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Hemos seleccionado unos poemas de un poeta más conocido por las nuevas generaciones por su Yelidá, que es sin duda un hermoso poema de amor. No lo hemos escogido, sino que nos fuimos más lejos. En su primer libro con el significativo título de Rezos Bohemios de 1921, con apenas 17 años, siendo un mozalbete pueblerino, en su Tamboril natal, que entonces no estaba tan cerca de Santiago. Él solía ir montado a caballo o en el tren a la ciudad.

Hace unos meses pasamos por el cementerio de Tamboril, parada obligatoria para rezarle a ese bohemio oraciones paganas cuando cruzamos por allá, y vimos que tiene tumba nueva. Algo que nos alegró, aunque a él, que era un hombre de elevada estatura, fornido y un ejemplar humano de gran belleza física y de recio carácter, que en París por los años veintes llegó a coquetear poéticamente con el surrealismo, en su primera juventud fue un modernista tardío como veremos en los poemas que hemos seleccionado, eso no le hubiera importado tanto como saber que sus flamboyanes  o sus samanes debajo de los cuales  escanciaba el ron Bermúdez en abundancia, están todavía dando sombras.

En sus libros de relatos: El hombre que había perdido su eje (1925) y Cibao (1941, hay un despliegue mayor de su estro lírico, al extremo de que en algunos cuentos de este último libro se podría decir, como de La Mañosa de Juan Bosch, “que chorrea poesía” por sus párrafos.

 

Tomás Hernández Franco, en plenitud

Tomás Hernández Franco, nació en Tamboril el 29 de abril de 1904 y falleció en esta ciudad el 1ero de septiembre de 1952. Poeta, medularmente poeta, aunque también se le conozca como narrador y ensayista. Era un hombre de un temperamento altivo y señorial. Tuvo la suerte de ir a vivir a París cuando todavía era la capital literaria del mundo, en plena efervescencia vanguardista, lo que le hizo modificar su romanticismo modernista y lo convirtió en un hombre avanzado. Luego fue diplomático y representó al país en diversos lugares en eventos importantes. Entre sus obras se cuentan, además de los citados: De amor, inquietud y cansancio, 1923;  Canciones del litoral alegre, 1936.  Obras completas, antología, Consejo Presidencial de Cultura, recopilación y estudio de José Enrique García, 2000.

Además en prosa: La revolución más bella de América,  1930; Conferencia sobre la poesía dominicana, en París, 1923; Apuntes sobre poesía popular y poesía negra en las Antillas, 1942, entre otros títulos. Una entidad cultural de esta ciudad prepara una edición de todas sus obras.

 

 

 

 

 

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Poemas de Tomás Hernández Franco

 

Yo sé que tú has sido

Yo sé que tú has surgido de algún  cuento de hadas,

toda blanca de ensueño, toda azul de ideal…

y sé que tú has vivido, en épocas pasadas,

entre los torreones de un alcázar feudal.

Yo sé que tú has vivido en las cortes francesas,

acaso en el reinado del mínimo Delfín,

y se te he visto jugando con Pares y Princesas

bajo el kiosko de flores de algún regio jardín…

Pero antes, ¿te acuerdas?, eras Vestal en Roma,

litúrgica y serena en los ritos paganos,

y ofrendabas, olímpica, una blanca paloma

¡que murió en la caricia de seda de tus manos!

¡Después, por un instante te encontré allá en China

paseando tus ensueños por un raro jardín…

la noche… el alma… el opio…. y la divina

luna pálida y triste contemplado a Pekín!

¡Después, por mucho tiempo, jamás volví yo a verte,

te dejé en la belleza de una noche en Pekín,

y a veces yo pensaba que la pálida Muerte

te convirtió en un lirio de amor en su jardín!

…Te he vuelto a ver. ¿Será un cuento infantil?

¿quizás aquel divino de la Bella Durmiente?

No sé, pero en el aire vaga un  algo sutil….

¿Será el rezo que teje la canción de la fuente?

 

Manos Hostiales

Tus manos son dos besos congelados en nieve

o son como dos lirios de blancura eucarística,

pues saben del hechizo que halaga y que conmueve

y son castos motivos para mi ofrenda mística…

¡Yo sé que florecieron en países lejanos,

donde aún hay caballeros de nombre y de linaje

que en una reverencia te besaron las manos

con el ósculo tímido del ritual vallasaje!

Por eso hasta tus manos también irán mis versos

que hace tiempo fueron por tu desdén dispersos

en un momento lírico de mi vida de cantos.

Y en soneto tierno te diré mi tristeza

vivida en el motivo de la Pura Belleza

y en la lívida euritmia de tus raros encantos…

 

La aldea está triste

La aldea está triste desde que tú te has ido,

le falta tu alegría, le falta tu belleza…

¡Y hasta mis propios versos por ti se han conmovido

al contar esta pura y aldeana tristeza!

Pasaste como un sueño de rara fantasía

y truinfó la elegancia de tu azul gentileza,

¡y era franca tu risa de una eterna armonía

como si fuese risa de una infantil princesa!

…¿Te acuerdas del arroyo que siempre gluglutea,

cual si contase un cuento pasional a la aldea,

envuelto en el misterio de un divino secreto?

Así van mis estrofas contándote la pena,

¡que yo he aprisionado con la ideal cadena

de catorce eslabones de este mismo soneto!

 

Flor de imposible

¿Por qué por tanto tiempo ha de callar el labio

lo que hace tiempo es luz en la noche del bardo,

lo que ha puesto en su alma un inconsciente agravio

con blancor de azucenas y perfumes de nardo?

¿Por qué ha de ocultar siempre la pura primavera

que ha surgido en lo yermo de su vida cobarde,

por qué ha de seguir su senda sin cantar que era

triste como los lirios al morir de la tarde?

Al correr de los años, ya en el Barrio Latino,

cansados cuerpo y alma del dolor y del vino,

quizás piense el poeta en su vida pasada,

Y quizás en la sombra de algún café galante,

evoque una vez más tu recuero distante

y llore al ver su pura ilusión mutilada.

 

Miedo de niño

Amada, media noche

ya contó la campana

que los duendes vinieron;

y en la calma aldeana

bailaron y se fueron…

Ven amada, ven, dame

el vino maldito

que destilan tus labios,

venga tus agravios

en esta pobre carne:

¿saciaré el infinito

deseo de tu boca?

Ven, yo sé tus crueldades

y sé que eres divina,

¡ven amada, ven,

dame la morfina

de tus carnes triunfales!

 

Tus preguntas

Me estás interrogando

¿Mi pasado?

Fue rojo y gris.

¿Mi presente?

Está lleno de negro y de ti, azul.

¿Mi futuro?

Mira, muchacha,

no hablemos de eso y … bésame.

 

 

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La foto

Palmar en la finca de Felipa Suárez en Los Cachones, Castillo