De ella he escogido poemas poco conocidos.

Juana de Ibarbourou. Dibujo de Buscasso incluido en el libro "La rosa de los cientos". Montevideo, Palacio del Libro, 1930.

Juana de Ibarbourou (Fernández Morales, de soltera), también conocida como Juana de América (Melo8 de marzo de 1892Montevideo15 de julio de 1979), fue una poetisa uruguaya. El 10 de agosto de 1929 recibió, en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, el título de «Juana de América» entregado por el poeta mejicano Alfonso Reyes que viajó a Montevideo a esa misión, ella entró de la mano de Juan Zorrilla de San Martín frente a una multitud de poetas y personalidades. Fue enterrada con honores de Ministro de Estado en el panteón de su familia del Cementerio del Buceo.

Nació en 1892, aunque ella proclamaba haber nacido en 1895. Su nombre era Juana Fernández Morales, pero se hizo conocida como Juana de Ibarbourou, tomando el apellido de su marido, el capitán Lucas Ibarbourou, con quien se casó a los veinte años. Su padre, Vicente Fernández, español de Galicia, nació en Lorenzana —provincia de Lugo—, cuya biblioteca municipal lleva el nombre de la poetisa. Su madre, Valentina Morales, pertenecía a una de las familias españolas más antiguas del Uruguay. Vivió hasta los 18 años en Melo.

(De Wikipedia)

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Poemas de Juana de Ibarborou

Con una sola flor desesperada.

Lo quiero con la sangre, con el hueso,
Con el ojo que mira y el aliento,
Con la frente que inclina el pensamiento,
Con este corazón caliente y preso.
Y con el sueño fatalmente obseso

De este amor que me copa el pensamiento,
Desde la breve risa hasta el lamento,
Desde la herida bruja hasta su beso.
Mi vida es de su vida tributaria…

Depende de él como del leño duro
La orquídea, o cual la hiedra sobre el muro,
Qué solo en él respira levantada.

Voluntad

Yo bailaré sobre la alfombra roja del crespúsculo
Porque el corazón me sangra y la danza es un óleo.
Toda la tarde alisé un madero de esperanza
Para que fuera la proa
De un avión o una nave de triunfo.
Pero me lo llevaron las olas que mueren en el alba.

Tengo las manos vacías para la noche
Y el coro victorioso de las estrellas
Ha de encontrarme callada.
Pero yo bailaré sobre mi corazón herido
Y los astros solo sorprenderán en mi rostro
Un gesto de bienaventuranza

Las lenguas de diamante

Bajo la luna llena, que es una oblea de cobre,
vagamos taciturnos en un éxtasis vago
como sombras delgadas que se deslizan sobre
las arenas de bronce de la orilla del lago.

Silencio en nuestros labios una rosa ha florido
¡Oh, si a mi amante vencen tentaciones del hablar,
la corola, deshecha, como un pájaro herido,
caerá, rompiendo el suave misterio sublunar!

¡Oh, dioses, que no hable! ¡Con la venda más fuerte
que tengáis en las manos, su acento sofocad!
¡Y si es preciso, el manto de piedra de la muerte
para formar la venda de su boca, rasgad!

¡Yo no quiero que hable. Yo no quiero que hable.
¡Sobre el silencio este, que ofensa la palabra!
¡Oh lengua de ceniza! ¡Oh lengua miserable,
no intentes que ahora el sello de mis labios se abra!

Bajo la luna-cobre, taciturnos amantes,
con los ojos gimamos, con los ojos hablemos.
Serán nuestras pupilas dos lenguas de diamantes
movidas por la magia de diálogos supremos.

La pequeña llama

Yo siento por la luz un amor de salvaje
Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge
¿No será, cada lumbre, un cáliz que recoge
el calor de las almas que pasan en su viaje?

Hay unas pequeñitas, azules, temblorosas,
lo mismo que las almas taciturnas y buenas.
Hay otras casi blancas: fulgores de azucenas.
Hay otras casi rojas: espíritu de rosas.

Yo respeto y adoro la luz como si fuera
una cosa que vive, que siente, que medita,
un ser que nos contempla transformado en hoguera.

Así, cuando yo muera, he de ser a tu lado
una pequeña llama de dulzura infinita
para tus largas noches de amante desolado.

Lo que soy para ti

Cierva,
Que come en tus manos la olorosa hierba.
Can,
Que sigue tus pasos doquiera que van.
Estrella,
Para ti doblada de sol y centella.
Fuente,
Que a tus pies ondula como una serpiente.
Flor,
Que para ti solo da mieles y olor.

Todo eso yo soy para ti,
mi alma en todas sus formas te di,
Cierva y can, astro y flor,
Agua viva que glisa a tus pies,
Mi alma es
Para ti,
Amor.

Bajo la lluvia

¡Cómo resbala el agua por mi espalda!
Cómo moja mi falda
¡Y pone mis mejillas su frescura de nieve!
Llueve, llueve, llueve.

Y voy senda adelante.
Con el alma ligera y la cara radiante,
sin sentir, sin soñar,
Llena de voluptuosidad de no pensar.

Un pájaro se baña
En una charca turbia. Mi presencia le extraña,
Se detiene…Me mira…Nos sentimos amigos…
¡Los dos amamos mucho cielos, campos y trigos!

Después es el asombro
De un labriego que pasa con su azada en el hombro,
Y la lluvia me cubre
De todas las fragancias que a los setos da Octubre

Y es sobre mi cuerpo por el agua empapado,
Como un maravilloso y estupendo tocado
De gotas cristalinas, de flores deshojadas
Que vuelcan a mi paso las plantas asombradas

Y siento, en la vacuidad
Del cerebro sin sueños, la voluptuosidad
Del placer infinito, dulce y desconocido,
De un mínimo de olvido.

Llueve, llueve, llueve
Y tengo el alma y carne, como un frescor.

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La foto

Los pinos en el camino de Casa Vieja de la familia Suárez en Los Cachones, Castillo.