En su discurso del pasado 27 de febrero el Presidente Danilo Medina suministró algunos datos de empleos, indicando que durante su período se han generado 299 nuevos empleos, hasta finales de diciembre del 2014; la cifra se ha discutido debido a que pareció mucho y a la circunstancia de que las encuestas del Banco Central se hacen en abril y octubre de cada año, de modo que cualquier estadística a diciembre tendría que haber sido estimada.
Sin embargo, con la información oficial disponible no hay forma de desconocer que en esta materia se ha estado viviendo un gran cambio respecto a los años previos. Veamos el siguiente gráfico, el cual fue elaborado con las encuestas correspondientes a octubre de cada año. En este caso no hay espacio para suspicacias debido a que no hay estimaciones, sino que las cifras fueron tomadas en bruto, tal como están en los cuadros que publica el Banco Central. La única diferencia es que deja fuera a los llamados trabajadores familiares no remunerados y cubre solo a los que trabajan a cambio de un ingreso.
El gráfico muestra un cambio radical: mientras entre 2004 y 2012 la economía creaba 24,500 empleos formales al año, en los primeros dos de la actual gestión se ha pasado a 98,500 anuales. Claro está, el número total no acusa una diferencia tan abismal debido al fenómeno del empleo informal, que en el período anterior era altísimo. En esos años se creaban 65,625 “empleos” informales, pero es debido a que la gente no está dispuesta a dejarse morir de hambre y sale a buscar el moro a como dé lugar. Pero como ha dicho el propio Presidente (el actual), “vender perritos en una esquina no es un empleo”.
Si tomamos la totalidad de 128,500 al año, eso da 257 mil en dos, por lo que no sería de extrañar que a diciembre haya llegado a los 299 mil del discurso. Ahora bien, nuestra misión como economistas es intentar buscar una explicación a partir de lo que se ha hecho diferente, o bien cuestionar la calidad de los datos.
Vamos a hablar un poco sobre la confiabilidad de los datos: en virtud de que todas las cifras fueron tomadas de la misma encuesta, realizada por la misma institución, la cual a su vez está dirigida por la misma gente, entonces no podemos atribuir la diferencia a falta de confianza en quien prepara los datos. No quiero decir que no haya algún dato malo, pero si lo hay estuvo ahí todo el tiempo y no puede atribuirse a un sesgo reciente.
Como no se hacen comparaciones de meses diferentes, tampoco el cambio puede ser atribuido a estacionalidad económica, pues, a menos que mudáramos el país al hemisferio sur, todos los octubres caen en otoño. Y finalmente, cuando se trabaja con períodos tan largos, se aminoran los posibles errores estadísticos derivados de una coyuntura, lo mismo que la falta de representatividad que puede resultar cuando se hacen análisis para períodos muy cortos.
Entonces tenemos que concluir que efectivamente ha habido un cambio. Los datos también dicen que ha disminuido la pobreza y la indigencia. ¿Qué cambió en la económica dominicana que diera lugar a un comportamiento tan distinto del mercado de trabajo?
En primer lugar, ahora tenemos un Presidente que ha tomado este asunto como un desafío personal, reflejado en los siguientes aspectos: las visitas domingueras (que ya no son tan sorpresas) a conversar y enterarse de primera mano de cuáles son las necesidades de la gente y los obstáculos que enfrentan para llevar a cabo sus actividades; reflejado también en la preocupación por los sectores productivos, en particular por la agricultura y por la pequeña y mediana empresa. En segundo lugar, la disposición de que las compras públicas privilegien la producción local, en particular para la construcción y el abastecimiento de las escuelas.
Esos dos elementos son importantes, no solo como instrumentos de promoción, sino también como señales a los agentes económicos de qué es lo que importa, de por dónde van las cosas.
Esto es muy diferente respecto al período anterior. Vamos a hablar claros: ¿Cuándo le importó al Dr. Leonel Fernández la producción, cuándo la agricultura, cuándo la pequeña empresa, cuándo le importó la gente, excepto para sus habladurías de cada 27 de febrero?
Pero hay un tercer elemento, que a mi juicio es el más importante. Para ilustrarlo invito al lector a ver el siguiente gráfico. En los ocho años de Leonel, entre agosto 2004 y el mismo mes del 2012 la inflación acumulada fue 54 por ciento; en ese mismo período la tasa de cambio bajó 7 por ciento.
¿Qué se ganaba con revaluar la moneda nacional? Hacer mucho daño: teóricamente eso se hace para proteger al consumidor, pero no se protegió, pues a los pobres solo se les protege evitando la inflación y no se evitó. Al contrario, al trabajador se le castigó con esa inflación que erosionó el salario real; pero también se castigó al productor, que perdió su mercado, porque a cualquier dominicano que intentara comprar un bien o servicio producido aquí se le elevó el precio en 54%, pero si lo compraba en otros países le bajó 7% ¿A quién se le ocurría comprar la producción nacional? Cualquier ser racional se daría cuenta que lo rentable era traer todo de fuera. Así que el crecimiento creó muchos empleos, ¡pero en otros países!
Veamos ahora la reacción de los extranjeros: ¿quién iba a venir a comprar lo nuestro si ni siquiera nosotros lo comprábamos?
En los dos años y medio del Lic. Danilo Medina la tasa de cambio subió 15% pero la inflación acumulada fue apenas 8%; para más exactitud, un 7.8%, equivalente a un ritmo ínfimo de 2.3% al año. Con eso sí se protege a los pobres, al tiempo que también se protege a los productores, porque ahora comprar fuera resulta quince por ciento más caro, mientras comprar lo dominicano apenas ha subido 8%.
Es evidente que el negocio comienza a ser comprar productos dominicanos, y eso lo saben los consumidores locales, pero también los estadounidenses, alemanes, españoles y venezolanos. Las importaciones han bajado y las exportaciones algo han subido. Los hoteles han vuelto a llenarse y algunas industrias han vuelto a instalarse en las zonas francas. Ese es el mejor negocio para el que quiere conseguir empleo o producir algo, lo que sea.
Todo el que me conoce sabe que tengo décadas diciendo que este era el real problema, por televisión, por periódicos, en la academia, en asesorías y por todos los medios a mi alcance, hasta pecar de necio. Siempre confié en que cuando dejara de aplicarse aquella política mejoraría el empleo y disminuiría la pobreza; y hasta a mí me han sorprendido los resultados tan significativos en tan corto tiempo. Es probable que esté exagerando el impacto positivo y que haya otros factores influyendo, pero eso habrá que seguirlo estudiando.