Cada fraseo, fraseología o dicho tiene su tono, timbre e intensidad, principalmente en el diálogo entendido como interacción-L y articulación fonopoética que se vuelve legible en el movimiento mismo de la expresión verbal. El ritmo sintáctico de la fraseología está ligado a la dicción y orientación verbales. De ahí que el fraseo expresivo (cae aquí, mano; ven pa’ que veas, vieja; súdalo bien, pa sentilo pegao; ¿y así quién no, mi amol?; sentao e´bueno), se inscribe en un ritmo propio del sociolecto urbano local. Se trata de una geopoética urbana ligada a toda una política lingüística de la interpretación, donde encontramos idiolectos, dialectos y elementos críticos del sociolecto que cada vez más se urbaniza y extiende en zonas barriales de la capital dominicana y de todo el país.
Pero a esto debe añadirse también la extensión linguodialectal que incide en las regiones del país, donde una gran masa juvenil y adulta utiliza jergas, argots, rodeos lingüísticos y términos impuestos por entradas libremente acogidas por sujetos públicos, vocabularios sectoriales (bancas de apuestas, escuelas, salas de baile, gimnasios, institutos técnicos, informáticos, políticos, económicos y otros) que aseguran las relaciones sociales apremiantes.
Si desde el lenguaje se estetiza la expresión verbal individual, en uso y forma, ello se debe al contexto de estrategias surgentes por el imperativo de acceso a los medios de vida, formas de penetración al interior mismo de las redes sociales que ya han creado sus propias poéticas y políticas del hablar, sus propios diccionarios, semánticas intencionales y extensionales, entrando desde sus modos verbales de referenciación en pragmáticas sociales ramificadas en el orden sociocomunicativo.
La misma idea de traducción y comprensión de gestos y logros verbales, produce como práctica y proceso de comunicación un viraje o linguistic turn que ya implica, no sólo cambios en los diversos grupos de hablantes, sino también rupturas y mezclas fonéticas y sintácticas en los diversos contextos de habla y escritura. Reclama entonces este nuevo fenómeno un acercamiento lingüístico-cultural más afinado y orientado al intercontacto lingüístico. Los signos verbales activados por la relación habla-sociedad, crean sus niveles de acción y expresión a partir de ejes sintagmáticos y paradigmáticos localizables en situaciones comunicativas dadas:
“¿La lu pa´qué, pana? Llámala y que entregue, quel don llamó. Dame música y entonce hablamo. Así tenemo pa´la noche gasolina”.
La utilización de vocablos y fraseos aparentemente metafóricos y metonímicos en su uso habitual (lu= cuento, excusa; pana= amigo cercano; que entregue: que pague deuda económica; quel don llamó = amenaza del distribuidor de drogas, o de dinero para adquirirla; música = vida, bienestar, posibilidad de solución; gasolina = perico, marihuana, cocaína…), origina en la comunicación oral transparencias, opacidades, acercamientos y barreras en cuanto a la construcción del sentido.
La situación comunicativo- verbal anterior, exige un esfuerzo analítico y comprensivo cuando encontramos dicha inscripción en un texto informativo, narrativo o dialógico. La forma sintáctica y sus atributos semántico-verbales en tal ejemplo, presentan un nivel de semiosis-L y cultural con varias dinámicas de interpretación y comprensión. La pesquisa organizada para recoger fragmentos como los citados (localizados en Villa Juana, calle 20), implica un conocimiento directo de agentes comunicativos y culturales en contexto, esto es, sujetos observados y escuchados en situaciónes de trabajo, oficio y conflicto.
Sería beneficioso observar y completar semiosferas culturales reconocidas por sus expresiones idiolectales y sociolectales. El término “habla criolla” resultaría insuficiente para tratar este viraje o cambio léxico-fonético de los nuevos hablares en el marco de los usos verbales dominicanos. La semiosfera lexical en este tipo de caso, presenta fórmulas en situaciones enunciativas variadas o diferenciadas en el espacio urbano e interurbano, donde se podría advertir una ecología del hablar orientada a la producción de usos antinormativos (abusos fonéticos, articulaciones y desarticulaciones fonoléxicas, particiones y omisiones verbales; expresiones léxicas privilegiadas por la insistencia y uso reiterativo de los hablantes y el consabido recurso de invención léxico-semántica; fenómeno este que hace del español dominicano un hablar flexible, creativo y abierto a usos verbales, incluso extranjeros (por ejemplo el uso de venezolanismos, mexicanismos, argentinismos, cubanismos, colombianismos y otros).
En los últimos treinta años, el español dominicano ha evolucionado y crecido en cuanto al uso de “cauces”, giros y posiciones sociodialectales y semántico-dinámicas del hablar o los hablares sociales, debido a la influencia política, comercial, tecnológica, económica, jurídica, religiosa, científica, artística y periodística, entre otros marcos-L. Variados son los casos donde encontramos estrategias, directas, indirectas y circunstanciales de usos verbales a nivel sintáctico-semántico y semántico-lexical donde se transgrede el significado como desviación de lo que técnicamente llamamos “diccionario”.
Las posibilidades enunciativas observables en el habla o el hablar comunes, hacen visible y legible una acción cultural propia de las semiosferas culturales dominicanas (provincia, región, ciudad, zona, municipio), donde la lengua-habla se desarrolla por niveles de incidencia, acción lingüístico-cultural y tipos lexicales registrables en la geografía urbana, rural y de márgenes.
De ahí la necesidad de que los estudios lingüísticos sobre el español dominicano reconstruyan y deconstruyan fenómenos de habla en sus diversas manifestaciones y contextos diferenciales de uso, tipo y norma, confrontando datos a partir de informaciones debidamente verificadas.