José Enrique García nació el 26 de noviembre en Santiago de los Caballeros. Obtuvo el título de Licenciado en Educación y Letras en la Universidad Católica Madre y Maestra y realizó un doctorado en Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid. Fue profesor de Literatura en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. Ejerció la crítica literaria en diferentes medios de comunicación del país, Actualmente es Director de la Editora Nacional del Ministerio de Cultura.
Entre sus libros publicados están: Meditaciones alrededor de una sospecha, 1977. El fabulador, Santo Domingo, Editora Taller, 1980, ganador del Premio Siboney de poesía. Ritual del tiempo y los espacios, , 1982,; En el camino y la casa, , 1985. Contando lo que pasa, 1986; Cuando la miraba pasar, 1987; Huellas de la memoria, 1994; Una vez un hombre, novela, 2000; Recodo, 2001; Un pueblo llamado pan y otros cuentos infantiles, 2002; La palabra en su asiento. Análisis poético, Santo Domingo, Banco Central de la República Dominicana, 2004; Juego de villanos, 2006. El futuro sonriendo nos espera, (selección poética dominicana), 2007, entre otras obras..
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Poemas de José Enrique García
Para seguir
Solo tienes que volver
y estaremos menos solos.
Y echaremos el miedo
del centro de los cuerpos.
Y ya no habrá más huidas ni heridas
ni deshabitados espacios,
el frío abandonará las sábanas, el aposento,
saltará a tu piel el fuego de mi piel
y mantendremos todas las noches tibias.
Solo tienes que retornar a tu sitio
y reanudaremos el viaje
Y tú dejarás de andar por cafetuchos oscuros
regateando caricias,
y yo, olvidaré el rosario en el armario
el mirar a lo lejos;
y los ruidos delgados de las noches
solo serán caídas de las hojas vencidas.
Y nos enterraremos en el uno,
en el otro,
como sucedía cuando los ojos
se tocaban en lo hondo,
cuando nosotros éramos nosotros.
Compañera
Llegas de pronto tú
tocas mi cuerpo
y detengo la muerte.
La casa se llena de tus pies
de ruidos de tus manos
recobra su imagen de refugio.
Días, ahora violentarán aldabas
y noches habrá en que no tengamos miedo
de lo que ocurre afuera.
Pausa
Descálzate el camino
deja que la distancia no sea prisa en los ojos.
La noche empieza en el viento
que mueve aquellos árboles
y pronto no habrá certeza de pasos
ni mirar.
Entra a la casa
toma asiento, de la serena agua,
el espacio que precisa la llama
que salta de los leños.
Levantemos la mesa junto al fuego
después dejemos que los cuerpos se enciendan
en sus limpias desnudeces.
Y mañana, cuando sea la luz,
volverás al viento y al camino
con huellas de mi cuerpo.
Lejanías
Una mujer se mira
y su cuerpo despierta y se derrama
por los distantes días.
En la ventana, abrevia horas y sueños,
imposibilidades.
Sobrevive al olvido
lo que dulcemente quema.
Una mujer se mira:
lejanías que inflaman sus recuerdos.
Conjunción
Hermosa la noche
cuando te deslizas por entre la sábana
y arrugas la tela con ondulaciones
de tu cuerpo.
Un pájaro aletea cerca de la casa
y el viento, en los ventanales,
despierta dulce en nosotros.
Los árboles de los alrededores
susurran limpias oscuridades.
Amorosa, hasta sagrada,
la conjunción de las carnes
que en fuego arde, mientras afuera
la noche escapa sin escándalos.
Puerto
El barco, lento de humedad y distancia,
se mueve entre las aguas y las nieblas.
Atrás oscurecen los techos y los muros,
las luces una a una se apagan
y las últimas estrellas caen a la arena.
El mar despierta en las alas de los
primeros pájaros,
y en el puerto una mujer, todavía sucia
del amor, maldice las distancias.
Manos tocándote
Mis manos al tocarte
procuran tu fuego
la piel que resbala
y que detiene ansia y miedo.
Puestas en tus brazos, piernas
en el talle que cimbrea al mundo
en los pómulos que arden dulcemente
en ti que eres entera
van con hambre tras la sangre
con sed de amor.
Al tocarte, las manos
se llenan de ti
de tu infancia y madurez
buscan tu historia y porvenir
todo lo que te construye.
Niña aún al viento
casi gitana para danzar.
Las manos en busca de la raíz del pie
la huella de la mano
que. música arranca a quietos pentagramas.
Totalmente robándole a palmos
porque dolía el miedo prematuro
la huida, la lejana presencia
advertida en palabras y gestos
en cuentos de otras historias
que a veces rememora.
1,as manos dichosas
cuando te tocaban
tibio el tacto
la ternura de la carne
todas las sangres juntas
lo que era historia
lo que resta de tumba.
Las manos procuran al tocarte
las maduras limpiezas
y detienen los envejecimientos
únicamente imágenes
que combaten la muerte.
Estas manos tiemblan
trazan signos en tu memoria
viven dolorosamente hambrientas.
Y más que labios son las manos que besan
el cuerpo que te hace transitoria.
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La foto