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Hoy 28 es el último día. Sea por ser mi número de la suerte o el de los locos, me he quedado rezagado hasta el final. Cumpliendo algunas peticiones me atrevo a incluirme en esta galería, aún sabiendo que no lo merezco frente a tanta calidad mostrada a lo largo del mes por los y las 27 en febrero (fecha esta última emblemática en el país), como la de los y las poetas que me preceden. Como indiqué al inicio todos estos poemas y otros que me han sido prometidos y no llegaron a tiempo, los publicaremos junto a los demás internacionales que habíamos preparado para con ellos realizar el proyecto de un libro sobre poesía amorosa universal, esperando incluir no solo los prometidos sino los que trataremos de incorporar, como la segunda parte de Neruda, o la inclusión de Rubén Darío y de otros modernistas, de contemporáneos y algunos de los actuales, aunque lo haremos poco a poco en lugar de nuestra columna si no tenemos algo urgente que expresar.
Algunos amores se acaban, mas el amor y la poesía son eternos compañeros de un viaje tan infinito como el de la misma humanidad.
Manuel Mora Serrano, nació en Pimentel el 5 de septiembre de 1933. Desde niño empezó a escribir poemas. Es abogado de profesión que dejó de ejercer para dedicarse totalmente a la literatura. Ha publicado solo dos libros de versos: Celebración del vino oscuro, y Sinfonía en Miedo Mayor. Además ha editado Juego Dominó, 1974, 2005; Goeíza, 1980, ganadora del Premio Siboney de Literatura 1979; Decir samán, 1985 y La Luisa, 2016, novelas; Cuando Dios oye al pobre, 1987 y Cucarachas, 1993, fabulillas;
Postumismo y vedrinismo primeras vanguardias dominicanas, 2011, ensayo; Antología Poética de Domingo Moreno Jimenes, 1999; Antología poética amorosa de Domingo Moreno Jimenes, Versos de amor y de misterio, 2009; Palabras sin tiempo, selección poética de Domingo Moreno Jimenes, Editora Nacional, 2017; El precio del fervor, 1999, prosemas; y varios plaquettes de conferencias y estudios. Trabaja en una antología de la poesía criollista antes del postumismo. Próximamente INTEC publicará su estudio Modernismo y criollismo en el siglo XIX (La turba letrada y los mitos literarios.
Poemas inéditos de Manuel Mora Serrano
Resplandor de leche y de rocío
Por estar esperando como la esperé
no sé lo que daría. Por mis presentimientos,
por la angustia del conocimiento y las torpezas
quisiera volver con ella al mismo sitio de ayer.
Estuve al acecho de su desnudez.
Cuando el traje negro que la cubría cayó
y la estatua advino ante mis ojos, me di cuenta
que a ella le cabe en todo el cuerpo la palabra mujer.
Iba a ser mía, pero temía tocarla, temía muchas cosas.
Pensaba que un beso podía transformarla
y yo quería que siguiera siendo como eran sus carnes:
un resplandor de leche y de rocío
La fiesta de la posesión suele ser mortal.
Esa muerte súbita y hermosa de la vida.
Labios y cuerpo, pecho y profundidades
abruman al amante cada vez.
Es la prueba de fuego. En pocos minutos
hay que ir armado a la batalla
de la violenta ternura, con la suave violencia
de la lucha feroz de las entregas.
Cuerpo a cuerpo un cuadro cubista se construye
con aspas que son brazos, molinos como labios
moliendo en el río del goce
hacia las cataratas del olvido.
Y al final de esa lucha evitando la muerte
la muerte real que espera siempre afuera
surge de entre las sábanas manando leche y rocío
totalmente desnuda: la palabra mujer.
