Hace aproximadamente dos meses se apareció en mi vida una de esas diosas del Olimpo prácticamente inaccesible.
De su pelo, entrenado por arácnidos del amor en el complejo arte de la seducción, emanaban fragancias orientales evocadoras de míticas nostalgias.
En sus ojos había embrujos irresistibles, iguales que los producidos por seductoras legendarias como:
Dalila, que con las armas secretas que escondía entre sus piernas destruyó la fortaleza de Sansón.
Cleopatra, que llevó a emperadores y generales (Julio César y Marco Antonio) hasta el delirio.
Salomé, no satisfecha hasta lograr envolver dentro de sus siete velos la cabeza sangrante de Jokanaan,
Mesalina, que no podía apagar su furor sexual solamente con el emperador Claudio.
Mata Hari, la espía que espiaba y seducía hasta llevar sus víctimas a la muerte.
Ava Gardner, a quien citaban como el animal más bello del planeta, cuyo pelo del pubis se subastó en España. Y…
María Félix, asumida como la mujer más bella que ha existido en todo el Universo. Se inició en la seducción respirando el perfume de un incesto que no dejó nunca de oler.
En las manos y en los labios del nuevo amor ante mí aparecido, creí percibir promesas de caricias comprometidas y licenciosas.
En sus glúteos parecían esconderse los secretos prohibidos de "Las Mil y una noches en Bagdad."
Mirando sus senos podíamos notar, sin mucho esfuerzo, que era miel lo que en ellos, luego que pasara el cirujano, íbamos a encontrar.
Su cuello, siempre expuesto, estaba construido únicamente para el placer desenfrenado y para la espera de labios e inquietas lenguas.
Todo esto era completado con una voz excitantemente erótica y prometedora de cualquier tipo de placer.
Pero,—¡maldito sean todos los peros del Universo! —justo cuando el hechizo se inclinó, aún vestido, para volverse beso en algún zaguán hecho por un herrero romanense, esta indiscutida dadora de placer, rompiendo mil encantos dijo:
—A las mujeres como yo nos gustan los hombres suplidores.
¡Los hombres suplidores! ¿De qué? ¿De caricias interminables, de orgasmos repetidos, de poesías de Ovidio y Paul Eluard? ¿Suplidores de historias que solo podemos contar en la bohemia? ¿Suplidores de Artes? ¿Suplidores de amor? Por supuesto que no se trataba de nada de esto.
Ya en ese momento de la noche la excitación, que se evidenciaba dentro de los pantalones, había perdido el brío. Un amor, que escandalosamente se asomaba impulsado por palabras y alas de Cupido, se desvaneció rápidamente. No sé por qué hube de recordar que había que ponerle diesel a mi camioneta… y, quizás, al vehículo europeo en que andaba la “perfecta” que me estaba acompañando.
Miré su vehículo y pensé que no estaba de cambiar todavía, pero como quiera me lo iban a pedir.
Recordé, entonces, a un amigo a quien dijeron una noche:
—A mí el auto que me gusta es el Toyota nuevecito —y esa marca era para mostrarse inicialmente considerada.
Una amiga me dijo, hace poco en un bar, que una de las que aquí llamamos "megadiva" comentó que alguien la había llevado a cenar, pero que no incluyó en la salida… por lo menos una joya.
Efectivamente, parece que los poetas y los tontos enamorados estamos perdiendo la batalla. Pero no crean que solamente hay féminas interesadas en cosas espurias. ¡No! Frecuentemente escucho de amigos expresiones como esta:
—Tengo que buscar una mujer que verdaderamente me represente.
¡Representar un carajo! ¿Y es tan cerebral este asunto del sentimiento? Pues esto está ocurriendo. Los ilusos estamos perdiendo al sentimiento y al poema.
Empero, como estamos en el proceso de perder el sentimentalismo, y mientras termina de ocurrir, aporto como regalo el poema “Te amo”, de Paul Eluard, que todavía podría sensibilizar… solo a unos pocos y a unas pocas. ¡Qué pena!
Te amo por todas las mujeres que no he conocido.
Te amo por todos los tiempos que no he vivido.
Por el olor del mar inmenso y el olor del pan caliente.
Por la nieve que se funde por las primeras flores.
Por los animales puros que el hombre no persigue.
Te amo por amar.
Te amo por todas las mujeres que no amo.
Quién me refleja sino tú misma me veo tan poco
sin ti no veo más que una planicie desierta.
Entre antes y ahora
están todas estas muertes que he sorteado sobre paja.
No he podido atravesar el muro de mi espejo.
Tuve que aprender la vida como se olvida
palabra por palabra
Te amo por tu sabiduría que no me pertenece.
Te amo contra todo lo que no es más que ilusión.
Por el corazón inmortal que no poseo
crees ser la duda y no eres sino razón.
Eres el sol que me sube a la cabeza
cuando estoy seguro de mí.
¿Notan que he encontrado una fórmula para escribir artículos sin tener que hablar de política?
¡Telón!