Las recientes pasadas elecciones nacionales son un indicativo de la importancia del estudio de las ciencias sociales para entender el comportamiento social, la actitud de la gente ante determinados hechos de la realidad, cómo se teje una mentalidad en un grupo social, cómo los sectores sociales a veces actúan en función de intereses sectoriales y otras veces responden al unísono con el mismo sentimiento que, más que ideológico, es de sensibilidad social o simple convicción más allá del análisis racional de la ciencia, por tanto, a veces subjetivos en sus valoraciones.

La lucha generada por las encuestas que son un instrumento de análisis válido en todas los países del mundo, aquí crea situaciones de fricción entre quienes la usan como instrumento de propaganda y por supuesto, contaban para ello, con una especie de mercenarios de las ciencias sociales que le servían como pie de apoyo para proyectar números divorciados de lo que el instrumento podía transmitir, sin importar el efecto que creaban en la gente, la contrariedad de los números falseados a veces con la percepción encontrada de la gente, también palpaba la realidad y lo que acontecía en ella, pues la realidad social no es un dominio exclusivo de las ciencias sociales, estas disciplinas lo que hacen es estudiarla con métodos, técnicas y marcos teóricos para validar su curso y analizar sus tendencias, ella-la realidad-, a veces dice más que el discurso mismo.

Los análisis del comportamiento de la gente y sus grupos representativos para las elecciones pasadas de marzo y julio 2020, dejó mucho que pensar, pues a veces estos análisis iban por un lado y la sociedad iba por otro.

Es indudable que las encuestas deben igualmente ser reguladas en su uso, pues no solo sirven de manera irregular para distorsionar la realidad social, sino para cuestionar la validez de los científicos sociales y la ciencia que los usa como instrumento de acercamiento a la sociedad y a su comportamiento. Por tanto, es menester redefinir con cierta regulación el uso de este instrumento que puede tener múltiples motivaciones, su utilidad, no solo en los procesos electorales que es donde más se suele contaminar el hecho narrado, sino también para conocer el estado situacional de un grupo o conjunto social, en un momento determinado.

Otro ángulo que debe ser explorado es el comportamiento social ante determinados hechos de la realidad verbigracia, una pandemia como la que sufrimos hoy. Saber a través de un estudio, por qué determinados comportamientos de la gente, por qué la indiferencia ante determinadas medidas de protección, por qué los grupos humanos mantienen una relación de indiferencia al riesgo, al peligro, y sobre la importancia del sentido gregario humano ante la obligatoriedad de la distancia social, cómo se puede explicar eso desde las ciencias sociales.

Esto es debido a que las acciones sociales se hacen desde un centro de poder que debe conocer estas mentalidades, no para adecuar la ley a ellas, pero sí para saber cómo las construye, las ejecutas y las hace aplicable, y lo sucedido ante la pandemia corona virus, es una evidencia que el problema no solo es sanitario, es también social y cultural.

En esta lista de prioridades las ciencias sociales deben integrar cómo las clasificaciones tradicionales de clases sociales, grupos subalternos, poder factico, manipulación de la percepción e instrumentos de control social, se desvanecen o se contraponen a resultados a veces fuera de los manuales que han servido de marco teórico-analítico formativos de estas ciencias; pues la realidad siempre será elástica y más cambiante que el análisis de ésta, y encerrarse en esquemas para moldearla a nuestra percepción, solo nos permite un ejercicio intelectual válido, pero no una explicación de fenómenos sociales que fluyen de manera rápida, inesperados y con una plasticidad que la racionalidad de las ideas no logra aquilatar, ni alcanzar.

Este reto obliga a introducir al análisis de las ciencias sociales dominicanas por ejemplo en los números censales en el que los jóvenes son mucho más de la representación social de sus mandos medios y altos en toda la esfera de la vida dominicana, generando una quiebra generacional en la participación de esta población, que no es una clase social, es un conglomerado que cada vez se asume como sujeto social y manifiesta sus inquietudes, percepciones y posiciones de forma no solo espontánea, sino como expresión de un malestar social que se expresa en las calles por su exclusión ante las políticas públicas o la sociedad en su conjunto.

En ese sentido, los grupos dirigentes deben atenderlos por la propia naturaleza contestaria de estos sectores de edad y que, en nuestro país, con una movilidad social precaria, cada vez se sienten distanciados de las oportunidades que les son negadas por un modelo clientelar, instrumentalizado por el poder y prejuicios clasistas, raciales y culturales.

Los análisis del comportamiento de la gente y sus grupos representativos para las elecciones pasadas de marzo y julio 2020, dejó mucho que pensar, pues a veces estos análisis iban por un lado y la sociedad iba por otro.

En este caso el fallo no es de las ciencias sociales, falló el marco de análisis y los acomodos del estudioso de la sociedad, pues no olvidemos que en esta relación sujeto-objeto, es decir ciencia y realidad, no hay neutralidades, más bien existe el método científico para ajustar los devaneos ideológicos del sujeto o investigador, que permita no torcer la realidad social que es el objeto estudiado, pero siempre la frontera de la fragilidad está presente en esas relaciones de poder entre la realidad y su interpretación.

Lo cierto es que también cuando los instrumentos son validados por procedimientos correctos de las ciencias sociales, dan sus resultados que deben ser lo más cercanos al comportamiento del hecho social, de lo contrario, o falló el rigor de la ciencia en la elaboración de la estrategia de investigación o se contaminó la ciencia con el poder y los intereses que la promueven, y es también esta, una frontera frágil.

Otros temas que retan las ciencias sociales dominicanas, son los cambios acaecidos en la sociedad dominicana del siglo XXI: globalizada, migrante y con una diáspora pujante, la necesidad de definir un modelo de desarrollo que recomponga el ajedrez económico-social del país para que refleje más de cerca sus impactos en todo el engranaje social, contrapuesta a las viejas practicas sociales del siglo XIX y principios del XX, es así como su vida pública debe ser sintonizada con los nuevos tiempos, todo lo anterior nos reta a cambiar la manera de analizar esta sociedad dominicana de hoy y revisar los paradigmas teóricos y los supuestos arquetipos de enfoques que nos permitan actualizar el discurso y acercarnos más  a las constantes mutaciones sociales dominicanas.

Esta sociedad de hoy, cambiante, dinámica, exigente, que a pesar de la modernidad, la apertura al mundo, el impacto profundo de la tecnología de la comunicación, se congela a veces en un pasado decimonónico en sus mentalidades y liderazgos, con una debilidad estructural de su educación formal, exigen nuevas representaciones sociales, arrinconar el pasado, desterrar viejos comportamientos sociales, elevar el debate y encontrar senderos de desarrollo, inclusión social, competitividad profesional eliminando el amiguismo, el ventajismo y la incompetencia profesional para construir un estado eficiente, un sector privado cada vez más competitivo y unas ciencias sociales ajustadas a nuevos desafíos metodológicos y teóricos que nos permitan comprender más de cerca el complejo tejido societal que es lo dominicano como categoría social y cultural.