Brito, hijo, tuve ocasión de abordar varios puntos de la vida de su padre, pues ya había leído los libros de Roberts Hernández y Arístides Incháustegui. Y con el músico Jiménez intercambiamos generalidades sobre Hato Mayor, de donde ambos éramos oriundos, así como impresiones sobre la actuación de los eminentes músicos dominicanos Billo Frómeta y Simó y Damirón años atrás en aquella capital. ¡Qué diferente hubiese sido la entrevista con Brito, hijo, si yo hubiese tenido el arsenal de conocimientos que poseo hoy acerca de estos cuatro artistas, pero sobre todo de Brito y su esposa Rosa Elena! A Brito, hijo, le prometí, y creo haberle enviado a Caracas, a mi regreso a la Capital, el libro de mi autoría que contiene los ensayos sobre el arte de su padre. Nos escribimos una o dos veces, pero el contacto se perdió.

Al regresar por última vez del extranjero, Brito y Rosa Elena compraron una casa en la calle Francisco Cerón casi esquina Duarte. Eso explica la intervención del general Miguel Ángel Paulino, quien vivía justamente en la casa de dos plantas ubicada en esa esquina, para internar al cantante en el manicomio, tal como se vio en el artículo anterior. Paulino era hombre de confianza de Trujillo y fue el jefe de la banda conocida como la 42, la cual sembró el terror al inicio de la dictadura. La casa existe todavía, marcada con el número 58 de la calle Duarte. Cuando vine a estudiar a la capital en 1957, supe que esa era la casa del general Paulino porque uno de sus choferes, llamado Darío me lo informó. A él le conocí en Sabana Grande de Boyá cuando conducía, como militar, uno de los camiones Mack del Central Río Haina, de Trujillo y pretendía a mi prima Rosa Ernestina Vásquez.

Y en octubre 1960, cuando volví a la Capital a reiniciar los estudios de bachillerato, me hospedé en esa casa, que entonces era pensión. Se me informó, en ese mismo barrio, que en esa casa del general Paulino se suicidó una de sus hijas y quizá eso explique que la desocupara para la fecha en que vine a la Capital. A lado de los Brito, antes de que Rosa Elena se marchara a Caracas, vivió la señora Ángela Amiama, y con ella unos sobrinos, Francisco Amiama Castillo, quien luego llegaría a vicealmirante de la Marina, y su hermano Papito, médico que ejercía en el hospital Padre Billini, muerto luego accidentalmente por un amigo mientras manipulaba un arma de fuego, según mi hermano Eurípides, quien vivió largos años en la referida pensión y era muy amigo del vecindario. Son coincidencias de la vida. Roberts Hernández documenta la existencia de esta familia Amiama y su relación con los Brito (op. cit., 147).

