Forjada la conciencia por ese recurso primordial, el instinto, el animismo y la pura adoración de figuras sacralizadas, de lo desconocido, de los fenómenos de la Naturaleza,  todavía estaríamos los humanos construyendo ruedas de piedra y viviendo en las cuevas (lo que no sería tan trágico como estos tiempos pandémicos y amenazantes) y sometidos a las nomas del devenir.

En el principio, el hombre, poblado de gruñidos no es tan lejano de la bestia ni es tan rustico que no pueda pensar en forjarse un porvenir, una familia, un hecha instrumento útil, un transporte elemental, un despertar del fuego, que  de la Naturaleza. Después, milenios después, surgen las ideas mayores, los diseños complejos, las cuasi maquinarias pequeñas y precursoras.

Estas ideas van definiendo la vida colectiva del pitecántropo, van apartándolo de la  rústica animalidad y de la rutina y lo van distrayendo hacia la conquista, para su bien o su mal, de la Naturaleza.

Las ideas representan un antes y un después de las cavernas, de sus oscuridades, de sus limitaciones enormes

La escritura es el salto cuántico del primitivo hacia las novedades y los descubrimientos fundamentales para el complemento de la evolución con herramientas básicas para la ganancia de las guerras, para imponerse sobre el terreno, para establecer poblaciones, para crear Estados clánicos y forjar lo que sería llamado después las civilizaciones.

Panorama de expansiones, visión renovada y ampliada del universo, victoria del Homo sapiens.

Ideas e ideales, profundización y toma de conciencia del yo, asunción de la responsabilidad de guiar y transformar el mundo por vía de la inventiva, de la creación, de la cultura. Nadie discute, llegado ya a puerto el ánimo de cambios fundamentales, viene al caso preguntarse ¿para qué las ideas?

Un universo nos es dado, nuestra responsabilidad es transformarlo, declara con alegría Mario Bunge, como si fuese esta una tarea fácil y sencilla, pero convencido de que ello es posible si es que antes, un trastornado con enorme poder no lo echa a perder todo. Las ideas representan un antes y un después de las cavernas, de sus oscuridades, de sus limitaciones enormes. Solo una idea derrota a la otra.

La fuerza bruta no tiene nada qué buscar donde ella sienta sus fórmulas precursoras, sembrando la semilla del cambio, la evolución, la formación. La idea es la chispa del devenir, la más alta expresión de la conciencia forjadora de otras conciencias.