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Sabrina Román

Sabrina Román

 Sabrina Román nació en Santo Domingo, República Dominicana el 25 de Septiembre de 1956. Poeta, narradora, dramaturga y periodista cultural. Sus textos de poesía y prosa han sido publicados tanto en antologías poéticas como narrativas, reproducidos en diarios y revistas especializadas, y su obra ha sido objeto de estudio en círculos académicos internacionales, y otros editados como artículos, tales como: Pedro Henríquez Ureña y el mágico evento de su presencia en América, Propagadores del pensamiento infinito o eternos habitantes de un tiempo abstracto, Visiones de un evento de símbolos y República Dominicana  tierra de poetas, entre otros.

Cuenta en su haber los libros de poesía: De un tiempo a otro tiempo (1978), Palabra Rota (1983), Imagen repetida en múltiples septiembres (1986), Carrusel de mecedoras, fantasía teatral en un acto, presentada en el Teatro Nacional de la República Dominicana (1989) y publicada en (1993), Poniente taciturno (1999) y su más reciente libro Nuestras  lágrimas saben a mar, Memorias de una hija del general Pupo Román (2015).

En las décadas de 1980 y 1990 fue cónsul general de la República Dominicana para el área de Nueva Inglaterra, con sede en Boston, Massachusetts; fungió como Agregada Cultural en el Consulado de la República Dominicana en Miami y ha sido Sub-directora de la Biblioteca Nacional de la República Dominicana, después bautizada con el nombre del insigne Pedro Henríquez Ureña.  Fundó y dirigió la galería de arte Inner Tropical Center of theArts en Coral Gables y desde 1999 se ha dedicado a otras actividades culturales en el sur de la Florida, ha participado en lecturas de poesía, preparado catálogos de artes plásticas y organizado diversos eventos literarios. Vivió en Miami y en Bradenton, Florida.

Actualmente reside en Santo Domingo, República Dominicana, donde es miembro del Consejo Editorial del Ministerio de Cultura continúa escribiendo poesía y narrativa.

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Poemas de Sabrina Román

Sueño único

Era cuanto soñaba. Cuanto mi alma anhelaba.

Así me fui…caminando sin rumbo, sin luces ni hierbas,

sin flores en mi jardín sombrío nublado de ausencia.

¡Y qué dicha! Entonces…encontré tus ojos marrones

encima de una alegre campana que libremente en el cielo se mecía,

parecían una canción de cuna muy despacio susurrada.

Recuerdo el cantar de tus ojos bajo tus pestañas temblorosas,

como si en inquietas mariposas tus párpados se convirtieran.

¿Podría vivir mi alma sin esas estrellas tiernamente

sembradas en tus ojos por la vida?

¡No, no podría

Una tarde amarilla de otoño pintada de arreboles confesé sonrojada:

tus ojos son todo, todo, absolutamente todo cuanto anhelaba mi alma.

Solo eso, casi nada.

Simplemente eso era lo que soñaba…

hallar tus ojos divinos, ingenuos, marrones encima de una campana.

 

El barco de tu amor

Ayer caminé despacio sola con tu recuerdo.

Navegaba en mi memoria tu imagen como si fuera un barco.

Un barco dando tumbos entre las olas de mi amor insondable.

El barco vencía la tormenta y amordazaba el viento

que soplaba en mi cabeza.

Despeinaba mi piel y arrugaba mi espera.

El barco en el mar de mi memoria penetraba mis sentidos.

Amor profundo como el mar en que navego,

amor del alma, de la piel, del tiempo y de todas las

horas en que sucumbo al olvido…

amor a ratos inexplicable como el aletear de una mariposa muy

adentro de mi pecho.

Amor como Dios omnipotente.

Amor que late amarrado a mi corazón como el ancla de la nave

en que navego hacia ti contra viento y marea.

Amor que alucina con tu boca,

con tu cuerpo sobre el mío,

con el puerto que a lo lejos amenaza con dejarme arribar en

el barco en que navego.

 

Amor de adiós consagrado

En unos cuantos días adiós diré al sol, a las calles,

al viento y a los árboles que con su sombra gentil arrullaron

mi ilusión de mujer enamorada.

En unos cuantos días adiós diré al mar frente al cual

[nació este amor.

En su murmullo se hizo eternamente tuya mi alma.

Allí…frente a una ola que arribaba y otra ola que se iba,

mis ojos y mi piel y mis labios a ti se entregaron como

[a un ángel sin pudor y sin reclamo.

Un ángel bajado del cielo a rescatar mi soledad

soledad de estar sin ti porque aún no te sabía.

En unos cuantos días desnudaré mi vida de emociones vanas.

Dejaré de vivir sin tus huellas anidando entre mis poros.

Comprenderé…paseándose desnudas mis lágrimas frente al mar

tu imperiosa necesidad de alejarte.

Te fuiste, te vas, sin embargo, permaneces en mis ojos

[como una lágrima.

Me quedaré con el recuerdo de aquellas caricias

nacidas en tus manos y muertas en mi piel tiritando de frío.

Me quedaré con los restos de un amor consagrado

[sin fines de lucro

sin objetivo ni nada parecido a un leve consuelo.

Un amor sembrado en mí tan adentro que aún en la oscuridad 

de mis zonas recónditas es capaz de iluminarme.

Un amor invencible que late atormentado y alimenta mi pasión.

Un amor que grita jamás dejarás de habitar mis entrañas,

no importa cuánto en tu barca de olvido azul cielo

de mi playa insistas marcharte.

 

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La Foto

Campanúlas en el Residencial Pedro Livio Cedeño