Este titular es un clásico “gancho” publicitario bastante antiguo, pero aún que suele dar buenos resultados para llamar la tención de los lectores, despertando así la natural curiosidad humana, y en este caso, por ver o hacer lo contrario de lo que se nos pide, o se nos impide. La curiosidad mató al gato, dicen. Es como una fuerza inversa que a veces nos mueve de manera poderosa en la dirección equivocada. Esto no es nuevo, pues viene de muy lejos, comenzó con el amigo Adán y la amiga Eva, que saborearon el fruto de lo prohibido y por eso estamos como estamos, trabajando por cuatro cheles, tomando medicinas carísimas, o muriéndonos por ahí de viejos, de enfermos sin futuro, o simplemente de aburrimiento ante las propuestas de muchos candidatos en campaña.

Y  en esto, en llevar la contraria, en hacer lo que no se debe, los dominicanos debemos estar bastante arriba de los ranking mundiales que ahora se hacen para medir cualquier cosa, desde la transparencia de los gobiernos, la felicidad de los habitantes de los países, o saber cuántos metros cúbicos gases expelen los traseros de las vacas de tal o cual raza o región. Aquí, en nuestro patio tan maravilloso y lleno de peculiaridades, eso de hacer lo indebido es una especie de deporte nacional, aún más popular que la pelota, y eso, que como muy bien decía un anuncio, lo llevamos en la sangre. Y es además un asunto transversal que va desde las más altas instancias políticas que marcan líneas generales a seguir, hasta las medias y bajas instancias populares, que las asumen y practican a cada rato en su diario vivir, aunque, hay que señalarlo, encontramos excepciones dignas de figurar en el MDCD, Museo Dominicano del Comportamiento Debido.

Por ejemplo, se nos dice que no pasemos un semáforo en rojo, y ¡zas! lo saltamos a cada rato con gusto, llenos de inconsciencia hacia la integridad el prójimo, y de retaliación hacia las autoridades en una especie de rebelión interna, como si el inconsciente freudiano nos dijera en voz baja (¿o alta?) ¡qué se fuñan! si ellos no respetan la constitución con tal o cual proyecto, ley o tejemaneje legislativo, yo tampoco lo hago con el molestoso y tardón semáforo. ¿Qué no está permitido tirar basura? ¡Quién dijo! Tampoco están autorizadas o debidamente controladas las normas de seguridad muchas bombas de gas y funcionan como si nada, o explotan en cadena como si fueran fuegos artificiales de Navidad, así que por unos cuántos desperdicios en plena calle, un acto tan venial, no se va a acabar el universo.

¿Qué no se pueden robar los fondos de erario público?  Ja,ja,ja… ¡Eso será para los infelices que no tienen la suerte de haberse encaramado al palo! Así que cuando alguien tiene la “suerte”  de subirse también, continua la saga de corrupción de los anteriores, o de los que lo rodean, total, eso aún está bien visto por muchos y, además, si no lo haces… hasta eres un estúpido que no has sabido aprovechar la oportunidad. Y así podríamos seguir hasta casi el infinito, con la propiedad privada, con los aranceles aduanales, con las especulaciones de productos de primer necesidad… los buenos ejemplos se siguen, pero por desgracia, los malos, que tanto abundan, son más excitantes y fáciles de imitar. Si usted ha leído este escrito, no se preocupe, ha hecho bien, pues las intención era decirle que no lo leyera para lograr lo contrario. Esperamos haberlo conseguido.