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Los amores del dominicano hoy 27
Es el gran día, la novia de todos es la República Dominicana representada en el lienzo tricolor. El amor a esta tierra y a sus gentes, a su lengua y a su tradición nos obliga a recordar que si bien hay tres veces más dominicanos por el mundo que los que recibimos, los nuestros van hacia el ancho mundo y los que vienen a nuestras playas lo hacen en uno pequeño donde todos esos que parten tienen el legítimo derecho de tener su espacio y su lugar. Esta ha sido tierra de acogida a lo largo de su historia, por amor o por intereses. Poco sabemos de los originales pobladores o de sus luchas contra otras tribus, sí sabemos que con sangre recibimos religión y lengua de España, como otros las recibieron de ella y de otros pueblos europeos. La mezcla racial que somos, este conglomerado que hemos formado, es todo cuanto tenemos para llamarlo nuestro, para llamarlo Patria, para sentirnos pueblo; uno de los pueblos del mundo.
Esta es fecha para reflexionar tranquila, pausadamente lo que realmente somos o queremos ser y seguir siendo: Tierra abierta y generosa, gente tradicionalmente amable con lo extranjero, jamás aceptaría que hubiera grupos o individuos o lo que fuere que atentaren contra nuestra independencia y soberanía. Mucho nos ha costado alcanzar los peldaños democráticos que tanta sangre y dolor produjeron a tan buenos ciudadanos para echar por la borda lo que hemos obtenido con tantos sacrificios.
Por eso, aspirando a un futuro sin corrupción de ningún orden, de paz y serenidad en los hombres y mujeres, en sus hogares como en las calles, recordemos lo que dijo Deligne, aspirando alcanzar su sueño con la bandera: ¡Quién te viera, quien te viera: más arriba, mucho más!
Gastón Fernando Deligne, nació en esta ciudad el 23 de octubre de 1861 y murió en San Pedro de Macorís el 18 de enero de 1913, donde desarrolló su vida intelectual junto a su hermano Rafael Alfredo (1863-1902). Hombre muy culto, conocía y traducía del alemán y del francés. Alto empleado en una empresa comercial de esa localidad. Su producción literaria como la de los poetas de su tiempo estaba dispersa en revistas y periódicos. Era tradición que cada vez que se escribiera algo, de una manera o de otra se diera a conocer en los muchos medios provinciales y nacionales. Sin embargo él empezó a editar un libro muy joven en 1887: Soledad, narración en verso. Sin embargo, fue en 1908 cuando publicó a Galaripsos que reunía una gran parte de su producción poética. Más tarde sus prosas y sus versos han recibido la atención de organismos oficiales. Junto a Salomé Ureña de Henríquez y José Joaquín Pérez constituye la trilogía clásica del siglo XIX, al extremo de que se les ha llamado Dioses Mayores de la poesía dominicana. En 1966 el presidente Joaquín Balaguer dictó un decreto ordenando que en cada municipio hubiera una calle con su nombre, consagrándolo como el poeta nacional por excelencia.
Respecto a este poema, debe recitarse o leerse primero con cierto aire de ironía, con la cual el poeta trató de llamar la poca atención que en su tiempo se le tenía al pabellón nacional, solo al final, se puede levantar la voz con acento épico cuando él clama por el respeto y la reverencia que debemos tener por nuestro lábaro patrio, con dos versos finales que hemos repetido tradicionalmente: Quien te viera, quien te viera/ más arriba, mucho más.
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Poemas de Gastón Fernando Deligne a la bandera nacional
Arriba el Pabellón
(Acuarela)
Tercien armas!…Como quiera!
el acostumbrado estruendo;
ello es que el sol va saliendo,
y hay que enhestar la bandera.
Enfilado pelotón
de la guardia soñolienta,
al pie del asta presenta
arbitraria formación.
Y, hechas a las dos auroras
en que cielo y patria están,
pasan de largo a su afán
las gentes madrugadoras!
Ni ven el sol de la raza,
cuyos colores lozanos
tremulan entre las manos
del ayudante de plaza;
ni del lienzo nacional,
fijo ya delgada driza,
recuerdan que simboliza
toda una historia inmortal,.
Pues cada matiz encierra
lo que hicieron los mayores
por el bien y los honores
del rescate de la tierra.
El rojo, de su gloriosa
decisión habla al oído:
–soy, dice, el laurel teñido
por su sangre generosa!
Es el azul, de su anhelo
progresista, clara enseña:
color en que el alma sueña
cuando sueña con el cielo!
Al blanco, póstumo amor
de sus entrañas, se aferra;
dar por corona a la guerra
el olivo redentor!
Presenten armas!…–Ya ondea
el pabellón y se encumbra
bajo del sol, que deslumbra,
y el clarín, que clamorea.
Ladra un can, del estridente
sonido sobresaltado;
arde en aromas el prado,
rompe en trinos el ambiente…
¡Qué linda en el tope estás
dominicana bandera!
¡Quién te viera, quien te viera
más arriba, mucho más…!
Ante la bandera
(Himno escolar)
O bandera sagrada!…
Relentes,
cierzos, brumas, no logren ajar
tus colores que riman ardientes
con la espléndida hoguera solar.
Concentrados están en ti misma,
de la Patria bordando el blasón,
los matices que son en el prisma
adelante, lealtad, decisión.
Por el monte, a través de las hojas,
solo en símbolo debes de estar;
campanillas azules y rojas
clavellinas, y blanco azahar.
Pero nunca a través del sendero,
te has de ver como a ratos te ves:
en la lucha de hermanos primero,
jironada en el asta después.
La manigua finó en Capotillo;
y es de entonces misión tutelar
la que tienes, prestar sombra y brillo
a la escuela, al taller y al hogar.
Es preciso que extraño viandante
diga al verte en tirado arrebol:
es de un pueblo que marcha adelante;
es de un pueblo querido del sol.
Oh bandera sagrada!… Relentes,
cierzos, brumas, no logran ajar
tus colores que riman ardientes
con la espléndida hoguera solar.
Pabellón! te mandamos un beso;
anhelando con ansia vivaz
que a tu sombre germine el Progreso
y florezca pródiga la Paz.
1906
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La foto