Bajo la mira histórica y crítica de la Lección de Max Henríquez Ureña (Lección séptima), la lectura de proceso apegada a diacronías y sincronías de la lengua se explica en sus movimientos intensivos y basados en un nivel de apreciación del fenómeno literario desde comienzos del siglo XIV (o trecento). La observancia del fenómeno poético italiano y específicamente florentino, obedeció también al fenómeno del idioma italiano atravesado de dialectos conformados por un arqueado popular utilizado por poetas, narradores, cronistas, historiadores y políticos escritores que servían a distintos “reinos”.
De ahí que los llamados últimos poetas del siglo XIV fueron en la lírica italiana, los florentinos (Fazio degli Uberti, Franco Sachetti) que prosiguieron los rumbos del alegorismo, el didactismo literal y alegórico prolongado en las poéticas arquitectónicas del Quattrocentro y el Quinientos. Poetas líricos, épicos y dramáticos fueron la clave para el nacimiento y desarrollo de la lengua italiana moderna, depurada por escritores, tratadistas y filósofos que crearon dialectos e idiolectos legibles en los primeros pasos del idioma poético y literario italiano. Por eso MHU empieza defendiendo y presentando a Fazio degli Uberti como “un poeta político, autor de canciones populares en que toma partido por los gobiernos. Tiene también un poema didáctico-alegórico, Ditta mondo, con una descripción de aspectos geográficos, del mundo entero, combinados con explicaciones históricas”. (Vid. Lección séptima, Obra y Apuntes, op. cit. p. 36)
Así, el filólogo alemán Karl Vossler, menciona, según MHU “…al monje dominico Federico Frezzi o Foligno (1350-1416), que hizo una imitación de la Divina Comedia (hubo otras muchas), con el título de Il Queadriregio: los 4 reinos, o sea, el amor, el diablo, los vicios y las virtudes, en forma de viaje imaginario”. (Ibídem.)
Max cita a filólogos e historiadores de la literatura y la lengua italianas para caracterizar los poetas del siglo XIV pero también la literatura ascética, política y humanística. A propósito de Franco Sacchetti, Max cita a Francesco De Sanctis:
“De mediana cultura, de ingenio poco más allá de común, pero de raro buen sentido, de poca iniciativa y originalidad, pero de mucha simplicidad y naturalidad; era en su mediocridad el verdadero eco de su tiempo”. Y agrega: “Los lugares comunes y la forma bárbara anunciaban un mundo tradicional y agotado… Por este lado, Sacchetti continúa el pasado; lo hace porque los otros lo hacen, piensa así porque los otros así piensan, toma el mundo como lo encuentra, sin darse la pena de examinarlo. Esta es su parte muerta. Pero hay una parte viva, en la cual participa, la que vibra en su espíritu, aquella en que aparece su personalidad. Y es el mundo aquel del cual Boccaccio fue la más viva expresión”. (Ibídem. pp. 36-37)
Así las cosas, la literatura del siglo XIV tuvo en Franco Sacchetti un autor que produjo muchas novelas, cuentos y anécdotas sin calidad. Tal y como lo muestra MHU:
“Sacchetti publicó una colección de 300 novelas, de las cuales nos ha llegado más de la mitad. Esas novelas (novelas cortas o cuentos), Novelle, se desarrollan en el propio mundo que pintó Boccaccio, solo que aquí ese mundo es más burgués y doméstico. Dice Vossler: el mundo de Boccaccio vestido con hábitos caseros. En rigor Sacchetti no es artista. Le falta inspiración y de Sanctis agrega: “Ese mundo, con tanta magnificencia organizado en el Decamerón, es aquí materia bruta, apenas desbastada (sic). Por eso de sus 300 novelle se recuerda apenas alguna anécdota: ningún personaje ha quedado vivo”. (Ibídem.)
MHU hizo del comentario literario un instrumento eficaz y un método inmanente y contextual de lectura, de suerte que el catálogo de obras y autores europeos e hispanoamericanos que abarcó fue extenso y él mismo conformó un archivo literario y cultural significativo para el desarrollo de la historia literaria euroamericana. La confluencia de ejes intelectuales y poético-literarios creó, además, un enmarque crítico-literario bajo los ritmos epocales del ensayo hispanoamericano.