Disipación de los atardeceres
Necesito tener el consuelo de tu olvido
o la consolación de tu desprecio
si no hay esperanza de eternidades
amar no tiene sentido
Todo dolor paga su precio
Toda compañía anhela soledades
La memoria es tan vana como los sueños
Y el sueño no es más que un resplandor
Vanos son los recuerdos y las edades
¡Ay! Ni de nuestras soledades somos dueños
Lo único que nos pertenece es el error
de creer que existen las verdades
Todo se disipa en los atardeceres
para surgir titilando por las noches
convertido en materia de los sueños
Nada es más hermoso que esos seres
que del silencio hacen derroches
creyéndose grandes siendo tan pequeños
Yo te colocaría en la ribera
de todos los olvidos y de repente
no sabría si existes o no existes
Porque solo es preciso que haya primavera
y la conjugación del verbo amar en el presente
Todo lo demás existe si persistes
Nada se abandona Todo se recupera
El vacío se llena de sí mismo
No basta la eternidad No es suficiente
En el fondo del ser vive una fiera
que se alimenta del germen del abismo
Los destinos suculentos
Si ahora en tu madurez quieres sentirte niña otra vez.
Si quieres que vuelvan a ser tus carnes jóvenes y tiernas,
cierra los ojos y deja que te bese,
cierra los ojos y deja que yo estriegue
tus suculentos destinos con mis manos.
Si quieres regresar a tu hermosa adolescencia
y que canten en tu piel nuevas melodías,
deja que te acaricie lentamente,
deja que entre en ti el fervor tibio
con que entra al pan caliente el hambre mía.
Si quieres ser más joven y bella que como eras
cuando ninguno de los dos nos conocíamos,
si quieres ser la inefable doncella que fuiste,
bastaría que dijeras: Abrázame amor
y milagrosamente se aromarían
los oscuros rincones de tu carne
donde crecen los sollozos.
Porque si en verdad deseas estas cosas,
si estás decididamente dispuesta a ello,
si anhelas esos milagros prodigiosos,
cierra los ojos y deja que te bese,
cierra los ojos y deja que yo estriegue
tus suculentos destinos con estas manos.
Una muchacha cualquiera
Me quedé mirándote. Sin esas ropas hubieras sido
[una muchacha cualquiera.
Pensé que si te hubiera conocido en algún paseo por el campo
me hubiera sido fácil y hasta elegante decirte: Hola hermosa,
e imaginarte con los brazos en la cintura,
[mirando de medio lado
un poco esquiva y sonreída, pero profundamente complacida.
A lo mejor hubiéramos charlado descuidadamente
[junto al camino.
Ahora nadie sabrá lo que hubiera pasado entre nosotros
si tú hubieras sido una muchacha cualquiera.
Por esas cosas que te cubren, has dejado de ser
[una muchacha más.
Has dejado de ser lo que yo hubiera querido:
[una simple muchacha.
Desde donde estaba contemplaba los vellos
[oscuros de tus piernas
en el breve paréntesis que abrían tus faldas
[y el zapato conventual.
Imaginé tu desnudez, imaginé cómo serías sin
[toda esa ropa alejadora.
Te vi entonces, tímida, con el cuerpo encogido, temerosa de mí.
Temerosa del primer contacto, de la audaz
[caricia estremecedora
y quise reírme a carcajadas y me reí por dentro hasta sentir dolor.
Como una radiografía tomada con toda
[la sensualidad de mi mirada
me quedó tatuada tu figura en la soledad de tus soledades
y vi cómo en las noches se estremecía tu cuerpo
[hermoso y puro de mujer.
Desvié aquellos pensamientos pecadores y pensé
[al mirar tu rostro grave,
en lo hermoso que hubiera sido para los dos,
[si tú no hubieras sido
lo que eras, si tú hubieras sido, simplemente,
[una muchacha cualquiera.
Lo inolvidable
Ella me besó con verdadero amor
una vez en mi vida.
Besos di y recibí a granel
de eso mismos Labios.
Ninguno podía compararse.
Ese fue un beso de verdad
de esos que se dan
una sola vez
entregando el alma.
No solo sentí que perdonaba
lo que la hubiera hecho sufrir
sino que me enseñó
a sentir una emoción distinta
no solo por ser el último beso
que podíamos darnos
sino por haber sembrado en mi ser
con la sensación
de no haberla amado en vano
el sabor y el sentir irrepetible
de lo que ella fue
y de lo que su beso fue
como resumen de una historia
de amor: Inolvidable.
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La foto