“Artículo 33._Himno Nacional. El Himno Nacional es la composición musical de José Reyes con letras de Emilio Prud ´ Homme, y es único e invariable´”; así lo establece la Constitución dominicana. La constitución dominicana lo norma  como el único canto a  la patria digno de solemnidad, reverencia  y protocolo particular.

El bicentenario, a celebrarse a partir el 26 de enero del próximo año    como motivo del natalicio de  Juan Pablo Duarte, marca el carácter de una nación que trilló el horizonte de la libertad, la justicia y la soberanía, y cada vez que ha sido necesario, inspirados en el pensamiento de Duarte, el martirio de Sánchez y  el coraje de Mella, los dominicanos hemos reivindicado esta vocación.

Los estadios dominicanos, auspiciado por la liga dominicana de beisbol son los pioneros en la celebración del bicentenario del padre de la patria, acción digna de reconocimiento y elogio; siguiendo la tradición de algunos estadios de las grandes ligas, entonan  en el séptimo inning la canción compuesta por Juan Luis Guerra dedicada  a  Duarte con motivo de su bicentenario, es una gran pieza literaria y una hermosa canción.

Además de sufrir  la tragedia de los Tigueres del Licey, ya que, cuando no es una cosa, es la otra: la hacen los pícher, la defensa  desaparece  o el bate se apaga; he tenido que sufrir  la confusión que está promoviendo  esta canción, al asumir cuando se entona la misma  la actitud de reverencia y solemnidad reservada  al Himno Nacional,  canto dedicado al  bicentenario y grandeza del patricio Juan Pablo Duarte.

El acto de quitarse la gorra o el sombrero, gesto adusto en reverencia y respeto como  signo de recogimiento a la gloria y  grandeza de la patria, solo está reservado este comportamiento  al canto único de la patria, el Himno nacional. La práctica de hacer estas mismas reverencias al canto a Duarte, genera duda y confusión, esta actividad en el séptimo inning no reviste la necesidad de quitarse gorras o sobreros  y hacer reverencia, resultan no didáctica en detrimento del himno nacional y la preservación de los valores auténticos de la nación.

Cuando se entone el canto a Duarte con motivo del  bicentenario, en escuelas, estadios, canchas, teatros y salones, hagámoslo  con alegría, regocijo, batiendo gorras y entonando al unísono el orgullo de ser dominicanos. No confundamos nacionales y extranjeros con prácticas confusionistas e  ignorantes.

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