En efecto, la mirada histórico-crítica de nuestro intelectual fijó su territorio entre Europa y América, de tal manera que la literatura italiana fue un encuadre que junto a la literatura francesa, inglesa, alemana y española nutrió un juicio cultural construido a partir de su profunda experiencia de lectura y comprensión literaria.
Para MHU la literatura italiana tuvo un valor social, expresivo y lingüístico en el mapa de la Romania como espacio de incidencias idiomáticas, artísticas, históricas y culturales de gran importancia y desarrollo. Destaca Max que en el caso de la literatura ascética:
“…tuvo una figura descollante en el siglo XIV: Santa Catalina de Siena, hija del tintorero Giacomo Benincasa. Nació en 1347. Desde muy joven profesó en la orden de los dominicos, y consagró su vida a la oración, al ayuno, al éxtasis beatífico. Murió muy joven, tenía 33 años, y antes de pasado un siglo fue canonizada. Son notables sus cartas, de las que se conservan 300, dirigidas lo mismo a papas y reyes que a humildes campesinos. Para de Sanctis, la claridad de su intuición, acompañada por la exquisita sensibilidad y la perfecta sinceridad de la fe, la hacía encontrar formas delicadas y peregrinas, dignas de un artista”. (Ibídem.)
El comentario histórico, bajo el instrumento de la Lectio, se concentró también en la producción humanística italiana del trecento (siglo XIV):
“También en el siglo XIV hubo muchos humanistas, que siguieron haciendo traducciones de los clásicos latinos y griegos en lengua toscana, y que también escribían en latín. Los más renombrados fueron Luigi Marsili (1330-94) gran erudito; Coluccio Salutati (1331-1405); Niccoló Niccoli (1364-1434), Leonardo Bruni (1369-1405), que fue infatigable como traductor de Jenofonte y de Aristóteles y otros muchos; Lorenzo Valla (m. 1457); Francesco Filelfo de Tolentino (1398-1481): y Eneas Silvio Piccolomini, más adelante Papa con el nombre de Pío II (de 1458 al 64), autor de unas importantes Menorias, de diversos textos en latín y famoso como orador grandilocuente. También escribió obras históricas. Antes de su consagración eclesiástica publicó obras puramente literarias como la comedia Chrisis (1444) y la llamada Historia de dos amantes, a Euríalo y Lucrecia, que algunos calificaron de lasciva y él más tarde lamentó haber escrito, a pesar de que es una novela, en estilo desenvuelto y elegante. Foulche Delbosc la estimaba en alto grado. (Cita de Foulché)”. (Ibídem. pp.37-38)
MHU extiende su comentario histórico-biográfico y cronológico a los autores humanistas, donde literatura, poesía, arquitectura, diálogos y elegías entre otros escritos en italiano del trecento, se hicieron necesarias para el momento:
“De los humanistas que escribieron en italiano, importa citar a (León) Battista Alberti (1404-1472), pintor, arquitecto, poeta, erudito, filósofo literario. Nació en Venecia, pero por su origen era florentino. Escribió Omni re scibili; Entretenimientos matemáticos (Peacevolezze Mateatiche); Arquitectura; Rudimentos y Elementos de pintura; Estatuaria; apolozos, Eglogas, Elegías; Diálogos sobre la tranquilidad del ánimo, sobre La familia; el Teogenio, o De la vida civil y rústica.
Con todo, De Sanctis concluye: “¿Qué cosa quedará de (Leon) Battista Alberti?” Ninguna cosa integra, como el Decamerón, entre las 35 obras suyas. Quedarán bellos fragmentos, cuadros salteados”. (Ibídem.)
La caracterización que sobre los humanistas italianos de aquel período llevó a cabo MHU es hija de los historiadores italianos y alemanes (principalmente De Sanctis y Vossler), por lo que no puede decirse que el alcance de juicio actualizado permanece en calidad y valor hasta nuestros días. Sin embargo, los apuntes, señalamientos, elementos biográficos, cronológicos e historiales de Max guardan interés en aspectos muy seleccionados. Por ejemplo: la poesía, la prosa, la historia y el comentario epocal.
A MHU le llamó la atención la llamada novela corta, el cuento, y los cuentos de situaciones; por eso admiraba las jornadas del Decamerón de Boccacci, así como otros cuentos y relatos cortos de los siglos XIV, XV, XVI y XVII. Pero también la poesía clásica, moderna y contemporánea del siglo XX, tal y como lo demuestra su ensayo sobre el poeta Quasimodo.