Si los dirigentes políticos haitianos y dominicanos tienen la responsabilidad del manejo de los temas de Estado, los actores económicos binacionales controlan hasta ahora las grandes operaciones que permiten que República Dominicana tenga una hegemonía económica en la isla, lo cual, desde el punto de vista del interés dominicano, es un factor importante para seguir construyendo un liderazgo regional.

En esa óptica los mercados fronterizos dominicanos, por la falta de producción en Haití, benefician de una dependencia alimenticia de las comunidades vecinas. Más, ese comercio es vital para miles de productores y familias dominicanos.

A este respecto, de manera  global, proporcionalmente al tamaño de sus economías cada uno de los dos países juega un papel importante para el otro. Digamos que República Dominicana sea el más solidario en el mundo para con su vecino, por los aportes en salud y educación,  mientras Haití es el país del planeta que más contribuye en la vida económica de su contraparte.

El planteamiento de arriba responde a una estrategia  económica dominicana que descansa sobre tres pilares: dominio comercial, uso intensivo de la mano de obra y captación de fondos haitianos. Así, Haití no tan solo representa un mercado de cerca de 2 mil millones anuales para su vecino sino   le provee cuantiosos capitales cuyo monto según  la Fundación Ciencia y Arte, desde el año 2007 supera los mil millones.

En la actualidad, dichas inyecciones de capitales haitianos  deben ser el doble con nuevos proyectos  en la hotelería, restauración, transporte terrestre y  aéreo  inmobiliario, zona franca y la distribución de productos petroleros entre otros.

Desde Haití el triángulo recaudador dominicano está compuesto por: ganancias de empresas instaladas allá, dineros transferidos de contratas de grandes compañías de construcción y las remesas enviadas por los inmigrantes dominicanos a través de sus pequeños y medianos negocios. Expertos consultados afirman que se puede estimar para estos conceptos un monto global mínimo de 3 mil millones en la última década.

Asimismo, en un solo sector como el turismo dominicano que generó ingresos por un valor de US$ 5.6 mil millones dólares en el 2014, hay que contabilizar la participación haitiana a tres niveles: mano de obra, inversiones y turistas.  En este último renglón mucha gente no sabe que los haitianos constituyen la mayoría de los pasajeros que llega por el aeropuerto Joaquim Balaguer (la Isabela) y se encuentran entre los 5 países de américa central  y del caribe de mayores flujos en los demás aeropuertos del país. O que la diáspora llega con pasaportes extranjeros.

Dichos datos nunca harán el titular de la prensa, sin embargo se dará despliegue a esta pancarta “No soy racista pero no quiero haitianos en mi país” que portaba ingenuamente una “patriota” en  el parque independencia el 27 de febrero pasado.

Ha sido la imagen más ilustrativa que dio vueltas al mundo de cómo un sector en República Dominicana se empeña a atentar en contra de los intereses de su propio país a la vez que refuerza  en Haití y el exterior la constatación de la existencia de un antihaitianismo militante. Porque si no es racismo ¿qué es?

Evidentemente, esa ciudadana no se da cuenta de los estudios, investigaciones y contactos internacionales que realiza de forma dinámica el Ministerio de Energía y Minas, los cuales indican a uno de los líderes  del partido más radicalmente opuesto a la cooperación bilateral, inevitablemente, habrá que buscar mejores formas de relacionarse con Haití.

Muchos intereses están en juego en Loma Miranda y otros puntos de exploración  minera en un país institucionalmente más fuerte que su vecino, el cual comparte con la Republica Dominicana importantes minas de oro. Es sabido que con la participación de influentes actores estadounidenses quienes vislumbran otros proyectos fronterizos con socios dominicanos, se iniciará pronto una explotación de ese metal  valorizada en más de 20 mil millones de dólares.

Las informaciones estratégicas manejadas por el órgano de marras dominicano  atestiguan   que el subsuelo haitiano igualmente tiene  cobre, petróleo e iridio. Naturalmente, su titular no tardó en invitar a desayunar el ex embajador haitiano en República Dominicana para un reacercamiento obligado por la realidad de compartir un mismo territorio insular.  Lo de la fusión es mero invento electoralista.