  • 6. La lejanía y el hecho de Rosa Elena vivir en el extranjero, luego de la muerte de Eduardo Brito, han impedido en parte que en Santo Domingo se haya visibilizado el rol de la esposa de Brito como cantante, vedete, diva, rumbera, entertainer y gerente de su propio esposo y de la compañía que ambos fundaron con el objetivo de manejar los contratos internacionales de actuación tanto en los escenarios extranjeros como en su propio país. Su hermano Ernesto explica lo de entertainer, razón por la que su hermana no tenía tiempo de visitar a Brito en el manicomio, es decir, que trabajaba dos tandas para mantener a la familia: “Ella estaba en Bonao como una especie de anfitriona, ‘la vitrina’ de Petán para las estrellas llegadas desde el exterior. Era la figura de Elena Brito, capaz de hablar en cuatro idiomas, cantar en cuatro idiomas; una artista internacional., Era como ‘rendez-vous’ que Petán [la] tenía. Libertad Lamarque, por ejemplo, se pasaba tardes enteras en casa de Elena… todos los artistas que llegaban allá… se tomaba el té al estilo europeo. Se vivía estilo europeo en la casa de Elena.” (Op. cit., 161-162). Esta calidad, habilidad y astucia administrativa para los negocios se la proporcionó a Rosa Elena su desenvolvimiento intelectual, sus estudios en Francia (colegio Notre Dame de Sion, París) y en los Estados Unidos (Sacred Heart, de Nueva York, op. cit. 59), el conocimiento de por los menos tres idiomas (español, francés e inglés) y una disposición nata para las relaciones personales. Brito, su esposo, también poseía esta disposición para las relaciones personales, pero su machismo y su carácter mujeriego, herencia cultural de la violenta colonización española y luego del patriarcalismo instaurado a partir de la las guerras montoneras con sus caciques y caudillos, ahondaron las diferencias y el alejamiento entre los dos esposos, ya que el machismo de Brito es el mismo que practican los dominicanos casi sin excepción, más su falta de educación formal (recuérdese que era analfabeta y provenía de la escala social más baja: limpiabotas, cabaretero, boxeador). Si uno se atiene a la descripción de Juan Bosch de las clases sociales dominicanas a principios de siglo XX, época de la actuación de Brito y Rosa Elena, esta joven, enviada por sus padres a estudiar a Francia y los Estados Unidos, pertenecía a la pequeña burguesía alta. Lo que habría que determinar es por qué, si le sonreían en su medio social condiciones más elevadas, prefirió escoger el arte popular, tal mal visto por la clase media alta y la oligarquía, y desclasarse al realizar tan mala elección de pareja. Esto sería materia y tema de sicólogos. Pero, el corazón tiene razones que la razón no conoce, como diría el dramaturgo Racine. Otro tema a indagar sería si la crisis económica que abatió al país debido a la caída de los precios del azúcar en el mercado internacional y el consiguiente crack de 1929 que arruinó el proyecto político de Horacio Vásquez, no habrán jugado un papel en la caída en la miseria de la clase media o pequeña burguesía dominicana cuyo ejemplo palmario lo tenemos en el grupo de intelectuales que, desde el bufete de abogados de Estrella Ureña y desde el periódico La Información, dirigido por los hermanos Tolentino, acompañaron a Trujillo y su dictadura desde antes de 1930 y produjeran, a juicio de Tomás Hernández Franco, ¡oh ironía!, “la más bella revolución de América”.
  • 7. En la biografía de los Bobadilla habría que examinar el rol de Rosa Elena, Kuki y Chispita como artistas individuales vis a vis de Eduardo Brito y la dificultad que estriba en separarlos del barítono. En el caso de Rosa Elena la situación es diferente, pues podemos analizar su trabajo a la luz de un estudio comparativo de rumberas y vedetes independientes tales como María Antonieta Pons, Tongolele, Olga Sotolongo y otras bailarinas de América Latina que vinieron a la Semana Aniversario de La Voz Dominicana o nuestra Josefina Miniño y su grupo de Rumba Abierta para Baile. Pero en el caso de Kuki no hay referencias explícitas para comparar su actuación en la compañía de variedades Brito. Aunque al menos en el caso de Chispita, quien luego, para afianzar más su nexo psicológico con el gran barítono, se cambió su nombre artístico de Chispita por el de Néstor Brito (op. cit., 138), los que le vieron actuar en los escenarios dominicanos están hoy todos muertos, otro obstáculo si se quisiera realizar una comparación entre él y los mimos y negritos cubanos o con el famoso negrito Vitelio Morillo que tanto deleitó a los fanáticos dominicanos en los teatros de la Capital y del interior. O con el Negrito Chevalier, otro que también deleitó al público dominicano en las Semanas Aniversario de La Voz Dominicana.

§ 8. Una nieta de Rosa Elena Bobadilla, que dice llamarse Jéssika Rojano, nacida en 1984, de profesión intérprete, danzarina, cineasta, teatrista musical, clown y sobre todo “stand-up comedy”, se queja en un artículo publicado en el blog de IMO, que su abuela, gran vedete, ha sido olvidada. Le respondí en el blog que no es cierto. Y vuelvo a responderle por aquí, que no es cierto. Wilson Roberts Hernández con su libro de 1986 sobre los Brito, Arístides Incháustegui con su libro El álbum de Brito (1994), el suscrito con los ensayos sobre el arte de Brito (UNAPEC/La Trinitaria, 2005) y la serie de artículos que estoy publicando para Acento, así como los trabajos de otros admiradores de los Brito, desmienten esta creencia de la joven artista Rojano. Incluso el título en el presente artículo aboga a favor de que se escriba una biografía de los tres hermanos Bobadilla y creo que Roberts Hernández y Darío Tejeda son los historiadores musicales más idóneos para emprender esta tarea, aunque existe la posibilidad de que aparezcan otros con iguales o mejores dotes para realizar el trabajo.