Hay un tema que siempre me ha resultado enigmático y trascendental para el ser humano: es la comunicación de la experiencia de Dios. Llegué al tema rebuscando y meditando en la biblioteca del Centro Bonó en torno a un librito que llamó mi atención cuyo título era “Observación de una Pena” (A Grief Observed, 1961). El libro es una reflexión del escritor C. S. Lewis (autor de Crónicas de Narnia) a raíz del dolor causado por la muerte de su esposa y lo que él mismo llamó “el silencio de Dios”.
Recuerdo que cursaba “ateísmo contemporáneo” cuando encontré el librito sugerido entre la bibliografía complementaria. Lo tomé porque resultó ser la historia que inspiró mi película favorita “Tierra en Penumbras” (Shadowlands, 1993) con el formidable Anthony Hopkins y la adorable y talentosa Debra Winger. Libro y película me permitieron, en ese entonces, canalizar una serie de inquietudes a las que no les había encontrado respuestas. Todas ligadas al tema Dios y el mal desde el discurso racional y argumentativo de la filosofía.
Muy temprano en mi formación filosófica me di cuenta de que todas las pruebas sobre Dios constituían un esfuerzo de la razón humana por “demostrar” su existencia, véase San Anselmo y Santo Tomás, o justificar, como es el caso de René Descartes, un principio que sostuviera una arquitectónica conceptual que poco decían de lo “experienciable” de Dios. Leyendo, posteriormente, a Paul Ricoeur es que encuentro la clave para comprender el problema: hay diversos modos de “decir” Dios.
Bajo esta clave interpretativa, las inquietudes tomaron otro curso: ya no me preguntaba por la existencia de Dios y cómo racionalmente explicarlo, sino por los distintos lenguajes en que decimos Dios como experiencia vivida. Lo trascendente permanecía enigmático y oscuro (tal vez hoy todavía lo están), pero el camino hacia lo trascendental y el lenguaje con el que se expresa esta marcha fundante me parecían claros, por decirlo en conceptos propios a Xavier Zubiri.
Dos lenguajes me dejaron fascinado y me parecieron resumían lo dramático de la experiencia de Dios: el lenguaje profético y el lenguaje de la poesía. Ambos modos de decir no son excluyentes y ambos recurren al símbolo, la imagen metafórica, la ambigüedad de la expresión para comunicar lo inefable de lo experienciado. Las Lamentaciones de Jeremías y los salmos son modos distintos de decir de Dios y comunican experiencias distintas de Dios.
Con estos presupuestos en la cabeza, decidí hacer un trabajo analítico sobre la poesía dominicana. Así nace una serie de ensayos que reuní bajo un mismo título y que recién he publicado vía digital, en vista a que no es rentable hacerlo impreso -si eres un profesor ético que no obliga a tus alumnos a comprarte los libros que no tienen que ver con las clases-. Me refiero a “Poesía y Experiencia de Dios, un análisis de tres poetas dominicanos (1).
Después de un ensayo introductorio en torno al lenguaje de la experiencia de Dios y el privilegio del lenguaje poético en la comunicación de esta experiencia, hago un análisis de la experiencia de Dios “dicha” por Domingo Moreno Jimenes, creador del Postumismo; Franklin Mieses Burgos (para mí el poeta entre los poetas dominicanos) y Freddy Gatón Arce, ambos de la Poesía Sorprendida.
En Moreno Jimenes trabajo la religación poética a través del reconocimiento de la pequeñez del ser humano y la grandeza del ideal de compromiso con la tierra y la utopía de América. En Gatón Arce el amor, o el cuerpo de la amada, como divinización del instante. En Mieses Burgos, la teodicea mítico-poética de un antillano universal.
Los dos primeros dejan trazos de su experiencia de Dios y el tercero pretende llevarnos a través de la poesía al origen, a lo que pudo ser “antes” de toda la creación. En los tres hay una comunicación de una experiencia que a medida que se fue “diciendo”, tomó cuerpo como lenguaje y como religación, esto es, como atadura existencial con todo lo real.
Creo firmemente que todo el que opte por creer o no creer debe dar razón de su posición. En todo caso, creyente o no se debe justificar la propia existencia trascendentalmente y comunicar lo experienciado.
Nota