"Un líder es un negociador de esperanzas". Napoleón Bonaparte.

Es casi común ver a personas ligadas a diversas áreas de la vida pública perder el control, dejando al descubierto su incapacidad en el manejo de las emociones; especialmente aquellos llamados a desarrollar actitudes de negociación, empatía y liderazgo en cuanto a la toma de decisiones se refiere.

El Diccionario de la Real Leguas Española asocia la inteligencia emocional con la capacidad de entender o comprender, de resolver problemas, del cómo se aborda proposición. Es una habilidad y destreza, también se asocia con el trato a las personas.

Sin embargo, a pesar de que se han logrado ciertos avances, no se ha incluido la inteligencia emocional como una asignatura necesaria, principalmente para que los políticos aprendan a manejar este importante recurso, desarrollando la capacidad de “enfriar” la mente ante situaciones que exigen autocontrol, para no actuar como analfabetos emocionales.

Cuanto mayor sea la capacidad en el manejo de las emociones, más enriquecedor será el proceso que lo encaminara hacia un buen liderazgo.

Es importante comprender que la base de un buen liderazgo está estrechamente ligada al control-manejo de las emociones y a la capacidad de poder ser empáticos con las necesidades de los demás, escuchando, poniendo en práctica y resolviendo.

Cada vez más, vemos a los políticos quienes son nombrados por “voluntad” popular, perder el control sobre ciertos cuestionamientos en los que se supone deben estar entrenados. Sus discursos suenan divorciados de la realidad, con bajas dosis de empatía y donde no transmiten absolutamente nada.

Ellos hoy en día, han perdido la cercanía con la gente, ya no formulan propuestas que incluyan la participación ciudadana, reforma de las instituciones, restructuración de estrategias para el combate de la corrupción, promoviendo sistemas de justicia equitativa, fomentando programas de desarrollo y transparencia en el manejo de fondos público o destinando mayores recursos para las personas necesitados, etc.

Ahora los líderes políticos se manejan basándonos en ataques verbales a sus adversarios y mientras menos capaces estos se muestren en la formulación de sus propuestas, -si es que las tienen, y menos atención presten a las causas en favor de las mayorías, sobre todo aquellos políticos que están dispuestos a “fajarse” con cualquiera. Ese el perfil “idóneo” que las instituciones partidarias están buscando, pero que se contradice con la del líder.

La inteligencia emocional debe ser considerada un proceso de constante aprendizaje que debe ser puesto en práctica en todo momento por todo aquel que está ligado al servicio público. No debe dejarse al azar el manejo de sus emociones.

Cuanto mayor sea la capacidad en el manejo de las emociones, más enriquecedor será el proceso que lo encaminara hacia un buen liderazgo. Ofreciéndoles las habilidades requeridas para ser empáticos y es donde verdaderamente radica el éxito de muchos políticos.