Durante el próximo mes, el Banco Central de la República Dominicana coloca en su patio un enorme árbol de navidad. Este es bastante grande y tiene un montón de luces como cualquier árbol de una casa dominicana. No he llamado a la augusta institución. Sin embargo, por una investigación rápida me doy cuenta que este se monta a inicios de diciembre.

Uno se queda asombrado con el árbol. No sucede como ocurría con el famoso mono que colocaron en un parquecito de la capital, al que también –es justo entenderlo– iba mucha gente. Alguien podría decirme sin mucho esfuerzo que esos que iban a ver al mono eran correligionarios del partido del gobierno anterior. Recontracáspitas!

Montar adornos en una ciudad como Santo Domingo lo que requiere es organización. Las lucecitas del árbol del Banco Central serán colocadas allí con mucho esmero, así como ha sido la administración de la política monetaria.

La gente tiene claro que quiere salir por las noches. Está clarísimo que la multitud puede darse su vuelta por los parques. Son muy concurridos algunos por esos que caminan diariamente en una clara vindicación del fitness. Tenemos el ejemplo de las tardes del malecón de la ciudad, que no es que está adornado para esta navidad, pero que es muy visitado por estas épocas del año.

En esta zona, la gente camina durante largos minutos. Algún caminante del Mirador del Sur me dirá que la política económica de este gobierno ha sido positiva, y que lo demuestra el turismo. Corroboro y le pregunto qué piensa de la ciudad colonial, sobre todo ahora en navidad. Antes, me dice, “déjame decirte que el Banco no solo hace política monetaria, sino que coloca su árbol para que la gente lo disfrute”. Un peso por cada bombillito y hablaríamos de una fortuna.

En otro tema, menciona la cantidad enorme de visitantes que hemos tenido en la isla. Y atreve: “la razón por la que tanta gente ha venido en los últimos meses, podría ser que estos turistas querían huir de la pandemia, algo que aclaro no está demostrado con algún estudio de campo”. Lo cierto es que ha venido mucha gente, como se va a ver la torre Eiffel, la verdadera, no la que colocaron aquí por la plaza de la bandera y que a fin de cuentas se llevaron a ‘Los Coquitos’. No será extraño que allí la gente la vaya a ver sino es que esta tirada en el suelo. Si quieren ir que vayan.

No se ha hecho un estudio sobre la cantidad de gente que va a ver el arbolito de navidad del Banco Central de la República, así como tampoco se le preguntará a esos concurrentes –quieren botar el golpe–, qué opinan de la política monetaria del gobierno. Pero la pregunta cae como por gravedad: viene gente a nuestros hoteles citadinos a pasar los fines de año? Ese dato, como decimos, tiene que ser investigado. Lo cierto es que los tres millones de turistas que hemos tenido desde enero son algo que mueve a la alegría de gobernantes y gobernados. La pregunta se refiere a los hoteles de la ciudad, esos que si se pueden contar con una lista guardada en algún lugar. Pero el adorno del encargado de la política monetaria es visitado por cientos de miles de capitaleños?

La respuesta está clara: “no tenemos el mecanismo para contar la gente que va a ver todos los años, el arbolito del Banco Central”. Habría que tener entrevistadores en el lugar, o habría que tener un paso restringido en plena calle de Gazcue. Lo cierto es que la gente se pregunta por qué no se ha forrado de luces la avenida Máximo Gómez. Podrían ponerse lucecitas de todos los tamaños en esta avenida que es como una avenida central de la capital. Alguno argumenta: “ponerlos en la 27 sería un caos”. La gente se preguntará dónde están las luces, y es cierto que ya las plazas tienen todos los bombillitos habidos y por haber, adornando con mucho estilo la noche capitalina.

La capital, cierta zona de la capital, ha cambiado con esto de las plazas. Estos bombillitos no solo estarán adornando este sitio por estas fechas, sino que los apartamentos y las casas privadas lo harán, qué duda cabe?

Uno se pregunta cuál es la cantidad de bombillitos, así como cuánto es la cantidad de turistas que se quedarán en sus habitaciones para esperar aquí el fin de año. “No, se van y luego el otro año vuelven para las vacaciones”, podría ser una respuesta inmediata. Lo cierto es que otra pregunta que se haría uno es cómo los ayuntamientos de otras ciudades, –verbigracia, Puerto Plata o Santiago–, tienen en control el número de extensiones de bombillitos para iluminar la ciudad por estas fechas. Se entiende que son millares de millares los bombillitos que se ponen en estas ciudades para animar la noche de los concurrentes.

El asunto es que todos queremos este año, sabrá por suerte de qué optimismo, colocar el árbol de navidad “como una muestra del positivismo de la era que vivimos, una era postcovid que no es tan post”, me dirá alguien. Esto continúa, dirá otra. Lo cierto es que es una tarea que no se les deja solo a los chicos, sino que “los grandes también interactúan, no dan solo órdenes: aquí va este adorno, aquí va este otro”. La estrella va arriba.

Los que tienen “nacimientos” pasan por otro proceso: es más cuidadoso instalarlo, habida cuenta que José y María tienen que estar en algún lugar adecuado. Hay que saber también poner los burritos, las ovejitas y otras pequeñas estatuas que tenemos para darle vida al adorno. Muchos se preguntarán –sobre todo los que tienen hijos pequeños–, si habrá nacimientos para ir a verlos en esta temporada en la ciudad capital. Y aquí viene la respuesta adecuada: las mismas plazas, omnipresentes como son, tienen ya instaladas o instalarán sus nacimientos o sus adornos, vamos que no todas los tienen.

Está claro que en la casa, el padre moderno tiene la intención de que el proceso de instalación del arbolito no sea única y exclusivamente de la madre y alguna amiga. Quiere involucrar a los niños, para que sepan “la pela” que se coge desenrollando las luces. Y para que tengan algún nivel estético –y de trabajo cumplido–, cuando finalmente las luces se enciendan y diga el niño: “Papi, llegó la navidad”.

Por su lado, la política monetaria es algo que no descansa. Lo sabe la gente del Banco Central, que ahora preparan su gran adorno para toda la gente.