Getrudys Gómez de Avellaneda

La gran Tula

Gertrudis Gómez de Avellaneda (Santa María de Puerto Príncipe23 de marzo de 1814 – Madrid1 de febrero de 1873), llamada cariñosamente «Tula», fue una escritora y poetisa española del Romanticismo, considerada como una de las precursoras de la novela hispanoamericana, junto a Juana MansoMercedes MarínRosario OrregoJulia López de AlmeidaClorinda Matto de TurnerManuela Gorriti y Mercedes Cabello de Carboneda, entre otras.  ​

Se trasladó a España a los 22 años, donde comenzó a publicar bajo el pseudónimo de La Peregrina y se dio a conocer con la novela Sab, considera la primera novela antiesclavista (anterior incluso a Uncle Tom’s Cabin de la escritora norteamericana Harriet Beecher Stowe). De formación neoclásica, fue valorada en su época como una de las figuras clave del romanticismo hispanoamericano y el tratamiento que dio a sus personajes femeninos la convirtieron en una de las precursoras el feminismo moderno. Entre su vasta obra destaca su novela indianista Guatimocín (1847) y sus piezas teatrales Saúl (1849) y Baltasar (1858), considerada esta última una de las obras maestras del teatro romántico23​ han reseñado sus obras y Entre sus coetáneos contó con la admiración de su amigo Lista y la escritora Fernán Caballero y, aunque también la considerara una de las más grandes poetas de lengua castellana, con el rechazo de Marcelino Menéndez y Pelayo, quien impidió su incorporación a la Academia. ​(Wikipedia).

Getrudys Gómez de Avellaneda (La gran Tula)

 

2

Poemas de Gertrudys Gómez de Avellaneda

A él

No existe lazo ya: todo está roto:
plúgole al cielo así: ¡bendito sea¡
Amargo cáliz con placer agoto:
mi alma reposa al fin: nada desea.

Te amé, no te amo ya: piénsolo al menos:
¡nunca, si fuere error, la verdad mire!
Que tantos años de amarguras llenos
trague el olvido: el corazón respire.

Lo has destrozado sin piedad: mi orgullo
una vez y otra vez pisaste insano…
Mas nunca el labio exhalará un murmullo
para acusar tu proceder tirano.

De graves faltas vengador terrible,
dócil llenaste tu misión: ¿lo ignoras?
No era tuyo el poder que irresistible
postró ante ti mis fuerzas vencedoras.

Quísolo Dios y fue: ¡ gloria a su nombre!
Todo se terminó, recobro aliento:
¡Ángel de las venganzas!, ya eres hombre…
ni amor ni miedo al contemplarte siento.

Cayó tu cetro, se embotó tu espada…
Mas, ¡ay!, cuán triste libertad respiro…
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada
y en honda y vasta soledad me miro.

¡Vive dichoso tú! Si en algún día
ves este adiós que te dirijo eterno,
sabe que aún tienes en el alma mía
generoso perdón, cariño tierno.

 

Suplicio de amor

¡Feliz quien junto a ti por ti suspira,
quien oye el eco de tu voz sonora,
quien el halago de tu risa adora
y el blando aroma de tu aliento aspira!

Ventura tanta, que envidioso admira
el querubín que en el empíreo mora,
el alma turba, el corazón devora,
y el torpe acento, al expresarla, expira.

Ante mis ojos desaparece el mundo
y por mis venas circular ligero
el fuego siento del amor profundo.

Trémula, en vano resistirte quiero.
De ardiente llanto mi mejilla inundo.
¡Delirio, gozo, te bendigo y muero!

  

Mi mal

En vano ansiosa tu amistad procura
adivinar el mal que me atormenta;
en vano, amigo, conmovida intenta
revelarlo mi voz a tu ternura.

Puede explicarse el ansia, la locura
con que el amor sus fuegos alimenta…
Puede el dolor, la saña más violenta,
exhalar por el labio su amargura..

Mas de decir mi malestar profundo,
no halla mi voz, mi pensamiento, medio,
y al indagar su origen me confundo:

pero es un mal terrible, sin remedio,
que hace odiosa la vida, odioso el mundo,
que seca el corazón…¡En fin, es tedio!

3

La Foto

Flores de sauce en el jardín de La Joya