Lupo Hernández Rueda

21a Feria Internacional del Libro

Santo Domingo 2018

Al estar dedicada a Lupo Hernández Rueda y homenaje a Juan Antonio Alix, con Guatemala como país invitado, durante los días de la misma publicaremos a diario un poema de los miembros de la Generación del 48, al poeta Alix y a algunos guatemaltecos. Iniciando con Lupo recientemente fallecido, siguiendo con Juan Alberto Peña Lebrón, el último sobreviviente de la dicha generación.

Recordar a Lupo es hablar de sus hermanos en el ideal literario. Encabezamos con Peña Lebrón por estar vivo, pero el orden en que aparecen en La Generación del 48 en la literatura dominicana, tomo II, 1981 (Impresión Editora Corripio), son: Máximo Avilés Bonda, Ramón Cifré Navarro, Abel Fernández Mejía, Lupo, Juan Carlos Mieses, Rafael Lara Cintrón, Peña Lebrón, Luis Alfredo Torres, Rafael Valera Benítez, Abelardo Vicioso y Víctor Villegas, justamente los once días de la Feria.

Con la venia del señor director de este medio, se me permitirá insertar algo de Papá Toño Alix y de algunos poetas del país invitado.

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Lupo Hernández Rueda

Lupo Hernández Rueda

Lupo Hernández Rueda, nació en Santo Domingo el 29 de julio de 1930 y falleció en su ciudad natal el 23 de octubre de 2017. Abogado prominente, se le consideró una de las primeras figuras en el tema laboral y sus obras jurídicas fueron una especie de biblia para los postulantes.

Nos place recordar en esta oportunidad a Lupo, que fue el mecenas de la llamada Generación del 48 y en cierto sentido el centro de la misma. No conforme con su liderezgo poético, ya que fue el más promocionado en Los Cuadernos Dominicanos de Cultura a partir del 1948, fue su principal difusor y si hoy podemos hablar de cada uno de ellos se debe a su preocupación por ese sentido de jefe de tribu que tenía. No solo fue un miembro activo, sino que su amistad sin dobleces fue compartida por todos. La fundación de la revista Testimonio registrada en diciembre de 1963 llenó un vacío que tenía su generación y el país, que fue llenado con creces a pesar de los duros días de la guerra, que en cierto sentido gravitaban sobre ellos y todo el país.

De su calidad poética hablan los críticos, las antologías y sus muchos libros de poesía o relacionados con ella.

Casado con la doctora Gloria Contreras, mantuvo un hogar feliz, siendo, en ese sentido un hombre fiel y cariñoso, que hizo de los campos de Monte Plata, especialmente de la zona del río Cuanza una especie de parnaso. Fue un trabajador tenaz, ni en su juventud fue un bohemio irresponsable, padecíó durante muchos años una grave enfermedad que no lo alejó nunca ni de la rutina profesional ni de la literatura. Su ejemplo enaltece la poesía dominicana en muchos sentidos y es justicia cultural que se le haya dedicado esta Feria.

Entre sus obras podemos citar, así, de pasada: Como naciendo aún, 1953, que lo catapaltó a la fama; Trío (en colaboración con Avilés y Valera Benítez), 1957; Muerte y memoria, 1963; Crónica del sur, Dentro de mí conmigo, 1967; El tiempo que espero, 1972; Por ahora, antología 1948-1975); Del tamaño del tiempo, 1979; Círculo, 1979; Cuanza, 1984; Con el pecho alumbrado, 1988; Por el mar de tus ojos, 1993 y Como naciendo aún, antología poética 1953-1993). Además co-editó con Manuel Rueda, Antología panorámica de la República Dominicana, 1980; y La Generación del 48 en la poesía dominicana. Lupo fue ganador del premio anual  de poesía en los años 60; 63; 79; 80; 84 y 88. Fue Premio Nacional de Literatura en 1998.

A riesgo de cansar al lector, concluimos esta semblanza con las mismas palabras que el cinco de agosto de 2017 dos meses antes de su tránsito, con el título de Lupo Hernández Rueda patriarca de la Generación del 48, a propósito de su vida consagrada a su hogar y su familia, dije:

“VII

Cuanza viene de lejos/ y pasa lentamente sin término./ Está aquí/ y en otras partes./ Es origen del tiempo,/ pureza liberada,/ paz,/ amor y muerte,/ un hecho/ muchos años/ y muchísimos hechos.

Este fragmento de Cuanza pudo llamarse simplemente A Gloria Contreras.

