Hace un par de días conversaba con un grupo de amigos, a raíz del fraude-sabotaje de las elecciones municipales del pasado domingo 16 de febrero, de por qué no estalla una primavera dominicana, como un símil de las grandes manifestaciones que ocurrieron en varios países del Medio Oriente entre finales de 2010 y principios de 2011. O realizar fuertes protestas ciudadanas como han ocurrido desde mediados del año pasado en varios países de la región. Mi respuesta a dicho comentario realizado por mis amigos es: que el comportamiento de clase media aspiracional que posee la pequeña burguesía dominicana, le impide articular un movimiento popular rupturista capaz de llevarse de paso el sistema corrupto-clientelar que rige los destinos de la República Dominicana.

El origen de este fenómeno inerte de los sectores populares del país, tienen su génesis en la época colonial. En su obra Composición Social Dominicana, el profesor Juan Bosch, explica de manera magistral como la oligarquía colonial no era lo suficientemente capitalista, para crear una relación de poder lo suficientemente sólida que le permitiera desarrollarse económicamente, y, por ende, controlar el poder político. En dicha obra, el profesor Bosch cita a Marx, en lo concerniente a las oligarquías industriales capitalistas que predominaron en América, que eran meramente capitalistas, dando al traste con una oligarquía patriarcal, que en esencia era precapitalista, o como muy bien definió, el profesor Bosch de capitalismo tardío. Debido al fracaso de la oligarquía azucarera, en la época de la colonia, se descendió de una oligarquía industrial a una oligarquía hatera en una sociedad esclavista, y como bien describe el profesor Bosch todo lo ocurrido en nuestra historia está condicionado a ese descenso, al igual que el bajo desarrollo capitalista que sufrimos como pueblo.    

En realidad, el único momento de la historia en que todos los sectores de la pequeña burguesía han estado unidos en un solo objetivo fue durante la Guerra de la Restauración, donde el objetivo central era expulsar a los españoles del territorio nacional. Sin embargo, las pugnas entre los distintos sectores de la pequeña burguesía se pusieron de manifiesto por el control del Estado, lo que sumió al país en el caos que caracterizó los años subsiguientes. Con el ascenso de Trujillo al poder, y el control absoluto que ejerció sobre el Estado, y como explica el profesor Bosch en Composición Social Dominicana (pg. 249), cuando Trujillo aseguró la paz desarticulando los remanentes caudillistas regionales, y logró consolidar los medios económicos para mantener funcionando a la administración pública. Sin embargo, más adelante el profesor Bosch, explica de manera magistral, que entre el Estado y el pueblo existía una relación estrecha que no podía ser descuidada. Por tal razón, esa conexión estaba concatenada a un interés político y económico, por eso Trujillo encauzó dicha relación organizando al Partido Dominicano.   

Con la formación del Partido Dominicano, surgió en la República Dominicana, el fenómeno político de un Partido-Estado, que de cierta forma minó la articulación política y económica de la pequeña burguesía dominicana, y terminó plegándose al régimen para poder lograr cierta movilidad social. Este fenómeno se enraizó aún más debido al carácter clientelar con que se inició a ejercer la función pública, aquel que no era miembro del Partido Dominicano no podía ostentar ninguna función de importancia en el tren gubernamental. De esa manera, el Estado se convirtió en la gran empresa nacional, y aquel miembro perteneciente a: la alta, mediana o pequeña burguesía que su medio de producción no estuviera entrelazado con el Estado, tenía varias opciones: se adhería al puño del dictador, se iba al exilio o terminaba muerto. 

La realidad es que muy poco ha cambiado desde entonces en el comportamiento social de la pequeña burguesía dominicana. La mayoría de este segmento de la población se encuentra atada al Estado dominicano, ya sea de forma directa o indirecta, y los que no están degustando del pastel, esperan su turno en las gradas para poderlo hacer. Solo un pequeño grupo de la pequeña burguesía dominicana quiere desarticular el Estado clientelar actual que impera en la República Dominicana, ya que abrazan los nuevos dogmas de la democracia del siglo XXI, que tienen como eje central el fortalecimiento de las instituciones, no la pontificación del caudillismo. Sin embargo, ese segmento de la pequeña burguesía posee una conexión casi nula con los sectores populares, lo que no les permita articular un movimiento social sólido con facultades rupturistas.

Otro de los retos que enfrenta esa pequeña burguesía que no está plegada al modelo de Partido-Estado, a través del cual el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha ejercido el poder en 20 de los últimos 24 años. Es que ante la espontaneidad con la que surgen los movimientos sociales, que tienen como común denominador un hecho que hiere la sensibilidad colectiva. Por ejemplo, la escasez de pan dio al traste con el estallido de la Revolución francesa, o en este caso la suspensión de las elecciones se apela a la emotividad para movilizar a las masas. Sin embargo, la oposición política que puede servir de soporte estructural a estas protestas no ha actuado de manera ágil para aprovechar esta indignación ciudadana, ya que sin una articulación sólida esa llama se apaga con facilidad. La respuesta más idónea ante la inercia política de la oposición política dominicana se fundamenta exclusivamente, a que sus lideres forman parte de la gran masa de la pequeña burguesía que no quiere la desestabilización necesaria, porque no quieren poner en riesgo sus intereses mercantiles y solo quieren cambiar el color, no el sistema clientelar putrefacto actual.

El único momento en nuestra historia en que la pequeña burguesía estuvo vinculada con los sectores populares y actuaron en una misma dirección fue con la Revolución del Cibao en 1857. Sin embargo, por las desavenencias internas por intereses económicos y políticos de la pequeña burguesía nacional, no pudieron articular un proyecto político a largo plazo. El gran desafío que enfrenta la pequeña burguesía dominicana que quiere una ruptura con el sistema es el de salir de su zona de confort e ir por las escuelas, las universidades, los barrios y los clubes, llevando un mensaje de esperanza, y sobre todo de consciencia política, para así poder crear un movimiento popular que aglutine a toda la sociedad en una misma dirección, para de una vez y por todas tumbar la mesa que sostienen los de abajo.