Si a Trujillo lo llegaron a llamar Padre de la Patria Nueva, si a Balaguer lo designaron Padre de la Democracia, y ahora a Leonel quieren llamarlo Padre de la Educación, entonces suplico, por favor, que ya no nos endosen más padres. Padres así no son buenos. Se trata de una paternidad irresponsable que conduce a sus hijos por los peores caminos.
De las tribulaciones de la Patria Nueva de Trujillo ya no vale la pena ni hablar. Era una hija oprimida, expoliada. Hasta que ya no se pudo más.
Mucho más fresco está en la memoria la Democracia, la hija de Balaguer. Paradojas de la historia, o mejor dicho, de la política criolla: llamar Padre de la Democracia justamente a la persona que se ocupó de impedir el desarrollo de la democracia en el país por gran parte del siglo XX, cuyos intereses y ambiciones primaron por décadas sobre todo intento de construcción de una sociedad abierta y democrática. O más bien, en que había una democracia para él y para su gente. Podía haber elecciones, siempre que no se discutiera quién tenía que ser el ganador. Eso estaba predeterminado.
Y todos los beneficios del poder eran para los balagueristas: los empleos, las botellas, los contratos con el Estado, las viviendas que hacía el Estado, los premios de la Lotería, el derecho a matar, a robar, a traficar, a evadir impuestos. Y el poder militar, y el poder judicial, y las leyes, y el poder represivo del Estado, todo era para ellos.
Y cuidado si alguien se equivocaba pretendiendo ser opositor, porque si llegaba a constituir algún peligro o amenaza a su condición de "demócrata", por mínimo que fuera, entonces lo compraba; y si no podía, entonces lo encarcelaba, o lo desterraba, o lo mataba. O en última instancia, le azuzaba a Vincho para que le hiciera la vida imposible, para que lo mordisqueara hasta desfallecer, como le ocurrió al pobre Dr. Peña Gómez.
Ahora vamos a tener un nuevo padre, en este caso, un Padre de la Educación. Pobre hija desamparada. Justamente el Presidente que pudo casarse con la gloria al llegar al poder, quince años atrás, dando un paso para crear un sistema educativo razonablemente eficiente. Un pequeño paso que habría parecido de gigante, por encontrar un terreno baldío, ya que en educación faltaba todo por hacer.
Y en vez de ello, prefirió seguir los pasos de su mentor y padrino político, el gran "demócrata", no en educación, sino en todo el arte de hacer política. Un Presidente que además, ha dedicado tanto tiempo, que ha gastado tanto esfuerzo, en recolectar cifras y consultar autores que le permitan demostrar cómo no se mejora la educación, para después justificarlo frente a la opinión pública, como hizo en su discurso del pasado 27 de febrero. Y como lo único que sabe es cómo no se mejora la educación, pues eso hace. Nunca ha tenido intención de averiguar cómo se mejora, porque eso no interesa. Total, que de todas formas nada se haría.
Y es así como tras tanto tiempo, la República Dominicana es el hazmerreir del mundo civilizado en materia educativa. En que todas las pruebas que se hacen reflejan la precariedad del aprendizaje de nuestros alumnos, en que todos los índices que preparan organismos internacionales muestran la escuela dominicana en lugares que superan hasta los más pobres países de África. Como ocurre con el Índice de Competitividad Global, que ubica a la República Dominicana, en calidad de la educación primaria, en el lugar 140 de un listado de 142. Es decir, en un ranking en que se analizan 142 países de todo el mundo, los investigadores sólo encuentran dos que pudieron ubicar con una escuela peor que la dominicana. Y algo parecido se encuentra con varios otros indicadores, que exhiben la pobreza de una educación que tiene tan poderoso "padre".
Por favor, ya no nos endosen más padres. Con tener tres Padres de la Patria (sería la Vieja) ya es suficiente.