El título de este artículo parecería una contradicción, si tomamos en cuenta las teorías de la sociología política clásica de que es la Constitución la que crea el funcionamiento orgánico del Estado y sus instituciones, pero no es así porque la realidad dominicana y latinoamericana revela un funcionamiento estatal con alta disfuncionalidad.

Tenemos siglos de atraso con estados prácticamente jóvenes con bases supuestamente democráticas copiadas de los países europeos, no obstante tenemos un estado todavía en construcción con una clase gobernante que cada día está más apegada más a sus propios intereses que a los de la nación.

Esa clase política así como los gobernantes tienen escasa legitimidad social porque surgen de unas elecciones con altos índices de clientelismo, con una masa de votantes pero no de electores.

También tenemos una realidad dicotómica: constituciones modernas, avanzadas, pro que prácticamente son letra muerta y leyes adjetivas que en muchos casos son copiadas para dar apariencia de desarrollo, pero desajustadas socialmente.

Tenemos décadas de cleptocracia y de gobernantes cleptócratas en América Latina.  Revertir ese proceso parece una tarea agobiante, sin embargo tenemos que afrontarla

Es por esa razón que tanto el  Estado dominicano y en general el  latinoamericano en debe verse como un sistema de relaciones de poder  y no de sus declaraciones constitucionales y legales.

Podemos afirmar que constituyen sistemas seudo republicanos, con una población que no ha alcanzado una ciudadanía plena y sin disponer o empoderarse de mecanismos de control institucional efectivos  sobre los líderes políticos  o supuestos servidores públicos, especialmente la evaluación de resultados y la rendición de cuentas, con posibilidad de lograr que puedan ser separados de sus cargos.

Tenemos décadas de cleptocracia y de gobernantes cleptócratas en América Latina.  Revertir ese proceso parece una tarea agobiante, sin embargo tenemos que afrontarla sin importar que el proceso sea traumático, con verdaderos diálogos intrasociales entre los empresarios, políticos, líderes comunitarios honestos para la búsqueda de una solución común.

Debemos transformar la enojosa práctica político  social, de una  lucha por la conquista del poder político que con los años se ha evidenciado hasta la saciedad una gran incapacidad para administrar eficientemente los recursos públicos en aquellas oportunidades en que ha accedido al control de un  gobierno.

Es notable en esa clase política, la ausencia de un proyecto de nación alternativo y de un estilo original  en la gestión pública, abandonada en la mayoría de los casos a la deriva y la voluntad de conflictos internos intrapartidarios y de intereses personales.

Lamentablemente estas malas prácticas,  han ocasionado  que el ejercicio de gobierno se convierta en una tentación para el enriquecimiento a destiempo de algunos de sus más connotados dirigentes, que se mantienen en el poder con los ya  los ya  tradicionales métodos de control de carácter corporativo y clientelar.