1.Los resultados de las elecciones municipales y en trece comunidades autónomas (excluyendo Cataluña, Galicia, País Vasco y Andalucía), han dado un resultado contundente: El Partido Popular (PP), obtiene 2.2 millones de votos por encima del Partido Socialista. Este recibe el mayor varapalo de su historia electoral reciente y salvo que se produzca un milagro en los meses que quedan para las elecciones generales de marzo de 2012, auguran un triunfo del PP.
Aunque si se hace una proyección de estos resultados a las elecciones para el parlamento el PP no obtendría la mayoría absoluta y tendría que pactar con los nacionalistas catalanes de CiU (como ya hizo Aznar en su primer gobierno), y con otros partidos nacionalistas o regionalistas menores.
2. Zapatero tomó la palabra en la sede del PSOE la noche de la gran derrota y diagnóstico que la misma era consecuencia de la crisis económica. Crisis que los socialistas no han provocado, obviamente. También felicitó al PP por su victoria. "Los socialistas sabemos ganar y sabemos perder".
Eso es cierto, pero quizás fallan en dilucidar los porqué del vapuleo electoral sufrido y los motivos de que se hayan escapado 1.5 millones de votos. Así como de que miles de votantes socialistas se hayan abstenido quedándose en casa. ¿Es sólo consecuencia de la crisis? ¡Claro que no!
3. Los gobiernos europeos que han tenido que gestionar la crisis han salido malparados en las elecciones, incluido el partido socialcristiano alemán de Ángela Merkel cuyas cifras económicas de crecimiento son las mejores de Europa. Ahora bien, la gestión de la misma por Zapatero no ha sido nada brillante, más bien ha sido de una torpeza increíble.
En primer lugar su optimismo económico le hacía decir que España estaba inmune a la misma por sus altas tasas de afiliación a la Seguridad Social y el superávit de sus cuentas, y que España podía capear bien la situación. Quizás un político no está para crear pánico pero tampoco para jugar al avestruz. Ante los consejos recibidos se obstinaba en proclamar que no cedería un ápice en cuanto a política social.
Todo muy loable si hubiera mostrado coherencia y consistencia política pero he aquí que un 9 de mayo de 2010, Zapatero, como Pablo de Tarso, se cae del caballo socialdemócrata y ante las "insistencias" de la UE, las amenazas de las agencias financieras de clasificación de bajar la calificación financiera de España y por ende de subir los intereses de la deuda y ante el fantasma de Grecia, Irlanda y Portugal, decide ceder a los llamados a la razón neoliberal y a la ortodoxia financiera especulativa y convertirse en el abanderado de las reformas.
4. Las reformas consistían en desmontar todo su entramado de política social, o mejor dicho, de utilizar una gran tijera para cortarlas. Hay que ser comprensivos con el Zapatero hombre de Estado, ya que no se trata aquí de hacer un análisis "neopopulista" de su actuación. ¿Podía resistirse ante presiones tan contundentes? Eso depende de la firmeza de las convicciones y del proyecto político social que uno esté dispuesto a asumir.
Lo normal – es decir, la normalidad estadística- en un político liberal, demócrata cristiano o socialdemócrata es que cediera ante las presiones político-financieras al uso. Ahora bien, la consecuencia era clara: estaba cercenando no sólo sus posibilidades políticas electorales sino la de todo su partido.
¿Es que alguien con juicio político sereno, no perturbado por el ruido de los asesores aduladores y con ideas más cercanas a los que presionaban por las "reformas" que a quienes van dirigidas las políticas sociales, podía esperar la aceptación pasiva y resignada de los recortes sociales?
Los sindicatos no aceptaron el papel de convertirse en correas de transmisión de la idea de que esas reformas eran la única política económico-social posible y la única necesaria. Llamaron a la huelga general.
El malestar social era superior a las cifras de huelguistas. Y eso se percibía en la calle, en las opiniones, en la espiral creciente del silencio de los socialistas y votantes socialistas y del creciente ruido mediático de los conservadores.
Y, ¿por qué no decirlo?, eso se sentía, desazón y frustración, otra más, de las que nos brindaban Zapatero y el grupo de sus seguidores que dirigen el PSOE. Con su mezcla de buenas intenciones, torpezas e incompetencias, unidas a su desprecio de la experiencia y la madurez de los militantes de sus propias filas, a los que han apartado sin contemplaciones allí donde estuvieran.
El corolario lo hemos tenido el 22 de mayo: los ex votantes socialistas lo abandonan en masa, en una sonata y fuga "in crescendo" y "molto vivace", y es que cuando uno actúa contra sus propios electores no puede esperar que éstos, de manera masoquista, lo premien dándole su confianza o renovándosela. Lo que han dicho los electores es que no quieren a políticos que dicen una cosa y hacen otra muy diferente.
La coherencia de un político es seguir una política que sea beneficiosa para sus electores en el bien entendido de que en una democracia el bien de la mayoría nunca puede ser contrario al bien común, al interés general.
5. Todo esto, y mirando incluso más allá de España, plantea las siguientes cuestiones:
1ª) ¿Sigue siendo factible en un mundo globalizado y controlado más de lo que suponemos por las grandes fuerzas financieras, aparentemente anónimas, una política social y económica socialista democrática o socialdemócrata?
2ª) ¿Estamos abocados ineluctablemente a aplicar exclusivamente políticas que sirven para acrecentar las fortunas de la oligarquía financiera internacional y aceptar pasivamente que nuestro único derecho como ciudadanos de a pie es trabajar cada vez más o más intensamente, tener una productividad cada vez mayor, ganar en relación con ello cada vez menos y encima, tener menos derechos sociales, sanitarios y laborales?
3ª) ¿Vale la pena votar a X o a Z si en definitiva no existen alternativas y se vote a un socialista o socialdemócrata o a un neopopulista o conservador siempre el resultado va a ser el mismo: políticas contrarias a la inmensa mayoría de los ciudadanos, disminución de los derechos socio-laborales, y logomaquia, para justificar el no tener el coraje político e intelectual para decir No al neoliberalismo e intentar a hacer otra política, al menos, hasta cuando los ciudadanos con sus votos nos digan que nos marchemos?