El intelecto no es suficiente para gobernar eficazmente. La imaginación es un elemento esencial, un elemento mucho más importante que el anterior. Sin embargo, en nuestro país no existe la tradición de políticos que sean creativos a la hora de resolver los grandes problemas de la sociedad. Es por ello por lo que la existencia de gobernantes imaginativos es una prioridad nacional.
En todo el transcurso de nuestra democracia, los presidentes más populares o admirados han sido aquellos que gozaron de una reputación de intelectuales. Tal es el caso de Balaguer y de Bosch. Los gobernantes que, como Guzmán e Hipólito Mejía, no proyectaron tal imagen fueron ridiculizados, calificados como brutos. Injustamente, porque inteligencia e intelectualidad no son sinónimos, porque la inteligencia trasciende los muros de las aulas y los auditorios. Este error de confundir intelecto con inteligencia se está desvaneciendo, afortunadamente. Gracias a Leonel Fernández, la verdad sea dicha.
Leonel Fernández fue el último presidente ‘intelectual’ que hemos tenido. Su “intelectualidad’ no le permitió, sin embargo, prever – o, lo que es lo mismo, imaginar – que el paradigma -palabra a la que profesa un verdadero culto -del líder exitoso iba a cambiar, y que la misma no lo salvaría del descrédito del que fue objeto a partir del déficit fiscal de 2012. Por más ‘intelectual’ que haya sido Leonel, siguió haciendo las cosas como siempre se habían hecho: cultivar el nepotismo, tolerar la corrupción y, sobre todo, hacer oídos sordos a las exigencias de los dominicanos.
A Leonel sucedió Danilo Medina quien, más que un intelectual, fue percibido como un tecnócrata. Entre ambas condiciones hay diferencias, pero también similitudes: ambas tienen como origen el pensamiento, no la imaginación. Quien sí está dando muestras de creatividad es Luis Abinader.
La creatividad se manifiesta en la facultad o la intención de hacer las cosas diferentemente, de llegar a la solución de un problemas por un camino nunca antes trillado. Y Abinader lo está haciendo: el nombramiento de numerosos miembros de la sociedad civil como ministros de su gobierno, la eliminación o fusión de instituciones del estado, la eliminación de sus retratos en las oficinas públicas, son hechos que no pueden ser objetivamente negados ni por sus más firmes contradictores.
Abinader está haciendo lo correcto porque, como decía también Einstein, es imposible resolver un problema aplicando insistentemente soluciones que no han dado resultado. Solo el futuro dirá si las acciones emprendidas por Abinader serán eficaces. Mientras tanto, debe persistir en ellas, pues los problemas no pueden ser resueltos en el mismo nivel en que fueron creados. Dicho esto, Abinader debe velar por que su creatividad no se embote. Con demasiada frecuencia se cae en la rutina y se pierde la imaginación. Apenas acaba de empezar su gobierno y Abinader ha dado muestras de poca imaginación al nombrar a miembros de lo que se ha definido como ‘dinastías’.
El mundo cambia constantemente. Los problemas cambian constantemente. Es por eso por lo que hace falta gobernantes creativos. Es esencial que tanto Abinader como los que lo sucedan no caigan en la tentación de regodearse en poses intelectualoides y cultiven la imaginación, la creatividad. No lo digo yo, lo dijo Einstein, sabio entre los sabios: la imaginación es más importante que la sabiduría.