En mi artículo de la semana pasada abordé el problema del futuro de la comunicación académica. Lo retomo por tratarse de un tema de suma importancia para el el futuro de la ciencia en República Dominicana.

En nuestro país hemos carecido de comunidades científicas y de los espacios comunicativos donde ellas expongan sus teorías y perspectivas sobre los problemas.

Si no existe una comunidad científica, la empresa del conocimiento se convierte en una aventura quijotesca, condenada a la esterilidad y al olvido. Aunque en el imaginario popular la ciencia se asocia con genios solitarios, como Newton, Galileo, Darwin o Einstein, lo cierto es que la ciencia contemporánea es el producto de equipos de investigadores que cooperan mancomunadamente intercambiando información, discutiendo problemas, empleando instrumentos y buscando soluciones.

Pero todo este proceso es vano si el resultado final de este trabajo no es comunicado para ser discutido, avalado o criticado por otros expertos. Para ello existen las revistas científicas. Estas son publicaciones periódicas clasificadas por áreas de conocimiento que reciben artículos en función de una determinada especialidad.

El modelo común de funcionamiento para estas publicaciones es el denominado proceso de revisión por pares. Según el mismo, un conjunto de expertos -usualmente dos o tres especialistas- revisan una versión del artículo donde no se puede identificar a los autores del escrito, ni los escritores saben quiénes son sus evaluadores. Por esto, el procedimiento es denominado también revisión ciega por pares. La revisión ciega  se realiza con la intención de que el jurado evaluador no se vea influido por los autores en la toma de decisión.

El jurado evalúa el artículo tomando en cuenta su originalidad, su consistencia metodológica y la trascendencia de los hallazgos presentados. Los especialistas pueden decidir que el artículo sea publicado, revisado o rechazado.

La cantidad de artículos publicados en revistas de este tipo incrementa el prestigio de los autores –que ascienden en la carrera académica gracias a estas publicaciones-  y contribuye a la conformación de una cultura académica, cuya sostenibilidad depende del ejercicio del debate basado en la investigación rigurosa.

En República Dominicana, durante distintos momentos de nuestra historia y en distintas instituciones académicas públicas y privadas, se han hecho esfuerzos de crear publicaciones con similitudes a las publicaciones académicas internacionales. Sin embargo, estos proyectos han terminado siendo inviables por la ausencia de un sostén institucional (una universidad, una sociedad, etc.), las carencias de una cultura investigativa, las deficiencias de un sistema de educación superior que produzca suficientes artículos para ser publicados y también, la ausencia de estímulos para escribirlos.

El profesor José Ramón Albaine Pons sostiene la necesidad de que el Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología produzca dos revistas académicas: Una para el área de las ciencias naturales y otra para las ciencias sociales y las humanidades. Desde su perspectiva, las mismas deberían funcionar con un comité editorial no conformado por funcionarios del ministerio para garantizar la independencia de los evaluadores.

La idea del Dr. Albaine se relaciona con el problema de los proyectos de investigación financiados por el ministerio, cuyos resultados desconocemos ante la ausencia de una publicación en que los mismos sean comunicados y discutidos.

La propuesta del profesor no es usual, porque en los países donde existe una tradición académica las publicaciones científicas no son producidas por los ministerios de educación, sino por asociaciones científicas, universidades e institutos de investigación.

Por supuesto, su planteamiento es sugerente en la medida en que en nuestro país ninguna de estas instituciones ha podido cumplir con  criterios internacionales de calidad sostenibles en el tiempo.

Ya sea que acojamos la propuesta del profesor Albaine, o que entendamos que el Estado deba dedicar un fondo especial para que instituciones académicas dominicanas asuman la responsabilidad de sostener revistas científicas, debemos embarcarnos ya en esta empresa por el futuro de la ciencia en Dominicana. Esta empresa no está separada del problema de cómo estimular a la publicación y de la necesidad de crear un sistema nacional de investigación que implique contratos para los docentes e investigadores, permitiendo de este modo hacer de la investigación en nuestro país un ejercicio profesional de especialistas y no la aventura intelectual de un quijote.