De nuevo pido permiso a mis lectores, para presentarles un artículo que escribí en 1998, en el Listín de entonces (Listín Diario, viernes18-9-1998) ¡hace más de 20 años!

Dedicado a mi amigo Albertucho, quien me dijo que no le cambie ni una línea.

El hombre no llega a ser hombre más que por la educación. I. Kant

 

¿Qué es una universidad? ¿Qué se aprende en una universidad? Para que veamos un ejemplo pertinente, les voy a contar una corta conversación con uno de mis estudiantes de la UASD.

-Profe, cuando llegué aquí de mi campo pensé que nunca me aprendería los nombres de todos estos edificios y los lugares de las oficinas, recuerdo que memoricé cuidadosamente cómo llegar al cine, para al otro día volver a ver una película.

La UASD es una experiencia de vida para todo el que participa en ella. Para la mayoría de los estudiantes es un lugar muchísimo más limpio y confortable que los barrios donde viven y que los pueblos de origen, y así uno se encuentra a estudiantes que aún sin clases van a la UASD a estudiar o a verse con los amigos, simplemente escapando de su hacinamiento barrial o de una pensión o un familiar forzado donde resisten porque tienen el deseo de hacer una profesión y mejorar en sus vidas.

La universidad es un lugar donde se instruye y educa. La instrucción la ofrecemos los profesores en el aula, los libros, los laboratorios y los exámenes. La educación es algo diferente: son las normas, los ejemplos, la forma de hacer las cosas, la tolerancia y la visión de la vida.

Para citar un artículo que leí recientemente; “pasar por la universidad no significa solo aprender el oficio de biólogo, químico, médico o abogado. Es un espacio para aprehender la vida, la que fue, la que está siendo y la que podemos prever que será…Significa tener elementos para condenar a quienes han usado el potencial humano para su beneficio personal y a costa del sufrimiento de otros. Un aprendizaje doloroso, una advertencia y un compromiso para estar alerta, en contra de los Hitlers, Mussolinis, Francos, Somozas y Pinochets, y no permitirles volver a enseñorearse sobre las naciones”. Por supuesto que podemos agregar nombres más cercanos y más nuestros.

Ahora bien, para las clases acomodadas y ricas de este país la universidad no es un problema. Pueden enviar a sus hijos al extranjero o elegir entre las veinte y pico universidades privadas dominicanas. ¿Y para los pobres que hay? Para los pobres no hay elección, no hay democracia, no hay entre que escoger: ¡o van a la UASD o no estudian! O se educan en las formas de la UASD o no se educan, o se instruyen en la UASD o no se instruyen.

Y es curioso, que el Estado Dominicano haya avalado préstamos internacionales para universidades privadas, que hayan ampliado el universo de elección para los que pueden y que sin embargo condene a los más a una única visión, a una única solución, a una única manera: la UASD

Las formas y los problemas de la única universidad pública del país son muy conocidos. Quizás sea menos conocido el hecho que la mayoría de las universidades privadas son una copia de la UASD, sin piedras, sin movilizaciones y sin prestaciones laborales a sus empleados y profesores. Y al igual que la UASD, sin posgrados, sin investigación, sin profesores contratados como profesores de planta, sin (y podemos decir quizás algunas con regular) instrucción y con cero educación salvo la que se dan los estudiantes unos a otros.

La UASD está saturada de problemas y de estudiantes. Alguna solución encontrará, pues siempre las hay aunque lleguen tarde y resulten ya inservibles y lo que es peor, la UASD no tiene en el país con qué compararse, no tiene contra quién apostar, no tiene cómo medirse, pues las privadas son un mundo aparte y las extranjeras están muy lejos para que se vean desde aquí.

Creo que es tiempo de que pensemos en otra universidad pública. Distinta a la UASD, diferente a las privadas, pública y gratis, al alcance de todos y para disfrute de los que trabajen para merecerla.

Cuando he conversado con amigos y profesores universitarios me dicen que es una buena idea y que el Estado puede construir otra universidad en la zona Este de la capital, y les digo que no, que la quiero en el oeste donde están las otras. Otros me dicen que es una excelente idea y que pudiera construirse en el interior, y les digo que no, que la quiero en Santo Domingo; otros expresan que el Estado debería construir un centro de la UASD en otra zona de la ciudad o que se les dé autogestión a los centros regionales de la UASD y les digo que no, ¡que la quiero distinta, con otras formas, con otro modelo, con otra administración, con otra instrucción y con una distinta educación!

Creo que estamos en el momento de otra universidad pública, de otra universidad estatal, como en el resto del mundo, en todos los países, donde hay varias universidades públicas y distintas; donde se ofrecen opciones y se hacen comparaciones.

Permítanme decir en este punto cómo me gustaría esa nueva universidad.

La quiero pública y gratis, enseñando todo lo que ofrece la cultura, la ciencia y la técnica desarrolladas por la historia humana.

La quiero de 8 de la mañana a cinco de la tarde, como todas las universidades del mundo, donde de noche solo se realizan estudios especiales.

La quiero con sus jornadas regulares y sus períodos de vacaciones en verano, como todas las universidades del mundo, donde no se concibe que en un verano a 35 grados centígrados de doce a dos de la tarde se enseñe nada ni se aprenda nada.

La quiero con profesores contratados de planta, que trabajen en su universidad para su universidad, con sus posgrados, con salarios decentes, sus oficinas, sus laboratorios, sus progresos académicos y sus prestaciones, como todas las universidades del mundo.

La quiero con posgrados, maestrías y doctorados gratis, pagados por el Estado, según los méritos acumulados y las necesidades del país y de la universidad. Que esos posgrados sean a tiempo completo (y no dos veces a la semana y nocturnos) y que compitan nacional y regionalmente, como todas las universidades públicas del mundo.

La quiero con administradores y funcionarios competentes y de probada calidad intelectual y académica, donde ser funcionario sea un deber más del profesor y no un salto a la política partidaria o al gobierno.

La quiero con un campus hermoso, quizás en la entrada de Santo Domingo, en esa autopista que tanto nos ha costado a todos y que es tan bella hoy de transitar.

Su forma de gobierno y de administración no me interesan tanto, en el mundo hay miles de ejemplos a seguir, ejemplos exitosos, muchos muy cercanos geográficamente, en países con los cuales hoy firmamos tratados y conformamos bloques regionales.

Cuando el presidente norteamericano Clinton visitó recientemente China e intercambió opiniones con estudiantes de la Universidad de Pekín, que solo tiene 20 mil estudiantes en un país de mil millones, dijo algo que me puso a pensar: “La Universidad de Pekín llevará a la China hacia el siglo XXI”; ¿se atreverá el Gobierno dominicano a terminar con el mito de una universidad pública única y convulsionada, de universidades privadas con sus propios intereses (legítimos, pero no necesariamente colectivos) y tomará el reto de otra universidad pública distinta, eficiente, cuna de cultura, instrucción, educación y opción, que nos ayude a entrar al siglo 21? Algún gobierno tendrá que atreverse, no lo dudamos ni un instante.

Permítanme terminar citando a Fernando Savater, ese moderno filósofo español cuando dice que: ʺLa libertad es un logro de nuestra integración social, ser libre es liberarse de la ignorancia…No nos engañemos: la enseñanza no puede ser un bien más de los que se ofrecen en el mercado. Si así fuera…los pobres no tendrían derecho más que a escuelas tan pobres como ellos mismos”. Y sin la libertad de las mayorías ninguno seremos jamás libres, pues sería una ilusión la integración social de una comunidad.