En la cultura dominicana -a la hora de escoger una fecha para rendirle tributo póstumo a un personaje de indudable relevancia histórica- se suele tomar en cuenta, casi siempre, dos efemérides: la del natalicio y la del fallecimiento. En el caso de Juan Pablo Duarte, el 26 de enero y el 15 de julio; en el caso de Eugenio María de Hostos, el 11 de enero y el 11 de agosto. Esto se parece a decir: «Nació y murió, pero entre el momento de su nacimiento y el momento de su muerte nada trascendente aconteció».

Luego de las actividades celebrando el aniversario del natalicio o conmemorando el aniversario del fallecimiento, el nombre del personaje —héroe o heroína— jamás será objeto de mención o de reverencia ni en los círculos intelectuales ni en las aulas universitarias y mucho menos en las aulas de las escuelas públicas y colegios. Es como si nada que mereciera ser destacado tuvo lugar en los 10 meses restantes de la vida del personaje cuya memoria se ha pretendido preservar o con el montaje de una conferencia o con el acto solemne de una ofrenda floral ante su tumba centenaria, que no siempre ocurre en el Panteón de la Patria.

En nuestra humilde opinión esa práctica, totalmente injusta, no está muy divorciada de aquella, muy común también, de lanzar al olvido a figuras fallecidas que  entregaron sus vidas pensando en la patria. La lista es larga y corto el espacio temporal del que disponemos para enumerarlos a todos. Por ahora, quedémonos con dos extraordinarios ejemplos: Juan Pablo Duarte, padre de la patria, y Eugenio María de Hostos, padre de la educación.

Una breve anécdota que ilustra lo que llevamos dicho. Luego de los actos realizados el pasado mes de agosto —con ocasión de cumplirse el 118 aniversario del fallecimiento en de Hostos—, varios escritores amigos reaccionaron al comentarles que el libro Visión de Hostos sobre Juan Pablo Duarte sería puesto en circulación en el mes de septiembre.

Portada del libro

«¿Y por qué no dejas eso para el mes de enero?», nos preguntó, casi sugiriéndolo, uno de ellos. Sonreímos, observándolo detenidamente por unos segundos, como si estuviéramos escarbando en nuestro cerebro las palabras precisas. Y he aquí nuestra respuesta: «Apreciado colega y amigo, Eugenio María de Hostos es para todos los días, para todos los meses, para toda la vida, porque su luminoso pensamiento sigue encendido, vivo, actual, y todavía puede servirnos de guía en medio de las sombras por las que continúa atravesando la sociedad dominicana en términos morales, pero, sobre todo, en la reorientación del sistema de enseñanza en República Dominicana, ámbito en el que nadie como él nos ha legado». Sorprendido ante esa respuesta, solo nuestro amigo atinó a decir: «Miguel, ahora entiendo; tienes toda la razón».

Es que en verdad son muchas las fechas trascendentes en la cronología vital de Eugenio María de Hostos. Tantas, que diariamente, y durante todo el año, podríamos montar un evento que ratificaría la grandeza del Ciudadano Eminente de América en numerosos campos del saber humano.

Belinda (Inda) de Ayala de Hostos, esposa de Eugenio María de Hostos.

En esa cronología vital hostosiana, en la parte correspondiente al mes de septiembre, por ejemplo, observamos dos acontecimientos de alta significación histórica ambos: el 214 aniversario del natalicio de don Eugenio de Hostos y Rodríguez —el ejemplar padre del Sr. Hostos—, nacido el 15 de septiembre de 1807 en la ciudad de Mayagüez, Puerto Rico;  y el 10 de septiembre se cumplió el 104 aniversario de la muerte de Belinda Otilia de Ayala Vda. de Hostos, acontecimiento que tuvo lugar en 1917 en la ciudad de San Juan, Puerto Rico. Y por esas dos efemérides históricas fue que optamos por realizar este acto de puesta en circulación de la segunda edición de Visión de Hostos sobre Juan Pablo Duarte en el mes de septiembre.

Eugenio Hostos y Rodríguez, padre de Eugenio María de Hostos.

No tirar en el baúl de los olvidos esas dos efemérides referidas a dos de los seres más amados por Eugenio María de Hostos es un modo de rendirle tributo a su memoria desde la sensibilidad más profunda. Su padre lo procreó con la mayagüezana María Hilaria de Bonilla, quienes lo educaron con amor y con valores; pero Belinda fue su sostén emocional constante, en las buenas y en las malas, desde 1877 hasta el momento final de sus días en 1903.

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Oportuno es consignar que el pensamiento pedagógico del Gran Maestro Eugenio María de Hostos estaba atravesado por las mismas ideas políticas que animaban al patricio Juan Pablo Duarte. Eran dos idealistas, dos abanderados de la causa patriótica de sus respectivos pueblos, por cuya independencia lucharon: Puerto Rico y República Dominicana.

Hostos dejó evidencias en su obra intelectual de la admiración y el respeto que le inspiraba la figura histórica del patricio. En su texto titulado «Duarte», contenido en el libro el insigne pensador puertorriqueño dice lo siguiente:

«En el seno de esa sociedad embrionaria, mucho más embrionaria todavía cuando la dominaban los haitianos y estuvieron a punto de absorberla, nació el primer dominicano. Llamábase Duarte, y tenía nombres bautismales, buena alcurnia, antecedentes de familia y cuanto la biografía aprovecha para enaltecer la personalidad que ensalza. A nosotros baste el apellido: con él basta, porque ese es el nombre que ilustró el primer patriota quisqueyano, y ese es el que con la historia de su triste patria lo conoce. Duarte, enviado a España por sus padres, se educó y adquirió allí la tenacidad de propósitos de que dio ejemplo hasta el momento de su muerte. Viendo esclava de esclavos emancipados a Quisqueya, antes de volver a su seno había resuelto, y al volver llevó a cabo, la independencia del vergonzoso yugo».

En conclusión, de haberse conocido y tratado, estamos plenamente seguros de que Duarte y Hostos hubieran sido verdaderos amigos, soldados de una misma tropa antiimperialista antillana, porque ambos eran hombres de armas a tomar y estaban impulsados, atravesados, por las mismas ideas libertarias.

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*Síntesis del discurso pronunciado en el acto de puesta en circulación de su libro Visión de Hostos sobre Juan Pablo Duarte, celebrado en la Academia de Ciencias de la Rep. Dom. el 15 de septiembre de 2021.