La Organización de las Naciones Unidas (ONU), fue creada en 1945, entre otras cosas, para lidiar, mediar, prevenir o intervenir, en los grandes conflictos a nivel mundial y regional, con el objetivo de garantizar la paz, los derechos humanos inalienables universales así como la igualdad y respeto entre todas las naciones, especialmente a los países más pequeños, indefensos y vulnerables, para que no fueran abusados y/o avasallados, por las grandes potencias.

Albert Einstein, genio universal de la física, pensador, filósofo y uno de los científicos más influyentes de la historia, abogó por el establecimiento de una Policía Mundial. Dicha Policía Mundial, debía ejercer su autoridad para impartir la justicia y castigar los crímenes en todo el mundo. Tal visión, debería ser asumida por la nación “más poderosa”, surgida al término de la Segunda Guerra Mundial. En la práctica y sin ningún acuerdo para tal cosa, Los Estados Unidos de Norteamérica y Rusia, han ejercido dicho rol a pesar de las quejas y discrepancias sobre tan delicado y sensible tema. Sin embargo, al ser las naciones con mayor economía, poder económico y poder militar y armas nucleares, han podido aplicar en nombre de defender sus “intereses” el mayor control, en dichos aspectos, erigiéndose en contrapeso una de la otra, aunque la primera “inclina” a su favor la balanza del poder.

El crecimiento poblacional de las naciones más pobres, se estima que contribuyen en más de un 90% al aumento poblacional global. Tal desproporción poblacional en las naciones más pobres y ricas, genera mayor desigualdad, inseguridad, pobreza e inequidad. La inequidad, pone a los pocos a disponer de los mayores porcentajes de bienes materiales y oportunidades, en detrimento y perjuicio de las mayorías. Se atribuye a la corrupción y la impunidad prevaleciente, para no castigar a los infractores.

La corrupción e impunidad, empodera y prolonga, por no decir eternizar las prevalencias de esquemas y modelos socioeconómicos de gobiernos, organizaciones y personas sin escrúpulos, sin ética, que se vuelven  insaciables, lo que acentúa la filosofía del placer de un porcentaje pequeño, mientras aumenta el dolor y sufrimiento de la mayoría.

En la actualidad, dos casos ilustran cómo los corruptos insaciables, apoyados y empoderados por los de arriba, retratan de cuerpo entero la cruda realidad y que causan preocupación e indignación.

Veamos:

1-Caso de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA), donde los altos dirigentes de dicha organización deportiva mundial, se dejaban o solicitaban sobornos, para otorgar las sedes de los campeonatos regionales o mundiales. Se ha especulado, que igual pasa para el otorgamiento de sede para las olimpiadas, que se celebran cada 4 años;

2- Caso de la empresa de construcciones Odebrecht, se ha confirmado en al menos 12 países (Estados Unidos, Brasil, Venezuela, República Dominicana, Panamá, Angola, Argentina, Ecuador, Perú, Guatemala, Colombia, México, Mozambique,  Antigua), los sobornos que enriquecen a los pocos y empobrecer a los muchos.

Como los corruptos confesos y a determinar, han establecido (comprado) su propio sistema de justicia, que le garantiza impunidad, no se espera mayor castigo en la mayoría de los países latinos, pero especialmente en el nuestro. Vale reconocer, que algunos como Perú, Panamá y Colombia comenzaron a investigar y reclamar la devoluciones correspondientes.

Es lamentable, que la esperanza de justicia en temas de corrupción, descanse en Los Estados Unidos, ya que los corruptos no han podido comprar y mucho menos controlar su sistema y hasta los narcos temen…

Por lo anterior, cobra importancia la sugerencia realizada por el genio Albert Einstein en 1950, para que se creará una Policía Mundial. Ver link http://acento.com.do/2015/opinion/8223271-policia-mundial-como-sugirio-albert-einstein/ donde Los Estados Unidos, en la practica asumieron. Ahora, es tiempo que se extienda  a combatir la corrupción e impunidad, ya que en la República Dominicana, las autoridades en todos los niveles, conviven y apoyan las prácticas corruptas.

De ser así, tendremos menos refugiados económicos, menos migrantes ilegales, menos pobreza y mejor calidad de vida y se sienta un precedente digno de recordación, para la historia y el progreso de nuestros pueblos.