La sociedad dominicana tiene legítimas preocupaciones por su seguridad. Los niveles de criminalidad y las manifestaciones de violencia que cotidianamente tienen lugar entre nosotros, unidos a las precariedades de una policía cuya reforma no termina de llegar, son el caldo de cultivo de un estado de cosas en el que, independientemente de los datos de aumento o disminución del crimen que pueda arrojarnos la realidad, termina dominando una sensación de creciente inseguridad.

Es sabido que cuando la población está dominada por una sensación tal, aunque el balance final es de pérdida para la sociedad, no deja de haber quienes sacan grandes ventajas. Me refiero a todo el mercado que hay alrededor de lo que se ha llamado la industria del miedo.

En ese mercado participan desde políticos conservadores que, reeditando los viejos discursos de ley y orden, procuran asegurarse su parte en el pastel electoral, hasta empresarios que hacen su agosto en la cada vez más demandada seguridad privada o en el comercio de armas, por sólo mencionar algunos de los que salen ganando con la inseguridad.

A pesar de lo anterior -y también debido a ello- es bueno que la gente se preocupe por la seguridad. Este es un tema que nos convoca y debe convocarnos a todos. Es por ello que creo pertinente que desde el gobierno o desde la sociedad civil, o conjuntamente, se impulse la creación de un Banco de Ideas para la seguridad.

Es frecuente que se promueva el levantamiento de buenas prácticas y se recojan en una publicación que permite visibilizar los principales referentes para el impulso de una determinada política pública. Cuando hablo de un Banco de Ideas no me refiero precisamente a un levantamiento de buenas prácticas que nos diga lo que funcionó bien en New York o en Bogotá, información que por supuesto es importante y útil, pero que podría decirse opera ex-post.

Con el Banco de Ideas, sugiero, en cambio, una herramienta participativa que, puesta al servicio de los distintos sectores de la sociedad, permita aprovechar las muy buenas ideas que de seguro podrían surigir de dicho esfuerzo democrático como insumo para que las autoridades cumplan con su tarea de gestionar los problemas.

Un buen apoyo tecnológico sería muy útil para la puesta en marcha del Banco de Ideas para la seguridad. Habrá quienes propongan malas ideas, algunas no tan malas pero difíciles de hacer realidad y otras perfectamente viables. Como se trata de políticas públicas de seguridad, será en todo caso a las autoridades a quienes corresponderá seleccionar las ideas a poner en práctica. Estoy consciente de que la propuesta que recoge este artículo no es nada original, sólo espero que sea oportuna. En fin, que tan sólo se trata de una idea.