Por lo dicho y leído, sabiendo que falta tanto Lupo y tanto verso donde andando va Gloria como Cuanza, como los territorios ingratos del Sur contradictorio de su infancia y juventud, es menester decir en estos tiempos difíciles para el verso a pesar de la gran cantidad de versificadores libres que tenemos, es una gracia de la tierra tener a un Lupo Hernández Rueda, cansado en apariencia de sufrir dolores físicos, pero acrisolado su espíritu por la poesía que ha sido, en medio de su larga vida, junto al amor de sus amores, conjuntamente con sus hijos y amigos, el lenitivo para su alma, que con tanta altura y belleza nos ha cantado y encantado. Por ahora, saludamos a Lupo Hernández Rueda, maestro del Derecho y la Poesía como se saludan a los héroes y los mártires: Hossana, solamente. Ya Gloria la tuvo para su suerte y la de la lírica nacional.”

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Poemas de Lupo Hernández Rueda

Naces tan amorosa mía

                    A Gloria Contreras

Naces tan amorosamente mía,

orbe de mi pensar y mi esperanza,

que la tierra carnal de tu crianza

mi corazón enamorado cría.

*

Tan amorosa naces cada día

y tal grado o nivel tu amor alcanza,

que a tu paso la dura piedra lanza

amorosa su tosca anatomía.

*

Amorosa te llamo cuando empieza

a sentirse el rumor de la tibieza

de tu cuerpo de ángel verdadero.

*

Entonces, el deseo –ciega llama–

sediento por el mundo se derrama,

sediento, libertado y prisionero.

 

Crónica del sur

I

En un territorio de ruidosa arena blanca.

Es terreno seco, accidentado, abierto,

donde la sombra es una lanza agazapada

al pie de las oscuras bayahondas.

*

Ahí abunda la sed y la indolencia.

Un mal de amplias orillas tropicales,

un sol tenaz, que hace sangrar las piedras,

la voz ágil del viento

que mueve el polvo fiero,

muchos ríos sin agua,

y unas escasas poblaciones distantes.

*

Las lomas son enormes dinosaurios sin vida.

El amor es violento como las mariposas.

El amor, ¿no es el amor

la tórtola que retoza en el viento,

los múltiples colores de las mariposas

cuando revoletean en el campo florido

del recuerdo? El amor

es la playa.

*

La costa alucinante,

y el hombre desgarrado, sediento de la aldea.

*

¿Será posible acaso olvidar esta tierra,

mitad goce infinito, mitad desolación?

 

Por el mar de tus ojos

En el vaso de agua que bebías

con tus ojos mirándome

mirándome pasar

y yo los veo

en el agua,

en el agua del vaso

de tus ojos mirándome

mirándome con pena y alegría.

*

Por el mar de tus ojos

voy contigo mirándote

en el viento

en el goce

del sol, en la luz,

la terraza o el mar,

mirándome con pena y alegría.

En el agua te miro,

y entretejo en el agua

de luz de tus ojos, el mar,

rumor de tus pupilas

en el agua,

en el agua que bebías.

*

En el agua te oigo

respirando, rumor

que me despierta.

Recuerdo que pasabas,

que olías a canción,

nostalgia o arroyuelo.

recordándote en el mar,

en el agua del vaso que bebías.

*

El vaso va conmigo,

en el agua, jardín,.

lago profundo

de tus ojos,

en el agua llegabas

y partías, con el mar

de tus ojos

en el agua llegabas

y partías, con el mar

de tus ojos,

en el agua o la playa

en el agua del vaso que bebías.

Se acercaba la mar

o ya se aleja

si cerrabas los ojos,

o se abrían,

el tiempo era el rumor.

mar que llegaba contigo,

pececillos de luz

en el espejo

de los dientes

del sol en las orejas,

en el agua serena,

en el agua del vaso que bebías.

En el agua de tiempo te recuerdo.

mirándome en tus ojos,

que me tocan, mirándome,

con pena y alegría,

en el agua del tiempo

de tus ojos,

mirándome pasar, mirando ahora

la tarde o la mañana

o la noche

la mar que se aproxima,

sol de agua

que pasa de soslayo, mirándome,

con pena y alegría,

en el agua voy contigo

contigo en el velero

de tus ojos, por el mundo contigo,

llevando el agua pura,

sin manchas, de tus ojos

en el agua del vaso que bebías.

 

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La fotografía

Playa de la Ermita en Gaspar Hernández