El dandí fue una especie de epidemia que atacó severamente las gallinas en nuestros campos en la década de los ochenta. La manera de manifestarse es que las gallinas iban perdiendo las plumas paulatinamente y sin alguna causa aparente.

La salida inmediata era matar la gallina infectada para evitar la propagación del mal hacia las demás gallinas. Nadie osaba ingerir la carne de alguna de estas aves si sabían la razón de la muerte.

La otra manera de evitar la propagación era escribir en la pared o en las tablas de su casa “por aquí pasó el dandí” con la intención de despistar la epidemia. Se tenía la creencia de que, al ver que en la casa señalada ya había pasado el dandí, entonces continuaba a la siguiente vivienda y así por el estilo.

Esta salida ingenua nos causaba cierta gracia pues nunca se ha visto una enfermedad que sepa leer, pero de igual manera lo hacíamos partiendo del convencimiento de las personas mayores en esta fórmula para apaciguar las decenas de gallinas que eran sacrificadas a diario.

Pero resulta que también existe otro dandí o dandy de connotación muy diferente. Un dandi o dandy es una persona muy refinada en el vestir, con grandes conocimientos de moda, proveniente de la burguesía que terminaría convirtiéndose en un referente para su época.

La corriente asociada al dandi se denomina «dandismo». No está claro el origen de la palabra ni su procedencia, pero nació en la sociedad inglesa y sobre todo francesa de finales del siglo XVIII.

Se afirma que los seguidores del dandismo contribuyeron a crear la moda masculina actual, así como el concepto de celebridad y el de derechos de imagen.

Mirando las dos concepciones he reparado en una observación quizás interesante al respecto y es que, para lucir como el dandy en ocasiones se debe procurar el efecto del dandí y me explico:

Normalmente cada cuatro años, al culminar un periodo gubernamental, salen a flote los escándalos de corrupción y los nuevos millonarios que habrán de cabildear algún espacio social en la nueva clase a las que pertenecerán.

Desplumar el Estado, despojarlo de los bienes y atribuírselos de manera personal es el efecto del dandí que ocurre sin reparar en la más mínima expresión de vergüenza pues las fortunas acumuladas les servirán para agenciarse el favor de la justicia y pasar a la cultura del dandi, pero el otro, el del jet set.

He pensado que en el plano socio-político nuestro en algún momento debería escribirse que por aquí pasó el dandí, pero como todo tiene sus pro y sus contras es posible que aún escribiéndose lo único que logremos sea despistar, engañarlo para que no entre y continúe su recorrido no grato para otro lugar.

En este caso las letras de la escritura serían las leyes bien cumplidas aplicadas sin favoritismo ni exclusión, que la soga no rompa por lo más delgado cuando se trate de encarcelar a quienes se hayan alzado con el santo y la limosna, que los delincuentes con diez y hasta veinte fichas no circulen por las calles como quien se burla de la sociedad a quien hace daño por la complicidad con los mismos que se suponen deben tomar acción contra ellos.

Sé que esto puede sonar utópico, pero es a lo que mínimamente deberíamos aspirar como pueblo pues sería la única manera de que, una vez exterminado el mal, podamos escribir en las paredes de la realidad sociopolítica “Por aquí pasó el dandí”, pero se arrepintió.