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Poemas de Carilda
Muchacho
Muchacho loco, cuando me miras
con disimulo, de arriba abajo,
siento que arrancas tiras y tiras
de mi refajo.
Muchacho cuerdo, cuando me tocas
como al descuido la mano, a veces,
siento que creces
y que en la carne te sobran bocas.
Y yo tan seria, tan formalita,
tan buena joven, tan señorita,
para ocultarte también mi sed
te hablo de libros que no leemos,
de cosas tristes, del mar con remos,
te digo usted.
Me desordeno, amor, me desordeno
Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada;
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa del veneno;
y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.
Esto
Un corazón que nubla sus señales,
una mirada azul velando rosas,
un pie para morir, y muchas cosas
tranquilas en amor, elementales.
Sin lágrimas que pudra sus cristales,
sobre un montón de fiebres dolorosas,
una muchacha así: con mariposas,
quedándose entre músicas cordiales.
Y con esa piedad casi de nube
por todo lo pequeño que no sube,
deteniendo la luz frente a su nombre.
Una muchacha así, en cualquier lugar,
o preferiblemente junto al mar.
Una muchacha así queriendo a un hombre.
Te mando ahora que olvides todo
Te mando ahora que lo olvides todo:
aquel seno de nata y de ternura,
aquel seno empinándose de un modo
que te pudo servir de tierra dura;
aquel muslo obediente pero fiero,
que venía de sierpes milenarias;
aquel muslo de carne y de me muero
convocado en las tardes solitarias;
aquel gesto al echarme en la locura,
aquel viaje al amor, de mi cintura;
aquel gusto en la piel a lirio extraño,
aquel nombre pequeño bajo el nombre;
aquel pecado de volverte un hombre
en el vicio feliz de hacerme daño.
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La Foto