Hace apenas dos años, Republica Dominicana se posicionó como el 3er país con el índice de feminicidios más elevado en la región, superado únicamente por Honduras y El Salvador, todo conforme a los informes presentados por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), los cuales revelaron que más de la mitad de los victimarios fueron personas integradas al círculo intimo de las víctimas; o más bien se trataron de casos conocidos como “feminicidios íntimos.”

Dos años después, las muertes violentas de mujeres por parte de sus parejas o ex parejas continúan siendo un problema social que preocupa no solo al Estado, sino a la sociedad entera. Pero ¿Qué hace que una muerte de esa especie sea considerada un feminicidio? Algunas legislaciones han determinado, de acuerdo a la gravedad del problema, darle un matiz distinto de las demás muertes e imponer penas más severas a ese novedoso tipo penal.

Se considera que el feminicidio es un crimen de odio que consiste en el asesinato de una mujer por su condición de mujer, razón por la cual el elemento “género” es imprescindible a la hora de calificar el crimen. Demostrar sin embargo que un hombre asesina a una mujer por su condición de mujer es empresa casi imposible; algo improbable a la hora de distinguir la muerte. Un hombre puede matar indistintamente a una mujer por varios motivos, incluso razones por la cual le daría muerte a otro hombre, y en tales casos no sería feminicidio. La muerte puede ocurrirse por infidelidad, o indicios de infidelidad, discusiones en el seno de la familia, o incluso un momento de ira, pero por su sola condición de mujer es improbable.

Muchas de las muertes lamentables sucedidas a las mujeres en manos de sus esposos son previsibles, e incluso evitables, si solo se detuviera el círculo de violencia a tiempo. Sin embargo, la responsabilidad primaria de imponer un alto al recorrido de violencia que precede a las muertes de mujeres por parte de sus parejas sentimentales corre por cuenta de la misma mujer, antes que del Estado, por lo que toda víctima de “feminicidio” tiene una cuota considerable de responsabilidad del hecho.

Es común la presencia de mujeres en los juzgados interponiendo desistimientos ante los tribunales en procura de evitar una condena en perjuicio de su agresor, o aduciendo, con aptitud histriónica y solloza, “que no existen motivos razonables para que sus esposos o parejas estén siendo procesados.” A este peculiar pero común fenómeno, es lo que la psicología suele llamar “Síndrome de la Mujer Maltratada”, que aunque en principio constituye un alegato de defensa del Common Law, también se considera un estado de depresión en el que muchas mujeres, víctimas de maltrato, no se reconocen como tal. Razonamientos como “Ese es mi marido, tiene el derecho de pegarme” o “mi marido me pega lo necesario” revela una profunda crisis de consciencia por parte de aquellas victimas que son precisamente las que deben activar a las instituciones del estado en busca de ayuda a su situación de perpetuo abuso.

Otro cuadro dramático que presentan algunos de los casos de violencia de género o “feminicidios” no tiene que ver con la crisis de consciencia explicada en el párrafo anterior, sino con algo igual o más perturbador: El factor económico.

Algunas mujeres no son capaces de denunciar a sus esposos o de continuar con el proceso penal ya iniciado por encontrarse en una situación de evidente dependencia económica. Incapaz la mujer de producir, cuestiones como el pago de la casa, manutención de los hijos, o sustento de la alimentación, son problemas gravísimos en ausencia del agresor, por lo que la víctima no encuentra otra salida que adaptarse al estado de maltrato a cambio de tener aquellos problemas, primarios por demás, resueltos.

Por lo que se puede apreciar, en Republica Dominicana el “feminicidio” no es una cuestión jurídica, pues como crimen el legislador aun no lo tipifica, pero sí es una cuestión social, cuya solución se encuentra probablemente en la cooperación conjunta del Estado, Sociedad y Familia, antes que en penas reactivas a casos ocurridos o por ocurrir.