"Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen, pierden el respeto”. George Cristoph Lichtenberg
Mahatma Gandhi enumeró lo que llamó los pecados de occidente, a saber: política sin principios, comercio sin moral, riqueza sin trabajo, ciencia sin humanidad, educación sin carácter y culto sin sacrificio. En su momento iré reflexionando cada uno por separado y he querido iniciar con la política sin principios.
Pienso que dos hechos marcaron el camino hacia esta caricatura de política vacía de principios que vivimos hoy.
En primer lugar el final de la guerra fría que eliminó definitivamente la lucha idealista. Con este hecho se establecerá que la historia agotaba un ciclo, caen las ideologías y el mundo quedaba a merced de un pensamiento único que sería el capitalismo.
Al observar los efectos del capitalismo como las crisis económicas, la exclusión social y concentración de las riquezas en manos de unos pocos me ha tentado la idea de pensar que Marx tenía razón.
En segundo lugar la lógica económica que conocemos como neoliberalismo que ha significado el desplazamiento de un modelo de sociedad basada en la producción y el trabajo a una sociedad apoyada en el consumo, el ocio y el interés económico.
Esta cultura de consumo y de ocio se ha propagado a nivel de los medios de comunicación transportándonos a un estado de sin sentido y vacío en todas las esferas sociales, entre ellas la práctica política caracterizada por la corrupción sin consecuencia ni castigo.
Se ha convertido la política en un espectáculo donde predomina la imagen del líder y las ideas han sido sustituidas por las estrategias del Marketing.
En términos ideológicos, el neoliberalismo ha significado la desaparición del contenido ético y social de la política y el predominio de una visión pragmática y gerencial. La política ha pasado de una ética orientada al interés social, a una actividad técnica-profesional vinculada a la búsqueda del interés privado-individual.
Los Partidos han dejado de ser instituciones democráticas de representación de los intereses generales de la sociedad, para convertirse en agencias corporativas que controlan determinados grupos.
El éxito de los partidos se sustenta hoy en las capacidades de sus élites y liderazgos políticos, de mantener y construir redes de compromisos y fidelidades sobre la base del clientelismo y el patrimonialismo. Las nuevas fidelidades y lealtades ya no se construyen alrededor de las ideologías y los programas de partidos, sino alrededor de los líderes y las tendencias que controlan la estructura de poder del Estado y los partidos.
La otrora distinción entre los discursos de liberación del PLD o socialdemócrata del PRD, han sido sustituidos por una pragmática política atada a la retórica del desarrollo, de la reforma, la modernización y el progreso.
Las estrategias electorales de los partidos políticos en la actualidad buscan convencer y/o seducir al electorado a través de la promoción de las virtudes y cualidades del liderazgo político reviviendo la rancia práctica trujillista de emular y alabar al líder y no a sus ideales y propuestas.
La política como espectáculo ha convertido la práctica en una repetición de slogan y palabras populares contagiosas y huecas que buscan divertir y seducir a los votantes, pero que no dicen ni aportan nada.
Al morir las ideologías, también murieron los principios, el sentido humano y social de la política fue sustituido por el clientelismo y el pragmatismo de los líderes y de esta manera nos hemos encaminado no solo a una política sin principios, sino a la muerte de la misma política.
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