La política tradicional es blanca y negra.  No hay tonos grises.  La politiquería tradicional es de un solo color. Pero la política moderna es cuántica. La idea básica detrás de la física cuántica se puede resumir en un solo concepto: superconductividad.

Los que tienen conocimientos básicos de informática conocen que todo lo virtual se basa en la distribución de dos elementos 1 + 0.  Todos los programas son diseñados en base al arreglo y función de combinaciones casi infinitas de esos dos números o factores binarios (0=cerrado, 1=abierto).  Hasta ahora en la sociedad, local y global, las ideas, conceptualizaciones y hasta las aplicaciones se han basado sobre la idea del concepto binario:  blanco o negro, macho o hembra, verdad o mentira, luz o sombra, vida o muerte, heterosexual u homosexual.

Nos pasamos siglos y milenios pensando “cuadrado”, o sea, dentro de los bordes del sistema binario.  Pero la ciencia (y la teología) nos revelan que, en verdad, el universo funciona no de manera binaria, sino de manera cuántica, donde una cosa puede ser la otra y donde la elasticidad cerebral (neuroplasticidad) es lo que nos permite existir en múltiples ámbitos a la vez, con las neuronas creciendo, achicándose, formando y adaptándose a condiciones cambiantes con el objetivo de producir nuevas y más fuertes sinapsis.  Las conexiones sinápticas es lo que nos permite crecer, conocer, recordar, grabar o, simplemente, existir.  Hay 100,000,000,000 (cien mil millones) de neuronas en nuestros cerebros aproximadamente y mientras tengamos vida (y hasta un poquito después de morir) todo lo que hacen es hacer conexiones o sinapsis.

Esa neuroplasticidad es lo que nos permite ser más que simples combinaciones de 1 y 0.  La ciencia ha revelado recientemente que a veces el 1 puede ser cero o el 0 puede ser uno.  Hace apenas unos días IBM anunció la creación de un chip fundamentado no en la fórmula tradicional de combinar 1 y 0, sino en que cada factor puede realizar ambas funciones a la vez.  Han producido, como resultado, el sistema superconductivo más rápido y eficiente hasta ahora.  Y yo me atrevería a pensar, en asunto de meses o pocos años, se descubrirá e implementarán sistemas aún más eficientes, efectivos y veloces.

Por causa de esta nueva realidad (que recién los humanos hemos descubierto pero que ha existido desde los inicios del universo y quizás dio origen al universo) es que debemos comenzar a vernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea de manera distinta, menos absoluta y más maleable.  ¿Qué tiene esto que ver con la política?  Todo.  La política es el arte de manejar el poder y el político (y su contexto partidario) es quien determina en la práctica el último destino del ejercicio de ese poder:  para bien propio o para el bien común.  Algunos piensan que el ejercicio de la política se centra en ser un 1 o un 0 y que abandonar la “identidad” partidista es traición.  Una cosa es abandonar una postura político-partidista para obtener beneficios personales (transfuguismo) y la otra es hacer de la postura político-partidista un factor superconductual que permita la ejecución de ideas y de prácticas alternas con el fin de potenciar el bien común.

Un político partidista tradicional se vende a simpatizantes que sostienen una concepción política binaria y en aras de su llamada “lealtad” partidista se hacen más papistas que el Papa, dándole apoyo al candidato y a sus ideas. Por lo menos en apariencias. En el meollo de la política partidista dominicana todos sabemos que el político promedio se vende al mejor postor y que su aparente lealtad a un partido o a una plataforma partidaria es pura postura.  Cuando llegan al poder y tienen acceso a los recursos que éste provee no son leales a nada.  Por otro lado, el político cuántico enfocado en el bien común se enfoca en explorar, analizar y determinar dónde están las fuerzas vitales que le ayudarían a obtener el mayor beneficio posible para la mayor cantidad de personas posibles.  ¿Utópico?  Quizás.  Pero ese es precisamente el desafío ante el alcalde en mi comunidad de Las Terrenas, Eduardo Esteban, una situación que utilizo como ejemplo.  ¿Se queda en el plano binario para satisfacción de los pocos que aún permanecen leales a una idea partidista inviable en Las Terrenas (el PLD), o se convierte en un facilitador de la superconductividad, maleable, flexible, adaptable y pragmático con el fin de producir los mejores beneficios y resultados para la comunidad?

La política del futuro no será binaria, la que no puede sostenerse en las condiciones sociales y culturales del presente y mucho menos del futuro. Es tiempo de un cambio y el cambio viene cuando la política local se adapta a las múltiples, complejas, diversas y desafiantes condiciones del ambiente local.  Un municipio no puede sostenerse solo, necesita del gobierno central, de los empresarios, de las asociaciones comunitarias, de las iglesias, de los independientes, de los ortodoxos, de los sin nombre y de los de múltiples caras, los que han de ser colocados bajo la sombrilla del sacrosanto “bien común”.

Los fracasos de las administraciones municipales pasadas, en Las Terrenas y en todas partes, ha radicado en el santimonioso pensar binario de la política.  En nuestro medio casi la totalidad de los políticos y las políticas están firmemente enraizados en una visión binaria de la realidad, comprando y vendiendo simpatías a través de todos los medios posibles (empleos, beneficios, lealtades y del constante narcisismo caudillista).  Identifique a quiénes tienen puestos hoy y descubra dónde estaban hace 2-3 años atrás, o 10-12 años atrás, casi todos han cambiado lealtades.

Lo que hace falta hoy es un salto a la política cuántica, la que permite a un líder establecido formular pautas, condiciones y compromisos para beneficio del bien común, sin importar de dónde vengan.  Esa maleabilidad política no tradicional requiere de una comunidad que igualmente comprenda que los tiempos han cambiado y que el bien común no se encuentra en la dictadura conceptual bipolar y binaria, sino en la superconductividad del pensar y del actual que resulte en bienestar y calidad de vida para las grandes mayorías.

Los de las clases altas tienen sus problemas resueltos y no necesitan ni del alcalde ni del gobierno para mantener sus privilegios sociales, económicos y culturales. No importa lo que pase en el gobierno local y ni siquiera lo que pase en el gobierno central, tienen sus problemas resueltos. Ese es el poder del capital y de su influencia. Esa gente flota en atmósferas inalcanzables para el ciudadano común, navegan sobre olas gigantescas que a ellos los elevan y las grandes minorías los crujen en el fondo del mar. Los de la clase media y los de la clase baja necesitan líderes políticos capaces de accionar para mejorar sus condiciones de vida.  Ahí es donde hace falta un líder capaz de mover las teclas necesarias para que las grandes mayorías vivan mejor.  Lograrlo no tiene precio.