Estamos en un mercado abierto y libre. La fijación de precios por decreto o por imposición de algún organismo público, no funciona y jamás funcionó en el pasado. Esa práctica, muy común en los años 70 y 80, destruyó a la agricultura y la industria nacional por muchos años y hasta el día de hoy se sienten sus efectos.
La pregunta es ¿Porque los precios de los productos de fabricación local no bajan cuando los combustibles han bajado su precio hasta un 35%?
En primer lugar, muchos de esos productos provienen del campo y no pueden bajar de precio porque el petróleo no representa nada significativo en sus costos. El otro problema es que el costo de transporte de esos productos, de la finca a los mercados, se mantiene prácticamente igual aunque pudiera pensarse que no es justo debido al ahorro en el combustible que debería reflejarse en el precio al consumidor final.
Pero esos transportistas, incluyendo el urbano e interurbano, están amenazando con dejar si efecto la reducción en las tarifas que hicieron recientemente, alegando las incontenibles alzas en el precio de los repuestos y el costo de la vida.
Y justificación tienen, porque ahora resulta que el aumento del ITBIs a muchos de esos bienes de consumo neutraliza cualquier reducción de precios por la razón que sea. Y a los que siguen exentos del ITBIs, también los afecta indirectamente. Todo aumentará de precios y en una proporción mayor al porcentaje del ITBIs aplicado a partir de enero.
Además, el comercio espera un aumento en los salarios mas allá del salario mínimo y eso tendrá un impacto fuerte en sus costos que tendrán que compensar de alguna manera o están ya compensando.
En el caso de las industrias procesadoras, donde el precio del petróleo tiene un peso mayor, el problema salarial es más grave ya que ese es uno de los principales componente en su estructura de costos. Todos esperan que ese aumento salarial se concrete en los primeros meses del 2015.
El peso también se está depreciando, lento pero constante y si la industria tiene un componente importado muy alto, la baja en el precio del petróleo apenas compensa el aumento en el costo de las divisas.
Ahora bien, el mayor problema de la economía dominicana está en su estructura de producción interna, afectada por muchas distorsiones. Hay monopolios y oligopolios en sectores productivos de gran alcance en el mercado interno y eso limita fuertemente la competencia. El bajo nivel de competitividad es otro problema que impide reducir los costos y traducirlo en menores precios. Igualmente, las exenciones tributarias al sector productivo generan desequilibrios y ambigüedades que muchos aprovechan para maximizar sus beneficios sin traducirlo en el precio final al consumidor. La evasión fiscal o el robo de energía es otro problema que crea desigualdades entre sectores y productos.
En general, aquí es difícil que los precios bajen porque cuando se abre una válvula se cierra otra. Es poco probable que los precios de los bienes de consumo se reduzcan por la caída en el precio del petróleo y de suceder, será imperceptible para el consumidor y estarán sujetos a los famosos especiales de los supermercados, donde al final de cuentas, el carrito se llena con los bienes a precios regulares.
Los más beneficiados son los propietarios de vehículos públicos y privados que están disfrutando de un ahorro significativo en sus gastos de combustible y eso alivia su presupuesto familiar.
El gobierno, por su parte, está preocupado por la caída de los impuestos a los combustibles (RD$20,000 millones), aunque parte de sus pérdidas serán compensadas con un menor subsidio a la energía (US$380 millones) y con una reducción sustancial en el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos (se estima en unos US$1,600 millones). Sin embargo, las autoridades buscaran la forma de compensar esa pérdida ya que para ellos nada significa un mejor balance externo ni una reducción en los subsidios. Lo importante es que las recaudaciones no bajen, sin importar las razones ni sus efectos compensatorios.