Es San Agustín quien inaugura una fórmula de diálogo interior, el confesionario, 500 años después de inaugurada la Era Cristiana. Hoy es tan natural que no percibimos que tenemos un mundo interior que no revelamos tan fácilmente. Construimos una idea de nosotros mismos con aquello de que “yo soy así, o asá”.
La intencionalidad o el deseo o intención de que algo ocurra es un componente que es disímil para el mundo judeo-cristiano y el mundo antiguo de los griegos para quienes eso se traducía en Poder, es decir, de poder hacer tal o cual cosa. Yo quiero, si yo puedo. El querer griego está ligado al movimiento. Es un aquí y ahora. Diferente es la voluntad o aspiración cristiana que es un querer para el futuro porque es desear cosas que no existen, cosas que van a ser construidas.
Y es también así como surge una nueva concepción del tiempo, el tiempo lineal que es el tiempo del cristianismo. Es querer algo que solamente está en el futuro y que aún no se vio. Pero, -como hemos citado en artículos anteriores-, para querer se necesita el perdón al enemigo, dejar de lado la venganza, querer una vida de paz con un contrario con quien no se sabe si será posible.
El perdón es un ejercicio de intencionalidad en ese sentido de lo nuevo y prometedor. Se va construyendo el individuo moderno (o individuo cristiano) y a la vez rompe con el mundo griego. Surge el individuo puntual para el surgimiento del capitalismo, del liberalismo que es la ideología del capitalismo, con sus dramas, de ese querer y no querer, de presuponer una libertad de hacer cosas que no existen, y construir situaciones que no están supuestas a existir.
El mundo griego no conocía esa presunción de la libertad. La libertad del griego es la libertad de hacer cosas dentro de un plano diseñado por los dioses. La libertad del cristiano es hacer cosas dentro un plano diseñado por Dios pero con la posibilidad de “yo hombre” hacer cosas que Dios no quiere. Es como si el plano de Dios fuera repleto de espacios dominados solamente por el hombre, como un campo minado donde el hombre es la mina.
El plan de Dios es perfecto en la posibilidad de mantenerse con aspectos libres dominados por el hombre y sus ocultas intencionalidades que ejerce en libre albedrío.
Cuando hacemos esa mirada tenemos una perspectiva que nos permiten ver las construcciones de subjetividades (del individuo moderno) ideales para el mundo de la ideología del progreso. Y el progreso es el fin del eterno retorno, es el fin del mundo cíclico, es el mundo lineal donde el mañana tiene que poseer cosas que no hay hoy. Cosas que Dios quiso que existieran, pero que nunca hemos sabido lo que es.
Esa idea del progreso solamente existe porque se cultivó dentro del cristianismo la idea de libertad y de intencionalidad que solamente se ejerce por la libertad individual.
Cuando San Agustín teoriza todo eso, lo hace a partir de la idea del libre albedrío. “Para San Agustín, el libre arbitrio designa la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, aunque gozar de libre arbitrio no siempre significa ser libre, pues serlo (¿?) … establecer que el hombre goza de libertad y libre arbitrio. Afirmar que ser libre es la inexistencia total de límites.”
Ese libre albedrío o arbitrio es lo que da posibilidad de existir gente como los emprendedores, esos empresarios (y primeros capitalistas) que toman un dinero e invierten en algo que ellos no saben si va a ser exitoso, pero aspira y tiene el deseo de que así sea. Sin esos individuos no hay capitalismo, sin esa idea de querer cosas que no se puede decir que sabe lo que es debido a que está en el futuro, no hay capitalismo, y no hay el drama de la modernidad.
Así es como se vive una democracia donde se tiene que decidir si yo voy a construir una cosa que yo no sé lo que es. Es decir, si se va a inventar, o a crear o a modificar algo en el futuro. Es una democracia donde se deciden cosas completamente disímiles a la democracia griega.
Y hacer política es construir y decidir sobre cosas futuras, sobre leyes que se supone se cumplirán al pie de la letra, pero en fin surgen condicionamientos sociales, económicos, culturales que no se sabe lo que es, porque no se sabe si funcionará. Luego se hacen leyes que se contradicen y se prestan a la interpretación y a la decisión de un juez en casos contradictorios.