DOMINGO MORENO JIMENES
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Para algunas personas podría parecer extraño que haya escogido poemas de un poeta considerado hermético, quien, como postumista al fin, se dedicaría a escribir poesía seria colindando con la muerte.
Extrañamente, Moreno fue, a pesar de su imagen de hombre prematuramente envejecido, un gran apasionado.
En nuestra Antología poética amorosa de Domingo Moreno Jimenes (Versos de amor y de misterio), ediciones Mateca, 2009, ofrecimos 44 poemas de más de un centenar que dedicó al tema.
En consecuencias, si no es el mas, es uno de los más prolíficos y apasionados poetas que trabajaron la temática; de este texto agotado, escogimos algunos para darles a los lectores una idea de su producción.
Lamentando que por razones de espacio no ofrecemos su Rosa. El poema de amor antillano, que sí podrían leer en nuestra reciente antología que ha editado el Ministerio de Cultura en su BDB con el título de Domingo Moreno Jimenes, Palabras sin tiempo, Editora Bùho, diciembre 2017, que aún no se ha puesto oficialmente a circular pero puede obtenerse en las casetas de la entidad, a un precio de feria.
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Domingo Segundo Moreno Jimenes nació el 7 de enero de 1894 y falleció el 21 de septiembre de 1986 en esta ciudad. Su madre era nativa de Sabaneta y su abuela paterna del Seibo, en estas ciudades, además de San Pedro de Macorís, Santiago, Monte Cristi San Cristóbal, amén de sus viajes por todo el territorio nacional vendiendo sus libros, transcurrió su vida. Solo una vez salió del país, a Puerto Rico. Su profesión fue la poesía. Aunque se graduó de maestro y lo ejerció, siendo nombrado primero director una escuela en Sabaneta y luego del Instituto de Poesía Ovaldo Bazil de la ciudad sureña.
De modo que vivió en todas las regiones del país.
POEMAS DE DOMINGO MORENO JIMENES
Ligelia
Tengo una novia
trigueña y silenciosa
que me ama en las sombras.
Sus dientes son joyas de marfil
y sus manos parecen rosas;
tiene unos ojos mágicos que asombran y deslumbran
y ella toda,
es como una libélula que huye
no sé si es el temor
o un río que se desborda.
que me la roba
o un cielo sombrío que la guarda,
ello es que siempre sola
la descubro,
y cuando trato de atraerla a mi dominio se encoleriza como
[una loba;
y de mis artificios
vencedora
me contempla sonreída mucho tiempo,
y luego, cual una frágil ola,
parte dejándome aterido sin saludarme a veces
y otras,
dejando que me digan la punta de sus dedos
lo que sólo en la oscuridad confía a su alcoba
en un derroche de delirio,
cuando la media luna por sus jardines ronda.
Y sin embargo,
cuando en las cimas nace la aurora,
me advierte en las nubes que se deslizan ledas
y el encanto de las alondras.
Tengo una novia
trigueña y silenciosa
que me ama en la sombra.
Psalmos 1919
.
Himno de gracias
Me hace falta una dulce Julieta
Que me diga con trémula voz:
’Oh poeta,
compartamos ternura y dolor'.
La mujer de hoy en día me aterra.
En el siglo pasado nací
para en guerra
con el siglo presente vivir.
No es un ansia febril que me mueve
a buscar una dulce beldad,
sino un leve
sentimiento de amor y bondad.
Ya presiento mi triste partida,
y quisiera poder compartir
esta vida
con un alma inocente y feliz.
Unos van tras un mago zafiro,
otros marchan de glorias en pos;
yo suspiro
¡por amor, por amor, por amor!
Días sin Lumbre 1917 (Pág. 141 de Las Obras).
Siesta
La negra de los dientes blancos
me ha prometido
darme una cita junto a los naranjos
a la hora de la umbría,
en el momento en que gorjean los pájaros.
Se fue por la avenida de las acacias. Y en tanto
que unas cotorras la empalizada brincan
y ella por el andén se va alejando,
por mi memoria cruza
la visión de otro cuadro,
vivido hace unos meses
en el campo.
La quietud y el bochorno
me van amodorrando,
y ya siento en mis manos su cintura
y en mis labios sus labios;
tiemblan cual uvas sus morados senos;
y como un tronco al cual ya ha herido un rayo
cae su cuerpo por tierra, y en el bosque
los ruidos cesan por un rato.
Y ya desvanecido aquel mal sueño,
con los ojos fijos en el término vago
continúa mi impiedad, indiferente
como si nada hubiera pasado.
(Palabras sin Tiempo, 1932)
Versos de amor y de misterio
En todas las hora de la ausencia mis manos
te tomaron la nuca,
te oprimieron los senos;
palparon el más desnudo tacto de tu boca,
naufragaron en la lejanía de tus ojos…
Tan mía como fuiste;
y sin embargo
por tu ausencia,
inexplicablemente,
junto a la soledad,
¡cuán poco mía!
Me dormía con tus piernas oprimidas
junto a los brazaletes de mis manos;
sentía el dulce rumor de tus cabellos
y hasta el eco de tu mirar lejano.
Después, al despertar me bebía el alba
y veía una cana de mi cabeza,
la última,
gemir de dolor entre tus dedos.
(Sentir es la Norma, 1939)
3. La Fotografía