Para los años 2009-2010, se instauró en el interior de la policía una doctrina de sacar de la calle y limpiarla de anti sociales bajo dos predicamentos: la seguridad sólo es posible lisiando al delincuente (un 28) o dándole pa' bajo (un 29). El exjefe de la policía, Rafael Guillermo Guzmán Fermín, se hizo temible por haber lisiado más jóvenes que la guerra de Vietnam y la moto concho dominicano, quien en su alarde se hacía llamar el cirujano. Cuando los derechos humanos en sus organismos nacionales e internacionales reaccionaron presentando los testimonios de la pandemia de lisiados en los hospitales dominicanos, cambió de estrategia. Todo policía que dejara vivo una persona tenía problema, tenía que convertir el herido en un 29, es decir, muerto, para callar el testimonio.
La ética criminal de la policía dominicana cuya justifición es de que cuando se mata un supuesto delincuente, se le hace un favor a la sociedad, porque de esta manera se le quita un problema y libera de un peligro, se ha hecho cultura generalizada fuera de control. Los empresarios dominicanos que creyeron que la desviación y aberración de la conducta criminal desarrollada en la policía nunca les alcanzaría a ellos, su familia y el hábitat donde estaban resguardado; apoyaron en su gestación este mal policial entregando reconocimientos por la cantidad de jóvenes muertos en los barrios y las calles del país, pegan hoy el grito al cielo presos de pánicos porque el problema llega a sus negocios(bancos), sus familias y los propios cuarteles.
Se le ha estado entrenado y mentalizando a la policía para no tener respeto por la vida. Para un policía se ha constituido en dar un tiro y cegar la vida a una persona en el algo rutinario y en un mecanismo de técnica policial para someter a la obediencia. Los rasos no respetan a los oficiales y los oficiales no se respetan entre sí. No hay ni disciplina ni control en la policía, ya no se sale a patrullar, sino, a cazar personas. Posterior a todo acto preventivo no existe la inspección del correcto uso del arma, el uniforme y la autoridad confiada.
Lo sucedido en Arroyo Hondo el pasado 9 en la noche, entre un agente de la policía y una patrulla motorizada anti ruido, es el extremo del problema. Mandan a parar el agente que se desplazaba en su vehículo. Le dan un tiro en una goma, un pescozón al agente cuando se identifica, de inmediato un tiro en la cabeza. Otro se suicida en custodio de la policía de una forma que no resiste la más mínima lógica forense.
Por menos cosas que la acontecen en la policía dominicana, en otros países sus jefes renuncian por dignidad o lo destituyen de forma ipso facto. Los gobiernos se ven en apuro y la sociedad exige reformas sin excusas. En este país no tenemos un órgano policial, sino, una federación de grupos que responden a los intereses y planes de los exjefes policiales que como bandas la dejaron instaladas en el interior de la policía para operar a sus anchas. La policía de ser el primer actor de garantías de derechos, ha degenerado, en el agente fundamental de inseguridad ciudadana. ¡Sólo nos queda con la policía, ponernos en las manos Dios para que nos proteja!!!