Siempre es oportuno para aclarar casuísticas de desempeño en el caso de un ministerio tan “especial” e importante como el Ministerio de Cultura de la República Dominicana (anteriormente Secretaría de Cultura).  Es necesario, en este sentido, delimitar las áreas de trabajo y los puestos especiales o específicos de cada actor institucional.

Es importante tener en cuenta el “sentido común” para afrontar los problemas de manejo de funciones y conflictos entre actores con jerarquía de dirección de instituciones estatales y que frecuentemente ocurren de manera equivoca, debido a múltiples y diferentes factores y razones. Pero no sólo es en el MINC donde ocurren este tipo de fenómenos de desacuerdo, contradicciones o de conflictos. En el Reparto de funciones siempre aparece el llamado “jefe” y los que se autodenominan “apoyados desde el Palacio” que invaden dominios, lugares de poder interno, generando muchas veces contradicciones y conflictos innecesarios. Es un síntoma, un síndrome, el tumor que aparece en las narrativas internas institucionales.

El escándalo que ha trascendido a través de la prensa y los medios virtuales de comunicación, por el caso de dos incumbentes del MINC, lesiona directa o indirectamente los derechos de ambos funcionarios envueltos en el conflicto de marras; por no acogerse a los acuerdos que resultaron de las reuniones que se llevaron a cabo antes de que el conflicto mayor apareciera y saliera a la luz pública. Se trata de un conflicto surgido entre la Directora del Museo de Historia y Geografía y el Director General de Museos de la República Dominicana, respectivamente la académica, investigadora e intelectual Reyna Rosario y el antropólogo, sociólogo e investigador Carlos Andújar Persinal, ambos colegas y amigos nuestros desde hace más de veinte años.

Entiendo que éstos debieron ser asesorados y aconsejados en un conflicto innecesario que ha surgido, según los datos del incidente, por un “malentendido” que a veces sucede por un problema de matices, opiniones, diferencias y contradicciones que pueden no llegar a ser antagónicas si se tratan con tacto, prudencia y deseos de solucionar el conflicto basado en una seria “política de la amistad”.

Dicho incidente, sin embargo, lesiona los intereses, no solo del Ministerio de Cultura, sino también los objetivos del Gobierno mismo, máxime si, luego de una decisión del Ejecutivo, lástima, en este caso la autoridad de la Ministra de Cultura, Lic. Carmen Heredia Ottenwalder.

Luego de la momentánea “desvinculación” institucional de la Directora del Museo de Historia y Geografía, sale a la luz el fantasma de la especulación, el morbo, la debilidad y el tropiezo institucional que nos obliga a reflexionar sobre los objetivos y el sentido del Ministerio de Cultura en los actuales momentos y justo cuando el Gobierno del Presidente Luis Abinader no ha cumplido aún los llamados cien días reglamentarios para su “despegue”.

Entiendo que dicha decisión debió ser tratada con más cuidado con los asesores del Ministerio e insistir en buscar una solución donde los dos directores salieran ilesos de dicho conflicto, producto, a lo mejor, de un “malentendido”, repito, o  errores de enfoques surgidos muchas veces por los diferentes manejos de “políticas de presencia”, “políticas de amistad” o marcos equívocos de subjetividad.

Nuestra Ministra de Cultura “suena”, de esta suerte, en una escena inmerecida sin ella ser responsable de un caso generado por circunstancias que también surgen de un mal manejo y tratamiento del problema.

Ahora bien, este hecho genera preguntas importantes para entender la gestión gubernamental actual y conduce a un cuestionamiento del país político y del país cultural. ¿Ha pensado el gobierno una política productiva de nuevos proyectos y la nueva visión de un Ministerio de Cultura que desde hace algún tiempo se encontraba estancado entre los límites y alcances de una burocracia parasitaria e ineficiente y las amenazas serias de la politiquería decadente y falsamente “gestionaria”?

Muchas inquietudes surgen a propósito de pensar un cambio de política ministerial a partir de los primeros pasos del nuevo gobierno elegido democráticamente por una ciudadanía que espera cambios, no sólo en el Ministerio de Cultura de la República Dominicana, sino también en todos los Ministerios del país.

En el caso del MINC estamos obligados a marcar y narrar otro ritmo, otro guión institucional, para asumir los retos que se necesitan generando confianza y credibilidad al comienzo de una nueva gestión. No debe haber guiños de las gestiones culturales anteriores en el Gobierno del Presidente Luis Abinader Corona, por cuanto los apoyos recibidos por la ciudadanía activa piden otro enfoque de las políticas culturales y su puesta en marcha desde el comienzo mismo de esta gestión.

Los funcionarios del MINC deben enfocarse en una visión de funcionamiento y credibilidad dirigida a propiciar acciones con nuevas herramientas, nuevas miradas institucionales, recursos, proyectos y objetivos para llevar a cabo programas de recuperación cultural y educación institucional a partir de una pedagogía cultural que desarrolle nuevos programas formadores y justificados por un objetivo o una mirada que integre una concepción institucional que no repita el “más de lo mismo” a que nos ha acostumbrado el reparto político de las gestiones anteriores.

De ahí la importancia de asumir otro modelo, otro discurso cultural más enfocado a promover nuevas actitudes y prácticas distantes de los modos de representación que hemos tenido hasta ahora, pero creando armonías necesarias sobre la base de una mirada-pensamiento del quehacer cultural en estos tiempos de desastres de todo tipo.