El populismo como expresión concreta de la demagogia en el discurso y la practica social y sobre todo, política, ha calado posición, dado que cada vez más las masas populares se la alejan de la construcción de utopías redentoras que hagan posible determinada sensibilidad ante los problemas cotidiano que las agobia en el día a día.
Populismo no es solo de la esfera política donde se puede palpar, hay populismo en la iglesia, en los gremios, las asociaciones, y otras prácticas sociales que mantienen vínculos con sectores populares, alimentando con dicha práctica una relación de iguales que no existe. En su acepción más convencional se define como la tendencia política que dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo.
Obviamente que se hace más visible en la dimensión política. es la política para reproducirse como estructura de poder requiere una representatividad social que le permita un determinado posicionamiento e influencia en sectores sociales deprimidos. No solo económica, sino por igual, intelectual.
La base del populismo, si bien como dijimos, es la demagogia basada sobre todo en promesas que se incumplen, se apoya también en la pobreza analítica, intelectual de razonamiento que entorna su cotidianidad. El clientelismo le sirve de aliado fundamental en estas prácticas inapropiadas de la política, pues convierte al ser humano en mercancía con precio y nivel de control sobre sus hechos. Su definición tradicional se resume en estas palabras Empleo de halagos, falsas promesas que son populares pero difíciles de cumplir y otros procedimientos similares para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política.
El populismo retuerce los hechos y propósitos sobre los cuales se montan discursos y campañas propagandísticas, para articular determinados candidatos, líderes y cuotas de poder, de ahí su importancia, como ejercicio de acompañamiento de la actividad política.
De izquierda o derecha, el discurso y la práctica populista enarbolan las mismas estructuras discursivas de mesianismo, ayuda a los pobres, salvación y paternalismo que termina por embriagar a veces, los corazones de los más desposeídos para usarlos como instrumento de reproducción política.
El pueblo, los pobres, los marginados, los abandonado por la mano de Dios, se hacen los focos de atención, pero el populismo se llena también de discurso y aristocracia para atraer intelectuales, trabajadores, amas de casa, hombre del campo y estudiantes.
De doble moral, el populismo abraza todas las causas redentoras y de falsa solidaridad. Apuesta el populismo, a mantener una anomia social de los grupos y sectores de la sociedad sobre la base de comprometerse con acción que comprometan a la gente en esos mismos propósitos, terminando por negar toda la base de sustentación social a la que se dirige la práctica populista, previamente consciente sus promotores, de lo irrealizable de sus posturas, pero funciona como sedante de los conflictos sociales, bajo el disfraz de que yo también estoy contigo.
La historia humana está plagada de discursos y posturas populistas desde los tiempos antiguos. La sociología política y la ciencia política, advierten de su peligro y deslizamiento de esta práctica hacia dictaduras y totalitarismos como lo sucedido con el partido de Adolfo Hitler el Nacional Socialista, era populista porque uso dos temas de moda en su época: el auge de las ideas socialistas y su arrastre en la clase obrera y el nacionalismo como arma de convicción, de sectores populares y de clase media, basado en una demagogia de hacer de Alemania un gran país, apoyándose para ello en sectores de la clase media, media baja y proletarios. Todos sabemos cómo terminó ese experimento social.
Por mucho tiempo las ciencias sociales designaban el término solo a las prácticas políticas conservadores, sin embargo, muchos ensayos socialistas han terminado moldeados por el populismo llamado de izquierda, que no logra mejorar las condiciones de vida de la gente y se pasa la vida entera usando fantasmas para justificar su ineficacia social y fracaso político, pero se dicen ser los representantes del pueblo creándose una clase político-burocrática salida de las entrañas del partido que termina beneficiándose de la parte mejor del pastel.
Hoy el populismo está presente de muchas maneras y sin el manto ideológico que por mucho tiempo lo adornó, pues las ideologías balbucean. Todo argumento en el plano político que se asuma como portavoz del pueblo y de los pobres, es además de demagogia pura, un fiel representante del populismo en sus diferentes versiones modernas y de eso deben cuidarse las sociedades, pues el populismo nunca nos ha conducido a soluciones satisfactorias y a la real mejoría de las condiciones de vida de la gente pobre y necesitada, se queda en el discurso y las palabras huecas.