Es cierto lo que se dice que Brasil tiene una nueva clase media engrosada con 39.5 millones sacados de la pobreza, es decir que pasaron a la llamada clase C. Es gente con derecho a comer y comprar bienes muebles e inmuebles. Hoy la clase media brasileira (junto a clases altas) anda por los cerca de 100 millones de un total poblacional de 190.
Pero existe un problemita y es que es una clase con derecho a endeudarse, un poco parecido a los orígenes de la crisis sin salida que hoy exhibe Grecia. Y lo único que salva a Brasil es el reciente descubrimiento de grandes yacimientos petrolíferos en lo que hoy se conoce como pre-sal, además de contener en su territorio central uno de los mayores yacimientos de agua dulce fosilizada.
De los restantes 100 millones de pobres o muy pobres, una población igual a la dominicana vive con renta familiar de hasta veinte dólares por persona. El gobierno Dilma Rousseff mantendrá los programas asistenciales que han dado resultado contra la pobreza extrema, y al mismo tiempo le cayó atrás a 16 millones de miserables para darles asistencia con el programa Bolsa Familia (aquí lo imitaron en una partecita con la tal tarjeta solidaridad).
Este tipo de asistencialismo es lo que han venido haciendo los últimos gobiernos del PLD y el PRD. Sin embargo, por una sensible pérdida de valores y el desconocimiento del cambio de modelos capitalistas, no centran la atención en soluciones creativas dirigidas a hacer de un pobre un individuo pro-activo, a plantear soluciones y crear oportunidades y espacios para que un pobre o un miserable se convierta en productivo.
En Brasil existe esa preocupación por parte de dirigentes políticos de izquierda y de la extrema derecha llamada nacionalista. Se entiende que no es solo comer sino también disponer de servicios básicos como energía eléctrica, abastecimiento de agua, redes de saneamiento y recolección de basura.
Una lección que nos da Brasil es que identifica a los agentes de desarrollo en todas las áreas del saber (algo que conozco muy bien por haber servido durante tres años en el nordeste del Brasil).
Para trasplantar ideas brasileiras para soluciones a problemas de pobreza, primero tenemos que corregir la incoherencia político-administrativa nuestra, erradicar la subversión al orden natural de muestras necesidades básicas, precisamente cosas que nunca se han hecho en el país y que de cierta manera las experimento Juan Bosch en su presidencia de siete meses.
Existen buenos resultados en Brasil, solo que nuestros políticos cuando lo visitan lo hacen en un recorrido al estilo turístico. Al día de hoy no he visto a ninguno que haya visitado o al menos mostrado su información sobre un Brasil que durante toda su historia viene dando lo mejor para el mundo.
Algunos nombres vienen del arte y la cultura, pero también en lo tecnológico, en lo educativo, en lo científico y sobre todo en un fuerte componente político de gente honorable y servidora de su país.
Pena que Danilo Medina no conozca ese Brasil homérico y dichoso.