Eeva Karin Kilpi, nació en Salo, 18 de febrero de 1928, Hiitola, Finlandia. Es una escritora y feminista muy conocida en el extranjero, más que en su país. Su poesía, caracterizada como humor feminista, fue descubierta en la década de 1980 en Europa.
Durante su carrera ella ha centrado en las emociones, los sentimientos femeninos y las historias cotidianas de las familias de su país, casi siempre en poemas muy breves.
La hemos escogido para continuar, como hemos prometido, publicando poemas de amor de diversos autores y localidades. Esta vez por haberse celebrado el jueves pasado el Día contra la desigualdad femenina, pensamos que su voz y de otras distinguidas mujeres y de hombres que no pudimos publicar en el mes pasado, creemos injusto no incluir sus versos para que sean conocidos en nuestra tierra.
Poemas de Eeva Karin Kilpi
Apenas él hubo pronunciado:
“Ahora lo único que falta son fresas”
Apenas él hubo pronunciado:
“Ahora lo único que falta son fresas”
cuando ya estaba yo corriendo hacia la descuidada
huerta de detrás de casa
y había cogido un puñado de fresillas silvestres
antes de que él hubiese acabado de tomar su yogur:
acababan de madurar.
Ten cuidado con lo que dices, dije, ahora todo se hace realidad.
Y él tuvo cuidado.
Cuando has visto una nube…
Cuando has visto una nube
en el regazo de un lago;
y la luna
entre los nenúfares;
inevitablemente estás a la merced
de tu propia alma.
Dime si molesto
Dime si molesto,
dijo él al entrar,
porque me marcho inmediatamente.
No sólo molestas,
contesté,
pones patas arriba toda mi existencia.
Bienvenido.
¿Te dejarías follar por quince euros?
Me dijo
en la parada del autobús a las 0.42
rodeados de calles vacías y congeladas.
Primero negué con la cabeza, pero luego le dije:
Por dinero no, pero si pasas la aspiradora y friegas los platos…
Entonces él, a su vez, se negó
y se dio la vuelta abatido para seguir su camino.
Bueno, si de verdad
quieres una confesión,
Ahí va:
He tenido treinta y seis amantes
son demasiados
Tienes razón,
contesté,
Hubiese bastado con treinta y cinco.
Pero, cariño, el treinta y seis eres tú.
Bienvenido.
Cuando una ya no tiene fuerzas para
escribir tiene que recordar
Cuando una no tiene fuerzas para escribir tiene que recordar.
Cuando una ya no tiene fuerzas para fotografiar,
tiene que ver con los ojos del alma.
Cuando una ya no tiene fuerzas para leer
tiene que estar lleno de narraciones.
Cuando una ya no tiene fuerzas para hablar,
tiene que resonar.
Cuando una ya no tiene fuerzas para andar tiene que volar.
Y cuando llegue la hora
una tiene que desprenderse de los recuerdos,
de los ojos del alma, dejar de soñar,
callarse y plegar las alas.
Pero pase lo que pase, sigue la narración, sigue.
¿Qué ruido es ese que me despierta de noche?
¿Qué ruido es ese que me despierta de noche?
Es la biología, que exige sus derechos.
De noche se escucha mejor,
claramente cuando
cuando los sociólogos duermen.